Las ferias. Ay, las ferias. Esos enormes recintos construidos con dinero fundamentalmente público. Cientos de miles de metros cuadrados que pasan la mayor parte del año vacíos. ¿Son un instrumento útil para la innovación, para proyectar a España en el escenario global de las ideas de vanguardia, para dar visibilidad a lo mejor de nuestro tejido empresarial innovador en los foros más influyentes? ¿O tenemos que plantear de verdad una revisión a fondo del modelo y de sus gestores? Porque la innovación es la economía del futuro y todo lo demás va a ser mercadillo de viernes por la mañana.

El Ministerio de Industria publica cada año el calendario de ferias comerciales internacionales del país. Para que un certamen reciba esa consideración, al menos un 10% de los expositores directos tienen que ser extranjeros y lo mismo en el caso del 5% de los visitantes. Porcentajes no excesivamente exigentes, todo hay que decir. En 2009, 93 ferias recibieron esta consideración en España y, para 2019, la cifra se ha incrementado sí… ahora son 96. Es decir, prácticamente no ha habido mejoría en una década, lo cual ya es un elemento significativo a considerar en el análisis de gestión. 

Si nos enfocamos en quiénes están detrás de las ferias internacionales que se celebran en nuestro país, nos encontramos con que una abrumadora mayoría son de organización propia de las instituciones feriales. Por quedarnos con dos de ellas, Fira de Barcelona e Ifema en Madrid -las de mayor presupuesto, con 210 millones ingresados en 2018 la primera, y la previsión de alcanzar los 145 millones en 2019 la segunda- en todo el año sólo han conseguido atraer a siete organizadores externos capaces de poner en liza una feria considerada internacional por el Ministerio. Solo siete.

De los cuales, sólo uno, GSMA, promotor del Mobile World Congress, es extranjero. El resto son nacionales: Cosmobelleza, Progourmet, Pomona Keepers, Global Robot Expo y el Consorcio Zona Franca (en dos ocasiones). ¿Han albergado más eventos organizados por operadores foráneos? Por supuesto. Pero ninguno de ellos ha recibido la consideración de feria internacional.

Tenemos un problema, señores. No es que las ferias no produzcan certámenes internacionales de organización propia como Cevisama, Genera, Smart City Expo, IoT Solutions Congress o Construmat, por mucho que quizás habría que exigirles más fertilidad, un crecimiento superior a sólo tres en una década. El problema es que no estamos en el radar de los grandes organizadores de eventos vinculados a la innovación. ¿Por qué? La respuesta a esta pregunta debería dejarnos intranquilos, debería ocuparnos seriamente.

EUGENIO MALLOL es director de INNOVADORES