En el arranque del libro El triunfo de la información (inexplicable traducción del original Why the Information Grows?), del profesor del MIT César Hidalgo, excita pensar que la revolución digital abre una nueva era para la Metafísica. La forma aplastando a la sustancia. Los célebres versos de TS Eliot, sobre la sabiduría perdida en el conocimiento y el conocimiento perdido en la información, parecen encontrar en esas primeras y pedagógicas páginas su debido sustrato científico. Hasta que, de inmediato, Hidalgo introduce el concepto de orden y todo vuelve a su posición inicial.

Estos días podemos sentir, quizás como nunca antes, que nos vamos convirtiendo en un amasijo de datos, de información. Empresas y organizaciones nos han pedido por correo electrónico nuestro consentimiento para poder utilizarlos sin contravenir el nuevo Reglamento Europeo de Protección de Datos (GDPR), que acaba de entrar en vigor.

El cambio de normativa ha provocado que compañías cloud, como la francesa OVH, hayan creado una división para los usuarios Estados Unidos, que se regirá por la Patriot Act, y otra para Europa. Su digital marketing officer, el francés Xavier Perret, me explica su idea de que el verdadero campo de batalla no es el consumidor individual, sino las pymes y el b2b. Sostiene que el GDPR "no es suficiente" y advierte: no resulta tan sencillo asegurar que grandes proveedores cloud «americanos» no utilizan los datos de un retailer "para competir con él". ¿Es sólo la estrategia de un operador pequeño en términos globales como OVH para sobrevivir ante la concentración del sector y el cloud híbrido, o está diciendo lo que está diciendo?

Convertirnos en un montón organizado de datos quizás requiera un periodo de adaptación y educación mucho mayor del que nos está dando la industria tecnológica. No se trata sólo de surfear la refinada persecución al consumidor digital, sino de asuntos de índole económico, ya que las empresas se valdrán de nuestro perfil en las redes a partir de nuestras decisiones para decidir si merecemos ocupar un puesto de trabajo, contratar un seguro o vivir en un nuevo residencial en construcción.

El fallecido Tom Wolfe, describió en Dos jóvenes que se fueron al Oeste la historia de la fundación de Intel, a partir de la vida de Bob Noyce. Cuando habla de por qué había que considerarlo «un tesoro nacional», se perciben en Wolfe efluvios del concepto de orden de Hidalgo: "¡La luz! ¡Luz procedente de lo más profundo del alma humana! Paradójicamente, fue esa luz olvidada -la de los palurdos meapilas, la de los puritanos- la que guió al mundo al siglo XXI, a la red de la electrónica y el espacio".