En la anterior entrega sobre el tiempo en el mundo digital hablaba de la cuestión del tiempo en la funcionamiento de las máquinas digitales y, teniendo en cuenta todo ello, conviene ahora una reflexión sobre esta cuestión vista desde el lado de las personas. O sea, de los usuarios que usamos esas máquinas...

Normalmente se dice que los humanos empleamos cada día un determinado tiempo durante nuestra jornada a consultar, por ejemplo, nuestro teléfono inteligente conectado a internet. Pero quizá deberíamos empezar a ver este asunto desde el otro punto de vista, analizando el tiempo que esas máquinas digitales se adueñan. Más allá, de nuestra voluntad e incluso de que seamos conscientes de ello.

Suelo reiterar la idea de Richard Stallman sobre que las máquinas digitales que compramos y que pasan a ser de nuestra propiedad no deberían tener 'puertas traseras' que ignoramos; no deberían hacer cosas que no sabemos que hacen, y no deberían hacer cosas que no queremos que hagan.

Sobre el hardware es relativamente fácil conseguirlo, no tanto sobre el software que habita nuestras máquinas que, a pesar de haberlo pagado, gran parte del tiempo trabaja para el fabricante, con el que se conecta cientos de veces al día y al que entrega datos importantes sobre nuestra conducta online que en una asimetría casi determinista. Esos fabricantes de tecnología convierten en dinero y suculentos beneficios esa información a pesar que los avisos que aparecen en nuestras pantallas aseguran que es para 'nuestra comodidad y confort'.

Lo hacemos por tu bien

Ese es un lugar común en el mundo digital y es justo la misma idea que hace años irónicamente señalé sobre que el mítico gran gestor de empresas tecnológicas Eric Schmidt, director ejecutivo de Google en la primera década de este siglo, muy al principio de su paso por la empresa, les insistía, -dicen que susurrándoles al oído–, a los fundadores de Google Larry Page y Sergey Brin con la frase: "Recuerda que todo lo que hago es por vuestro bien".  Parece que llegó un momento que ese susurro no acabó de funcionar, ya que en 2011 fue reemplazado al frente de la empresa por uno de sus fundadores, Larry Page.  

La persistencia de la memoria, cuadro de Salvador Dalí.

La persistencia de la memoria, cuadro de Salvador Dalí.

El valor del tiempo, –y de otras cosas–, al menos a partir de un cierto momento, no es el mismo para los fundadores y emprendedores que para los altos gestores y grandes accionistas. Y esa diferencia la estamos viendo claramente en el diferente comportamiento del inicio impulsados por el idealismo de sus fundadores (que claramente estaban focalizados en 'cambiar el mundo'), al que tienen esas empresas cuando se convierten en gigantes tecnológicos globales.

Entre los hitos de Google que están marcados en su línea de tiempo desde 2018, como el inicio simbólico de otra etapa trayectoria, con el momento en que la empresa, hoy gran corporación, retiró de su código de conducta, –que era público desde sus principios–, la significativa frase "Don't be evil", en español, "No seas malvado". Está claro que en esta etapa no quiere que se le asocie con esas ideas altruistas, idealistas y casi naif, vistas desde la actual 'selva digital'.

En resumen, dentro del tiempo de Google, se acabó el buenismo idealista. No es bueno, según los grandes accionistas 'activistas' de la maximización de beneficios tipo Peter Thiel, que lo considera una 'pérdida de tiempo'.

Aunque apenas caigamos en ello, casi todos los aspectos del mundo digital (que llena una de las dos vidas que vivimos, la virtual) tienen que ver con el tiempo. De hecho tenemos en nuestra existencia actual, dos vidas (la del mundo físico y nuestro cuerpo material y sus interacciones físicas) que combinamos y mezclamos con nuestra vida inteligible, –inmaterial–, que es, en gran parte, una vida 'aumentada' a la vida física que los humanos hemos vivido desde el principio de los tiempos de la especie humana.

La conversión hacia la economía de la escasez

Que el tiempo es muy importante en nuestra vida 'aumentada digitalmente' lo tienen muy claro las empresas tecnológicas, y no solo en su funcionamiento sino en cuando el tiempo de la vida de sus usuarios. En cuanto a lo primero, ya que he citado a Google, acabo de hacer una prueba en su buscador de la letra "a" y lo que me aparece viene en forma de dos magnitudes: el número de respuestas ("25.270.000.000 resultados") y el tiempo que han tardado las tecnologías de búsqueda del buscador en presentarme esa lista de resultados en mi pantalla: "0,62 segundos".

Y eso es porque minimizar el tiempo de la cibernética de la empresa es esencial, ya que aunque yo hago esta búsqueda en mi máquina digital (en este caso, mi ordenador) como una acción individual, la estoy haciendo al mismo tiempo, seguramente, que cientos o miles de millones de personas que están usando el mismo buscador que yo, el de Google.

Como todo es vertiginoso o instantáneo, con una 'prisa' o una 'urgencia' ficticias e inducidas, no solemos reflexionar casi nunca sobre el valor de las cosas que aparecen en nuestra pantalla. Tampoco sobre el valor del tiempo que usamos para una acción como ésta, que en realidad no es un tiempo ilimitado, de hecho es un tiempo fungible.

Reflexionemos un poco sobre esta fracción de nuestro tiempo de vida 'aumentada digitalmente' que suele ser una fracción de nuestro tiempo de ocio o de nuestro tiempo de trabajo,  y que no son superponibles sino sustitutorios. Si nuestro tiempo lo empleamos en una cosa, no lo podemos usar para otra, salvo algunas pequeñas acciones de multitasking que no suelen ser muy eficaces...

Volvamos a la búsqueda citada. Si quisiéramos consultar cada uno de los resultados que nos ha dado el buscador para decidir qué resultado es el que más nos interesa para nuestros propósitos, ¿cuánto tiempo de nuestra vida necesitaríamos?

Hagamos un pequeño cálculo. Supongamos que usamos un minuto para leer y consultar cada resultado del buscador (lo podemos hacer porque el servidor nos lo pone en pantalla). A minuto por resultado, serían 25.270 millones de minutos. ¿Y cuánto es eso en tiempo de nuestra línea vital de vida, en la que un minuto va después de otro inexorablemente? Pues 421,16 millones de horas. Como cada año tiene una duración de 8.760 horas, dedicando un minuto a leer cada resultado de esa búsqueda, tardaríamos exactamente 48.077,66 años.

Es decir, no tenemos tiempo de vida para consultarlos, necesitaríamos casi 800 vidas como la nuestra solo para consultar una de las búsquedas que tardamos en hacer apenas un minuto y que mi ordenador (bueno, la poderosísima cibernética de Google a la que tengo acceso desde mi ordenador) ha tardado, en servirme en solo 0,66 segundos de mi tiempo.

¿Tiene eso sentido? No lo parece. No en la escala humana, en tanto que el buscador me da una cantidad de respuestas humanamente imposible de leer y mucho menos de procesar. ¿Ha pensado Google (y los otros buscadores) en la escala humana, cuando hacen accesible a cualquiera este sistema de búsquedas? Tampoco lo parece ni nos han explicado el porqué. ¿Se imagina el lector haciéndole una pregunta a otro ser humano y que, en 0,66 segundos su interlocutor le diera 25.270 millones de respuestas, para cuya escucha necesitaría más de 48.000 años de su vida? Es un disparate irrealizable. Obviamente no, no tiene sentido para la lógica humana del raciocinio ni, por supuesto, del tiempo humano.

Pues bien, esta es una sencilla pero enorme incongruencia que puede comprobar cualquiera que se conecte a internet y entre en el buscador. Pero hay muchísimas incongruencias en relación al tiempo de los usuarios que la tecnología digital nos pone ante nosotros y que no tienen sentido desde el mundo de la lógica y la vida humana. Quizá no le habíamos dado importancia, pero el gigantesco e inhumano corpus de información, que ya no nos ofrece sino que nos persigue desde la tecnología de forma ubicua, ya no es humanamente metabolizable. Ese ejemplo que he descrito es una buena y asequible prueba de ello, pero hay millones de ejemplos más.

Así que cuando alguien les diga: "no tengo tiempo", en realidad es porque alguien humano, –o cibernético– sutilmente se lo está robando y no se ha dado cuenta. Otra cosa que no deberían hacer nuestras máquinas digitales que hemos comprado es contribuir a ese continuo, inmenso, sutil, e incluso amable, robo de nuestro tiempo vital más allá de nuestra decisión y voluntad. Ese tiempo (y nuestra atención en él) es hoy la mercancía de más valor y más en disputa en los mercados globales gobernados –sin apenas resistencia– por los gigantes de internet, sobre todo por los de las redes sociales, para los que nuestro tiempo vital conectados se ha convertido en la mercancía más valiosa y disputada.

Y ese tiempo 'robado' o 'por robar' de la vida de las personas se ha convertido en la mayor economía de la escasez que existe en nuestras vidas 'digitalmente aumentadas', –bueno, aumentadas en todo, menos en 'tiempo'–. Porque es imposible. Piénselo y verá cómo es uno de los mayores sinsentidos que existen en la vida actual. Está claro que debemos seguir reflexionado en qué debemos gastar nuestro tiempo digital. Cada vez es más decisivo. Y nos va la vida en ello.