Imagina que eres una empresa que gana dinero con su actividad, pero aparece un gigante digital, un Amazon, un Google, un Apple, e impone la ley del más fuerte en la relación con el cliente, de modo que cada vez te cuesta más vender una parte de tus productos y servicios sin su mediación. Con el agravante de que las condiciones que te impone alguno de esos gigantes digitales hacen que en cada transacción a través de él pierdas dinero.

Mala cosa, ¿verdad? Ahora ponte en un escenario peor: cada vez ganas menos dinero con tu actividad habitual, los márgenes no dejan de disminuir, y necesitas llegar al cliente por nuevos canales, entre ellos los que construyen hábilmente los gigantes digitales. Si la primera situación es complicada, la segunda debería encender todas las luces rojas. Pues esta es precisamente en la que se encuentra la banca española.

En los años inmediatamente anteriores al estallido de la burbuja inmobiliaria, no se podía leer las cuentas de resultados y los balances de las entidades financieras sin fijarse en el margen de intermediación, que viene a reflejar cómo va la actividad típica, es decir, si ganan dinero captando recursos y concediendo créditos. Lo habitual era maquillar los datos de ese margen apretando clavijas en el margen bruto y el margen neto, hasta que el banco o la caja correspondiente parecía un inmaculado mirlo blanco. Muchos no lo eran, como se comprobó después.

¿Qué hemos visto en la presentación de resultados de la banca española de esta semana? Un descenso de todos los márgenes y también, ay, de las comisiones. Las entidades financieras ganan cada vez menos dinero con su actividad típica. Pero entonces, ¿cómo se han formado sus estupendos beneficios? Reduciendo costes de personal y oficinas, gracias al descenso de las provisiones derivado de la menor morosidad, con venta de activos y aprovechando el viento a favor de economías emergentes.

Hasta ahora nadie ha encontrado una lectura favorable al hecho de que ningún banco gane dinero introduciendo Apple Pay, por las elevadas comisiones que impone Tim Cook. Pero todos se ven obligados a ofrecerlo a sus clientes. El próximo año, lo que ahora es un indicio se convertirá en una aplastante realidad cuando en septiembre entre en vigor la directiva PSD2 de medios de pago.

Ya no habrá marco regulatorio ni barreras tecnológicas que frenen el "cambio de statu quo" en palabras de Paloma Real de Mastercard. La banca es hoy una sofisticada maquinaria de generar beneficios, pero cada vez menos actividad rentable. No es un problema de experiencia de usuario, sino de modelo de negocio. ¿Hasta cuándo aguantarán sin reinventarse? 

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