No sé si estamos en alerta antifascista, como dice Pablo Iglesias, pero cada vez hay más síntomas de que, a nueve meses de la directiva PSD2, el Banco de España debería entrar en alerta tecnológica. No dejamos de escuchar que nuestra banca es la más moderna y avanzada y lo es quizás en la parte de experiencia de cliente, pero esa es sólo la punta del iceberg. También dábamos lecciones al resto del mundo en materia de provisiones hasta un instante después de la explosión de la burbuja inmobiliaria. Según Carlos Segovia en El Mundo, la presidenta del Santander, Ana Patricia Botín, ha repetido en Bruselas su discurso de noviembre: "Las empresas no financieras tienen una clara ventaja competitiva al poder combinar los datos bancarios de un consumidor con la información no financiera que tienen de él". La gestión de los datos es la clave: nuestra banca tiene muchos, más que ningún otro sector, pero aún no sabe aplicarlos en casos de uso lo suficientemente disruptivos como para adaptar su modelo de negocio a la era digital. 

Aquellos que conocen bien la situación explican que uno de los grandes problemas de fondo reside en la tradicional dificultad de los bancos españoles para compartir información de clientes dentro de ellos, entre ellos y con el resto de la economía. En eso se diferencian de los ecosistemas financieros de países como Alemania y Reino Unido, donde esa práctica es habitual. Hay mucha sintomatología asociada a este mal, cuyos efectos pueden ser desoladores en la era digital. España es uno de los pocos países avanzados donde el bureau de los clientes es negativo, por ejemplo. Eso significa que a la hora de diseñar tu perfil de riesgo, los bancos tienen en cuenta sólo las incidencias negativas en tu relación con ellos y con la Administración, es decir, tu morosidad. Un bureau positivo implica que la banca comparte información amplia de un cliente, incluidos los productos que contrata con otras entidades, lo que ayuda a configurar un perfil más rico.

La PSD2 facultará a cualquier empresa a pedir autorización al consumidor para tener acceso a su cuenta corriente, sin intermediarios. El retail trabaja ya en instrumentos tecnológicos que permitan al cajero de un hipermercado conceder un crédito en apenas unos minutos sólo con el DNI del cliente. Pero la banca española todavía no ha decidido cuánta información quiere abrir al mercado (BBVA todo, otros una parte), fundamentalmente porque no tiene suficientemente claros los casos de uso para su nuevo modelo de negocio. En los próximos meses vamos a vivir una auténtica revolución,  con reducción de sucursales y tendencia al esquema de flagship. Porque cuando las cosas se dejan para el último momento los cambios son más abruptos.

Eugenio Mallol es director de INNOVADORES