Si en una parte sustancial de nuestros colegios e institutos de secundaria los profesores ocuparan todas las aulas y quisieran transmitir online de forma simultánea sus contenidos a los alumnos que no pueden acudir presencialmente, las redes de los centros colapsarían. Imposible concebirlo. En cambio, me cuentan en Siemens que ellos programan cada día 800.000 videoconferencias, ¡800.000!, sin que su sistema de telecomunicaciones se resienta. Su red lo soporta. Es la diferencia entre una organización concebida con criterios analógicos y otra con criterios digitales.

Poco inteligente para un país como España mantener a la educación de facto en un estado anterior en muchos aspectos al internet social. Pero, como está demostrando la crisis del coronavirus, si hemos sido capaces de hacerlo con algo tan delicado como la salud, cómo no con la formación de las nuevas generaciones. Es más, salió a relucir en un webinar que disfruté con jóvenes abogados de Madrid que tampoco la Administración de Justicia está libre del necesario aggiornamento. Por supuesto: la única parcela del sector público que se ha tomado medianamente en serio el asunto digital es, obvio, la Agencia Tributaria.

Hago una llamada a situar la educación en el foco de atención principal de forma inmediata. Les diría a los innovadores que la misma energía que tan buenas experiencias de coinnovación y colaboración nos ha deparado para agilizar la disponibilidad de elementos de protección, de respiradores, de sistemas de desinfección o de sistemas de monitorización de la pandemia, esa misma energía se necesita ahora, y con urgencia, para dar una solución al atasco de las aulas.

Lo hemos hablado personalmente con gente de su equipo de dirección: Harvard trasladó toda su actividad al mundo online en apenas un par de semanas, y después de las vacaciones de Pascua sus profesores funcionaban sin actividad presencial. Atención, lo hacían utilizando una plataforma tan denostada como Zoom.

Hay tecnologías a la espera de su gran caso de uso y lo tienen ahí; han modelos de elearning a la busca de palancas para escalar y las tienen ahí; necesitamos dotar a los centros educativos de soluciones para la evaluación virtual, para el seguimiento de alumnos que, muchas veces, no tienen acceso a las herramientas digitales. Lancemos el desafío a los innovadores: urgen respiradores para la educación. Porque el conocimiento es el oxígeno de una democracia y hay síntomas de asfixia.

Es un hecho trágico que millones de alumnos en España no hayan recibido clases en condiciones, y todavía no haya garantías de que eso pueda suceder a partir de septiembre. No suspendamos esa lección. 

Eugenio Mallol es director de INNOVADORES