El informe EU Start-Up Calculator: impact of Covid-19 on Aggregate Employment, del Joint Research Centre (JRC) de la Comisión Europea, pone el foco sobre España y otros cinco países. Los datos son demoledores. La pandemia ha provocado un desplome en la creación de nuevas empresas en nuestro país del 28,3% en marzo, del 73,4% en abril y del 55,9% en mayo.

El problema es que la contribución al empleo en España de las empresas de menos de cinco años es superior a la media europea: ocupan al 16% del total de trabajadores, pero son responsables del 37% del crecimiento en contrataciones.

El informe estima así para la próxima década un impacto en el empleo agregado (sólo considerando las consecuencias de la pandemia en el tejido de startups y empresas de jóvenes) que oscila entre las 575.000 personas del escenario optimista (crisis en V) y las 844.000 del pesimista. La mitad de esa reducción hay que atribuirla a la disminución de la tasa de supervivencia de las empresas jóvenes, un 30% a la contracción del número de empresas nuevas y un 20% a la ralentización del crecimiento de las startup. El JRC insta a diseñar las políticas considerando todos estos datos.

A la espera de percibir un clima de opinión a tono con este preocupante informe, de vislumbrar algo parecido a una "estrategia de contraataque", me asomo al Foro El ecosistema emprendedor en España, organizado por Enisa, el Foro de Agencias de Desarrollo Regional y los ministerios de turno. Aparece en pantalla la catedrática de la Birmingham Business School Raquel Ortega-Argilés y afirma: "Para medir un sistema de emprendimiento a nivel nacional tenemos que tener en cuenta las marcadas diferencias regionales. En países como España, esas diferencias pueden hacer que el ecosistema nacional no funcione tan bien". Mal empezamos.

Resulta que Ortega-Argilés es coautora de un trabajo de investigación en el que se hace balance de las Estrategias regionales de investigación e innovación para la especialización inteligente (RIS3), que puso en marcha con gran aparato la UE. Su conclusión es que esta política tiende "a estar dominada por el gobierno, siendo relativamente pocos los compromisos del sector privado y la sociedad civil, lo que limita potencialmente la centralidad de los Procesos de Descubrimiento Empresarial", los EDP según su terminología.

El futuro debe construirse sobre "ecosistemas de emprendimiento", que sugieren una red de relaciones e influencias más amplia, dice. Una visión sistémica que no se centre, como ahora, casi exclusivamente en la industria existente, sino que "ponga en el centro" los mencionados EDP.

Ese paper, por cierto, sitúa a la Comunidad de Madrid en el puesto 40 del ranking de regiones emprendedoras, a Cataluña en el 68 y al País Vasco en el 72. Lo cual que, en plena situación de Alerta Startup, da la impresión de que lo peor de España es que tanto ir por libre y descoordinados no nos sale a cuenta. Ni nos saldrá.

Eugenio Mallol es director de INNOVADORES