Miami (EEUU)

Marc Benioff y Stewart Butterfield, creadores de Salesforce y Slack respectivamente, son emprendedores atípicos. Al menos para los parámetros habituales en Silicon Valley. Dos heterodoxos que han conquistado los escritorios y móviles a la hora de trabajar, convergiendo en un acuerdo de 27.700 millones de dólares.

Butterfield es canadiense, estudió filosofía, y se sacó un dinerito extra diseñando páginas web de manera amateur en sus tiempos jóvenes. Fue fundador de Flickr, el gran almacén de fotos de la Web 2.0, que después vendió a Yahoo! en 2008. Slack nació como un proyecto lateral, como la herramienta de comunicación interna en su compañía de videojuegos, Tiny Speck, mientras desarrollaban Glitch, un título que apenas despegó. Sí lo hizo en cambio ese chat sobre el que hoy se ha creado una economía propia, con bots, apps y servicios integrados.

Benioff, en cambio, salió de Oracle, uno de los gigantes de los 90, donde trabajó durante 13 años. Vislumbró un futuro para las bases de datos lejos de los servidores, en la nube. Se lo propuso a Larry Ellison, junto con Steve Jobs y Bill Gates, el tercero de los grandes mitos de esa generación. Ellison le invitó a irse y formar su propia compañía. El pasado mes de julio, Salesforce superó en valoración a Oracle, cuando pasó los 400.000 millones de dólares.

Salesforce es ya mucho más que un gestor de clientes. Tiene almacenamiento, predicción de ventas, gestión de marketing, automatización de procesos, suite de ofimática y, ahora, comunicación profesional en tiempo real gracias a Slack.

Los estilos de Benioff y Butterfield son poco autoritarios y más basados en el soft power y los valores de compañía. Mientras que en las oficinas de Slack se desprende un estilo más cercano a un campamento al aire libre, con muchos espacios para el encuentro fortuito, los cafés con los compañeros y la creatividad, en el rascacielos de Salesforce se rinde tributo a la inclusión. La última planta tiene un espacio de conferencias y cafetería bar disponible para que lo reserven asociaciones de la ciudad. Benioff, que pasa la mayor parte de su tiempo libre en Hawaii, abraza la actitud pegada a la tierra de los oriundos del archipiélago, a los que ha donado un millon de mascarillas.

¿Sigue siendo una fórmula personalista? Sí, en parte. El culto al founder es notable en el entorno tecnológico. Pero, a diferencia de la hornada anterior, con Jack Dorsey (Twitter) y Mark Zuckerberg (Facebook), no se promueve tanto el culto al líder y la imitación de su personalidad, y se quiere dejar una impronta en las formas  y la visión del mundo.

Slack ha tenido más pretendientes. Microsoft estuvo coqueteando con la idea en 2016, pero prefirieron apostar por Teams, el chat que se integra con su paquete de Office y Outlook, donde también ha quedado integrado un cabizbajo Skype.

Voracidad

El historial de adquisiciones de Salesforce comienza a tomar forma de ecosistema. Lo que siempre ha tenido claro es que no quieren nada que se instale, al viejo estilo del software. No es casualidad que su mascota sea, Astro, un audaz mapache que crea nuevos caminos.

En los 21 años de historia de la compañía nunca habían hecho un desembolso tal. Pero sí estaba acostumbrada a superar el umbral de los millones de dólares, como en los casos de Tableau, Mulesoft, Demandware, ExactTarget, Clicksoftware, o Quip. Esta última le ha servido para sumar a su equipo a una pieza clave, hoy segundo de a bordo y presidente de Salesforce, pero antes CTO de Facebook, es decir, máximo responsable técnico.

Dreamforce

El momento escogido para el anuncio tampoco es casual. Ha sido durante el primer día de Dreamforce. La conferencia anual de Salesforce en la que se corta la arteria central de San Francisco y el jardín Yerba Buena, como se llamaba inicialmente el primer poblado español en la ciudad. Por la noche se celebran conciertos que nada tienen que envidiar a los festivales de música de primer nivel. Bruno Mars actuó en la plaza del ayuntamiento hace seis años. Al siguiente los Foo Fighters. Después U2, Metallica, Alicia Keys…

Uno de los eventos organizados por Salesforce en anteriores ediciones del Dreamforce

Los ponentes no le van a la zaga. Benioff ha dialogado en el escenario con Hillary Clinton, Michelle Obama, Colin Powell, Al Gore… Las delegaciones de cada país aprovechan para agasajar a las grandes cuentas locales o darle ese empujón al cliente potencial a punto de firmar un contrato.

La saturación es tal que no quedan habitaciones de hotel disponibles. En 2015 echó el ancla en el embarcadero, junto donde comienza el distrito financiero, el DreamBoat, un barco de crucero tuneado para la ocasión que servía como alojamiento adicional para poder cubrir la demanda.

"Excavar o vender palas"

Slack es una de las compañías que “vende palas”, como les gusta definir en Silicon Valley a las herramientas de uso masivo que se consideran básicas para el trabajo. La analogía conecta con los orígenes de la ciudad y la fiebre del oro. Cuando los mineros se mudaron a la bahía en busca de su pepita de oro. Fueron pocos los agraciados con una de ellas. Hicieron más dinero los que les vendían palas y útiles para la búsqueda. Como paradoja, se fraguaron algunas fortunas que hoy siguen presentes. Como Levi’s con sus vaqueros, el uniforme de aquellos soñadores.

Apuntaba en Twitter Iñaki Berenguer, español con varios ‘exits’ a sus espaldas, que la clave está en invertir en empresas que usen las startups: “Incluso si te parece que están sobrevaloradas. En mi caso, desde hace cinco años: Twillio, Okta, Zoom, Asana, Hubstpot… Las próximas IPO (salidas a bolsa) podrían ser Stripe, Talkdesk, Zapier, Customerio, Carta…”e

Slack y Salesforce están a solo una manzana, o una cuadra como dicen por aquí. Solo los separa el Salesforce Park, un espacio público donado por los de Benioff, y un edificio de oficinas, las de BlackRock, el mayor gestor de activos del mundo. Toda una señal de que el downtown de San Francisco no solo es terreno tech, sino también el espacio a conquistar por los grandes de Wall Street.

La mayor adquisición en lo que va de año se ha cerrado entre las calles Mission y Howard.

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