El Low Code es una herramienta tecnológica en el más amplio sentido de la palabra, ya que nos servimos de ella para conseguir otra cosa. Cuando hablamos de programación nos encontramos en la tesitura de que tiene una gran barrera de entrada: es necesario estudiar y obtener acreditaciones complejas para desarrollar una aplicación o programa. Estamos sujetos a las limitaciones del middleware y, cuando se requiere una aplicación más específica, es necesario crearla desde cero.

El Low Code surge precisamente para aliviar esta barrera de entrada, aplicando la filosofía Agile al terreno de la programación. Sólo en 2021 se calcula que se invertirán 11.300 millones de dólares en esta tecnología, un aumento del 23% respecto a 2020, con lo que estamos hablando de una herramienta cada vez más demandada y que está ayudando a la digitalización de las pequeñas, medianas y grandes empresas, que la emplean para desarrollar sus propias aplicaciones.

Aunque el Low Code no elimina la necesidad de poseer cierta preparación y formación, simplifica en gran medida su uso y permite desarrollar aplicaciones funcionales y muy potentes, especialmente a la hora de gestionar grandes cantidades de datos y extraer insights para la organización. Es, en definitiva, una herramienta que hace más accesible la programación y que permite ahorrar tanto tiempo como recursos, además de hacer mucho más flexible a la empresa, que será capaz de adaptarse con más rapidez y abordar su aceleración digital de forma más eficiente, ajustándose perfectamente a sus necesidades.

Tecnologías como la de Outsystems favorecen la creación de todo tipo de aplicaciones personalizadas mediante el uso de potentes herramientas de desarrollo que convierten el proceso en algo sencillo y que no requiere de una formación intensiva. En un año como el último, en el que la adopción de estrategias digitales ha sido crítica, la rapidez de adaptación de las empresas ha sido fundamental para mantener la competitividad. El Low Code permite precisamente esto, ya que acelera los procesos de creación de aplicaciones y permite prescindir de farragosos proyectos a medida en pro de un desarrollo más sencillo y pragmático.

La característica más destacable del Low Code es su programación empleando una interfaz visual, que, además, permite ver en tiempo real el resultado de la aplicación y corregir aspectos sobre la marcha. Esto ocurre porque muchas de las funcionalidades de las aplicaciones no se desarrollan desde cero, sino que están paquetizadas y es posible emplearlas e interrelacionarlas con otras para explotarlas de forma adecuada. Se calcula que en este tipo de aplicaciones sencillas el 80% del código se podría reciclar de otras similares, así que el Low Code aprovecha esta circunstancia para estandarizar su uso y reducir de forma significativa los tiempos de desarrollo y, por tanto, los costes asociados.

Pero esta estandarización no está reñida con la personalización, ya que el Low Code permite tratar las aplicaciones de forma individual y añadir elementos únicos, que la diferencien de otras, así que no se pierde ningún tipo de identidad, además de poder ajustar su funcionalidad para que se ajuste lo mejor posible a las necesidades reales de la empresa.

En este sentido, el Low Code no está diseñado para terminar con la función de los desarrolladores, sino para facilitar su trabajo, eliminando las partes más tediosas y repetitivas de los procesos del desarrollo puesto que, lo que se busca es evitar volver a crear código ya existente y simplificar las fases en la etapa de desarrollo, a fin de concentrar los esfuerzos en lo que hace diferente y única a cada aplicación. El resultado es un entorno de trabajo en la nube más eficiente, con un tiempo de desarrollo inferior, menos costes y aplicaciones totalmente funcionales.

*** David Faustino es Managing Director de Nexllence.