Vaya por delante una nota personal: a pesar de llevar diez años en estos lares de la digitalización, rara es la semana que no sucede algo inusitado, algo que consigue renovar la curiosidad infantil por lo desconocido y obliga a bucear en las profundas aguas que empujan al despistado nadador hacia las fronteras de lo posible.

Vivimos tiempos de enormes cambios. No hay nada más manido que eso, pero la repetición del mantra no le quita un ápice de lógica. La industria tecnológica se caracteriza por la constante evolución, por la disrupción ocasional, por el cambio como escudo familiar. Pero el ritmo nunca había sido semejante, ni los órdenes de magnitud tan ingentes. Y es ahí donde esos hallazgos inesperados pasan de ser algo puntual a convertirse casi en el pan de cada día. Lo extraordinario se vuelve ordinario. Hasta ese punto llega el calado del cambio que vivimos.

Esta misma semana, sin ir más lejos, hemos asistido en primera fila a varios de estos hitos. El primero, vaya el burro por delante, es el “renacimiento” del suplemento Innovadores, la referencia de la innovación en España, en esta nuestra nueva casa. Somos D+I, Disruptores e Innovadores, precisamente en la misma línea que comentaba anteriormente: la innovación ha llegado a tal punto que ya no es tal, que necesitamos apropiarnos de otro término que la acompañe para reflejar la velocidad de los cambios de hoy en día.

Dejando a un lado la autopromoción, estos días se ha oficializado la mayor compra del año en el sector tecnológico. Salesforce se ha hecho con Slack por unos espectaculares 27.700 millones de dólares. Y pese a que el diagnóstico generalizado ha sido el de que Marc Benioff busca competir frontalmente contra Microsoft y su herramienta de colaboración Teams, más bien el timón apunta hacia la construcción de un coloso del software empresarial que sea capaz de defender sus dominios de la previsible embestida de marcas como Oracle o SAP. Tiempo al tiempo.

Tampoco es baladí la última demostración de que el papel de Europa en la contienda digital es cada vez más difuso. La prueba la encontramos en una anécdota, pero representativa de cómo se está desplazando claramente el centro del poder hacia el Este: el Web Summit, uno de los mayores congresos tecnológicos del mundo que se celebra cada año en Lisboa, acaba de anunciar una nueva edición en Tokio.

Con esta cita, el ecosistema del Web Summit queda configurado en torno a una fecha en Europa (la ya mencionada capital lusa), una en América Latina (Brasil) y dos en Asia: Kuala Lumpur -que sustituye a Hong Kong- y la recién proclamada megalópolis nipona. Si alguien encuentra paralelismos entre esta decisión y la ya publicada hace meses por el Mobile World Congress para darle la fecha estelar de principios de año a su versión china, no piense que es casualidad.

En cualquier caso, es un momento maravilloso el que nos ha tocado disfrutar. Una época plagada de esos descubrimientos afortunados, valiosos e inesperados; aunque cada vez más habituales. Durante una entrevista con el experto en ciudades inteligentes Ignacio Alcalde (que pronto podrán leer en este portal) surgió un palabro que hacía tiempo que no escuchaba y que recoge esta definición a la perfección: serendipia. Y como estamos en tiempos de evoluciones, de disrupciones e innovaciones, he aquí mi particular aportación: mi columna prescindirá de su cabecera habitual “Mundanal Bit” para coger esta antorcha de la serendipia.