Sabe lo que es un algoritmo? ¿Sabe cómo van a afectar los desarrollos futuros de la inteligencia artificial a la vida de los ciudadanos? ¿Cuál es su estrategia? Invito a los colegas que se van a sentar cara a cara con Sánchez, Casado, Rivera e Iglesias, a formularles esta cuestión. Durante las últimas semanas, las compañías tecnológicas, al igual que el resto de actores de la sociedad, vienen sentándose de manera informal con los responsables de los partidos para exponerles su visión y conocer sus propuestas. "Hoy como con tal de Ciudadanos, mañana he quedado con tal del PSOE".

La impresión es que todavía se desconocen aspectos clave de la revolución tecnológía, y hasta el impacto de la trasposición de normativa europea a nuestro ordenamiento jurídico. "¿PSD2?, ni idea". Y el desconocimiento no es inocuo: ahí tienes la iniciativa Madrid Central lanzada en su día con esquemas analógicos, primitivos, que han forzado al Ayuntamiento a pedir a Everis una solución de urgencia adaptada a la era digital (reconocimiento del sexo del conductor incluido). Una incómoda muestra de que la política vive al margen de la revolución tecnológica que suena menos divertida si se traslada al ámbito de la sanidad, la dependencia o la educación, donde también hay ejemplos dramáticos a cuenta de los algoritmos.

Cierto que el número dos del PP, Teodoro García Egea, es ponente en eventos sobre inteligencia artificial, pero mucho tendrá que trabajar para mejorar la imagen que dio su partido en la etapa de Rajoy con perfiles tan insustanciales como los de Carmen Vela, José María Lasalle y Begoña Cristeto. Hubo, sí, un diputado popular que daba muestras de querer entrar en la pomada, Juan Bravo. Hoy es consejero de Hacienda de Andalucía. Sólo encontraba obstáculos en su propio Ejecutivo, y el único margen para abordar la política sobre innovación asomaba vía regulación tributaria, o sea que nada.

No deja mejor sabor de boca la breve etapa del PSOE, con un Francisco Polo aferrado a un discurso sobre innovación inclusiva que parece ignorar que sobran ganas de inclusión, pero faltan muchas de innovar, y un ministro Pedro Duque sin peso político y, por tanto, sin capacidad para tomar iniciativa, puro marketing.

En los años del boom inmobiliario, se debatía sobre si queríamos ser la California (base tecnológica) o la Florida europea (servicios). Si no innovamos -y no innovamos por mucho que se quiera vender que sí-, vamos a ser Florida tecnológicamente hablando, un país de servicios, sin iniciativa, dedicado a desarrollar soluciones ideadas y patentadas en otros países, con algún destello en investigación. De modo que la pregunta inicial se puede reformular así: señor candidato, ¿quiere ser la California o la Florida europea en la nueva era postdigital, caótica? Eso sí merecería aparecer en la campaña electoral.

Eugenio Mallol es director de INNOVADORES