La Real Academia Española define al ser humano como "aquel que tiene naturaleza de hombre", la cual a su vez pasa por tener la racionalidad como principal virtud para diferenciarnos del resto de animales que pueblan la Tierra. Es una definición vaga, como muchas de las que encontramos en este lugar, pero que quizás deba ser modificada en un futuro no tan lejano para diferenciarnos, además del ecosistema natural, de las máquinas.

En pleno debate encarnizado sobre los retos de una posible convivencia entre humanos y robots en entornos industriales (e incluso en el transporte, donde Estados Unidos contempla el mayor impacto en términos de empleo a causa de la transformación digital), lo cierto es que el tema trasciende puramente a los robots mecánicos de las fábricas.

Piensen tan solo en el internet de las cosas: para 2020 se prevé que la población mundial alcance los 7.800 millones, pero el número de dispositivos conectados será de, al menos, 20.000. Eso contando con las previsiones menos optimistas, ya que las más generosas elevan el listón hasta los 50.000 objetos inteligentes. Hablando de inteligencia, la IA no sólo cobrará forma humanoide, sino también de procesos informáticos automatizados (RPA, por ejemplo), de coches autónomos o smart homes. Y ello, a su vez, nos plantea una nueva pregunta.

¿En qué lugar queda la racionalidad del hombre cuando las máquinas, entendidas en su sentido más amplio, van a hacer muchas de las funciones que hoy nos definen? Los coches conducirán por nosotros, las casas cocinarán y limpiarán sin nuestra ayuda y las empresas podrán llevar a cabo sus tareas ordinarias y repetitivas sin que un humano tenga que intervenir.

Un escenario donde la racionalidad queda relegada a la creatividad que podamos aportar a un mundo donde estaremos circunscritos a unos nuevos vecinos que nos superarán en número y en capacidad de procesamiento. Y más todavía: donde las amenazas a las que ya estamos acostumbrados -guerras, terrorismo- serán solapadas por una mucho mayor: al conectar nuestra vida a la de las máquinas, estaremos sujetos a que los ciberataques que hoy solo suponen pérdidas económicas puedan, como afirmaba esta semana Trend Micro, costarnos incluso la vida.