No es fácil dar el primer golpe. En el campo de las innovaciones disruptivas, con alcance secular, capaces de cambiar la Historia, no resulta sencillo ser los primeros. Pero a veces lo somos. Un investigador alicantino, Francisco Martínez Mojica, sentó las bases teóricas de una técnica de edición genética revolucionaria llamada CRISPR, capaz de romper, utilizando la enzima Cas9, partes específicas de la cadena de ADN, causantes de patologías en humanos o de propiedades indeseadas en animales y plantas, y de sustituirlas por otras que corrigen el defecto en cuestión. 

El desarrollo tecnológico y empresarial de su hallazgo, sin embargo, apenas se ha producido en España. El ecosistema MIT-Harvard fue de los primeros en percatarse del alcance del descubrimiento y el investigador Feng Zhang se hizo con la mayor patente del CRISPR en EEUU, lo que le valió para ser invitado por el Foro de Davos a hablar de la energía transformadora de la bomba que había cebado Mojica. Hoy en el campus de Boston hay compañías como CRISPR Therapeutics desplegando una oferta de servicios al respecto.

Y el golpe de gracia lo ha dado la concesión del Premio Nobel de Química a Emmanuelle Charpentier y Jennifer Doudna por desarrollar un método para la edición genética basado en los descubrimientos de Mojica. El investigador español ni siquiera aparece mencionado en el comunicado emitido por The Nobel Prize, algo que el ecosistema innovador de nuestro país debería sentir como una auténtica bofetada.

Hace un año, la revista Nature celebró las prometedoras expectativas que acompañan a una nueva técnica de edición genética bautizada como prime editing y descubierta y probada por investigadores de, ¿adivináis dónde?, el Broad Institute de Harvard y MIT. Su gran ventaja frente al CRISPR es que ya no se necesita romper la cadena de ADN, sino que al combinar la enzima Cas9 con otra conocida como la transcriptasa reversa se puede sencillamente modifi car la parte no deseada. De ahí que en algunos medios se hable de que la nueva herramienta deja obsoleta a la primera y que en algunos círculos científicos se empiece a sembrar dudas acerca de si Mojica logrará el Nobel de Medicina que tan merecido tiene.

Al margen de que habrá que seguir con atención cuál es la postura de Bruselas acerca del prime editing, si los legisladores europeos se opondrán a él como hicieron con el CRISPR, el episodio pone de manifi esto la realidad de nuestro sistema de transferencia de ciencia y tecnología y muestra una imagen muy defi ciente de nuestro país. ¿Ninguna corporación, ni institución pública, ni fundación ha sido capaz de valorar y pelear por la patente del descubrimiento de Mojica? ¿De verdad nadie en el Ibex fue capaz de ver oportunidad de negocio? ¿Por qué no hemos sido capaces de crear ninguna empresa de base tecnológica que compita con CRISPR Therapeutics, habiendo encontrado el tesoro en nuestra propia casa? ¿Por qué, en definitiva, hemos dejado que pase otro tren y no hemos sido capaces de anticipar la revolución del prime editing? ¿Hay alguien ahí?

Eugenio Mallol es director de INNOVADORES

Este artículo de opinión fue publicado en noviembre de 2019 y se reproduce con un párrafo añadido por motivos de actualidad.