Miembro de la carrera judicial desde hace 38 años, Angela Murillo es una de las magistradas más veteranas de la Audiencia Nacional, tribunal al que llegó en 1993 Fue la primera mujer en incorporarse a este órgano y también la primera en presidir una de sus secciones.

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Murillo suele expresarse en los juicios con una espontaneidad que muchos de sus colegas consideran impropia de la función jurisdiccional pero que le han servido para granjearse el favor del público: a raíz de su enfrentamiento con Arnaldo Otegi durante el juicio del caso Bateragune -sobre el que ha fallado este martes el Tribunal Europeo de Derechos Humanos- se creó en Facebook un club de fans de Ángela Murillo que alcanzó 6.000 seguidores en tres semanas. "Ángela para presidenta, te necesitamos" o "con unos poquitos más como esta señora la Justicia española iría muchísimo mejor".

El fallo emitido por la Corte de Estrasburgo no significa precisamente eso. El comportamiento de Ángela Murillo con el dirigente batasuno, convalidado por sentencias dictadas por mayoría por el Tribunal Supremo y por el Tribunal Constitucional, ha valido a España un nuevo fallo adverso del tribunal que vela por el cumplimiento del Convenio Europeo de Derechos Humanos y motivará con probabilidad un proceso de revisión de la condena del caso Bateragune, referido a la reconstitución de Batasuna siguiendo instrucciones de ETA.

Murillo presidió el tribunal que en septiembre de 2011 impuso 10 años de prisión por el asunto Bateragune a Arnaldo Otegi, al que ya había condenado en marzo de 2010 a dos años de cárcel por enaltecimiento del terrorismo al haber homenajeado el etarra José María Sagarduy. Otegi elogió la "lucha" de ese terrorista y le equiparó con Nelson Mandela.

Durante este último juicio, la magistrada hizo uso de su potestad de plantear preguntas a los acusados, una facultad que la doctrina del Supremo aconseja utilizar con prudencia porque puede poner en peligro la apariencia de imparcialidad del juez, que en ningún caso debe asumir el papel de acusador.

La magistrada emplazó a Otegi a decir si condenaba o no "rotundamente" la violencia, una cuestión directamente vinculada al delito objeto de acusación (enaltecimiento del terrorismo). "No voy a contestar", indicó el dirigente abertzale, a lo que Murillo reaccionó diciendo: "Ya sabía yo que no iba a responder". "Y yo que iba a hacerla", replicó el dirigente batasuno.

Ese "ya sabía yo que no iba a responder" le valió a Murillo un serio correctivo de la Sala Penal del Supremo, que anuló la condena por enaltecimiento del terrorismo impuesta a Otegi y ordenó repetir el juicio.

Como el TEDH recuerda en su sentencia, esa afirmación de la presidenta del tribunal refleja que tenía previamente formada una opinión sobre la culpabilidad del acusado.

Un nuevo tribunal de la Audiencia Nacional, presidido por el entonces magistrado Javier Gómez Bermúdez, absolvió a Arnaldo Otegi del enaltecimiento al etarra Sagarduy. Este dato es mencionado en la sentencia del TEDH en el sentido de que "no puede ser ignorado" que una Sala con otra composición no vio delito en Otegi, lo que "contribuye a la existencia de un legítimo temor" sobre la falta de imparcialidad de Murillo para enjuiciar al mismo acusado unos meses después por el caso Bateragune.

"¿Un tiro en la nuca es 'violencia política'?

La llamada de atención del Supremo sobre la actitud de Ángela Murillo en el juicio por enaltecimiento no impidió que la magistrada volviera a expresarse con desparpajo en la vista sobre Bateragune.

Cuando la abogada de Otegi le pidió permiso para que éste bebiera un poco de agua, la magistrada contestó "por mí, como si toma vino".

Después de escuchar cómo los acusados se presentaban como los impulsores del debate que llevó a la izquierda abertzale a cambiar de estrategia y dejar de lado "la violencia política", Murillo intervino para hacer una pregunta a la última procesada, Miren Zabaleta. "Usted se ha manifestado contraria a la violencia política ¿Qué es la violencia política? ¿Un tiro en la nuca es violencia política?", inquirió la magistrada.

A Rufino Etxeberria, que compareció como testigo y al entrar en la sala se abrazó con Otegi, le espetó "usted de imparcial poco, ¿no?".

"Estos cabrones"

En noviembre de 2011, durante uno de los juicios contra el cabecilla etarra Javier García Gaztelu, alias Txapote, Murillo dejó clara su actitud hacia el acusado con comentarios que hizo creyendo que el micrófono estaba cerrado.

Txapote acogió con total indiferencia y frialdad el sobrecogedor testimonio de la viuda del concejal de UPN en Leiza (Navarra) José Javier Múgica, asesinado en 2001. "...Y encima se ríen estos cabrones", dijo la magistrada.