Esta semana he tenido la ocasión de escuchar (que no preguntar, porque no admitía cuestión alguna de la prensa) al exprimer ministro de Reino Unido David Cameron, en el marco del Oslo Business Forum y la Oslo Innovation Week. Sí, el hombre que provocó el brexit con un temerario referéndum y que no supo ver el desastre que se avecinaba cuando ni en su propio partido había consenso sobre un tema tan sensible.

Y menos cuando ni él mismo era capaz de hacer una defensa férrea de la permanencia en el bloque comunitario ("el Reino Unido fue entusiasta con la colaboración y el mercado único, pero nunca quisimos ni la unión política, ni el Parlamento ni la bandera europea", sigue manteniendo a fecha de hoy, al igual que defiende que su gran "frustracción fue no obtener flexibilidad de la UE para restringir la libre circulación de personas en casos de gran presión").

Una actitud que, más allá de su puesta en escena como el salvador de la economía británica tras la crisis económica (nada que decir sobre la mejora global del panorama financiero en esos momentos), arroja algunos detalles clave a la hora de entender cómo las nuevas generaciones, los populismos, las redes sociales y los discursos al corazón están causando estragos en comicios por todo el mundo.

"Creo que hicimos una campaña muy técnica, sobre las ventajas del mercado único, mientras que ellos optaron por una más emocional, sobre el control y la inmigración", ha reconocido Cameron en este evento. "Decir que el brexit fue populismo es una gran simplificación. Después de la crisis, la política cambió. Y mucha gente se dio cuenta de los problemas de la globalización, está insegura económica y culturalmente".

Unos cambios que han llevado a personajes de alto riesgo como Donald Trump o Boris Johnson a la primera línea de la política, gobernando a base de comentarios hilarantes o tuits a medianoche. Sobre este tema, el de la política de las redes sociales, tampoco se esconde un (ahora) reflexivo David Cameron. "Hay que usar las redes sociales, pero con cabeza. De todos modos, el escrutinio de 24 horas al que estás sometido es inmenso. Además, la gente se queda con cualquier detalle, cuando tú estás pensando en un plano mucho mayor", se ha excusado el bueno del exprimer ministro.