Hace una década parecía inconcebible que una empresa ejecutara cargas de trabajo críticas en la nube, fuera de su centro de datos y del perímetro de seguridad que existía a su alrededor. Sin embargo, la enorme presión del mercado ha promulgado las bondades del cloud (en términos de flexibilidad, escalabilidad y supuestos ahorros de costes) hasta el punto de que hoy la panorámica es radicalmente distinta.

Para muestra, un botón: los servicios en la nube facturarán nada menos que 2.299 millones de euros, tan sólo en España. Según la firma de análisis IDC, el 60% de ese gasto se irá a manos de los grandes proveedores de cloud pública (Amazon Web Services, Microsoft Azure, Google Cloud, IBM, Oracle...) estimándose que, para el año 2025, una de cada cuatro cargas de trabajo estará ejecutándose bajo alguno de estos nombres. 

Pero no es oro todo lo que reluce. Y de eso dan buena fe los primeros valientes que dieron el salto a la nube y que, en muchos casos, han regresado (o tratado de volver) a sus centros de datos al no percibir esas enormes ventajas que se les prometían. De acuerdo al estudio Unisys Cloud Success Barometer 2019,  el 37% de las empresas estadounidenses no ha logrado obtener beneficios reseñables al migrar a la nube. ¿La causa? Que esos movimientos se realizaron de forma impulsiva, dejados llevar por la moda imperante, sin un caso de negocio claro.

En la mayoría de los casos hablamos de costes ocultos que superaron con creces los presupuestos que manejaban anteriormente en sus propios CPD. Ya en 2018 tuve la ocasión de hablar con Stephen Brobst, gurú técnico de Teradata, quien daba la voz de alarma: "El 95% de las empresas que va a la nube ahorra dinero, pero el 5% que tiene un gran número de empleados y requerimientos no va a ahorrar nada". Una alerta que, esta pasada semana, corroboraba el analista José Antonio Cano, con un matiz local a tener en cuenta: "La nube no vale para todo y, en muchas de las situaciones, no había un caso de negocio que justificara esa migración, algo que ha tenido especial efecto en el sector público".

Podríamos estar hablando de un simple fenómeno de 'prueba-error', de una decisión que puede revertirse con un impacto económico más o menos considerable. Esa es la teoría, pero la práctica es algo más compleja. De nuevo tirando de estimaciones de IDC, el 85% de las cargas de trabajo migradas a la nube tiene algún problema de repatriación; esto es, que presentan dificultades graves para volver a ser ejecutadas en un entorno on-premise. 

El motivo es, una vez más, la improvisación y excesiva celeridad con que se realizaron esos primeros proyectos cloud. Únicamente el 35% de las cargas de trabajo activas en la nube pública son nativas para estos entornos, lo que motiva tanto el fracaso inicial de esos proyectos (especialmente en términos de rendimiento y de coste) como complica su vuelta (al haberse hecho 'apaños' para hacer que funcionen allende sus CPD).