La comunicación como cualquier otra área de la compañía, ha tenido que transformase y adaptar sus procesos a la nueva realidad impuesta por la COVID-19. Afrontar el reto que ha supuesto conectar con los usuarios, las empresas, los clientes, los socios en el negocio y ser capaces de administrar de forma eficiente los canales de comunicación para acercar la marca a las personas.

Un momento donde nos ha tocado abrazar la digitalización para compensar la distancia física que nos mantiene separados desde hace ya demasiado tiempo. Una fórmula que mantiene vivo el vínculo interpersonal, que favorece la colaboración y conexión de manera natural como cuando se comparte un entorno físico.

Pero muchas cosas han cambiado y han venido para quedarse. La comunicación actual se centra más que el ‘qué’, que en el ‘cómo’. Y es que, más allá de las limitaciones impuestas por la pandemia, ahora toca innovar, y hacer las cosas de manera diferente.

Es tiempo de escuchar más que de hablar, de ponerse en la piel del otro, de participar de la conversación de la calle, de entender el momento que viven las personas. Porque no todos tenemos la misma predisposición al cambio y, más allá del entorno digital en el que estamos inmersos, necesitamos también incorporar esa conexión real que nos permita superar el impacto que ha supuesto cambiar nuestra manera de vivir, nuestras rutinas, nuestros modelos de relación y nuestros hábitos de trabajo.

Un momento donde la colaboración y la comunicación digital asumen el reto de mantener vivo el espíritu corporativo de las empresas y la capacidad de las organizaciones de ponerse al lado de las personas e intentar ofrecer soluciones a sus problemas y a lo que realmente les preocupa: la salud, la educación, el futuro del trabajo y de las empresas de las empresas, la gestión del talento, y la sostenibilidad del planeta.

Temas que la sociedad quiere escuchar y donde se espera que las empresas muestren un alto nivel de contribución y adquieran un compromiso real. Porque a día de hoy, este se ha convertido en el principal activo que proyectará la imagen de la organización hacia el exterior y elevará su nivel de consideración social.

Tenemos que hacer frente a nuestra responsabilidad. Hemos aceptado el reto que supone gestionar una de las mayores crisis de nuestra historia, aquella que pone a prueba nuestra resistencia al cambio, nuestra resiliencia y nuestra capacidad para imaginar nuevos caminos que nos permitan avanzar en el desarrollo de nuestra sociedad. A las empresas ya no se las mide únicamente por la calidad de sus productos y servicios, sino por los valores que transmiten y su capacidad de dejar una huella positiva en nuestro planeta.

*** José Luis Arranz es director de Comunicación de HP Iberia