Un bautizo que acabó en pelea y cuyo trasfondo era una auténtica guerra entre clanes para disputarse la 'herencia' de "Cabeza de Cerdo", el mayor traficante de mujeres del mundo. Esa bronca fue a más y Dorel Hanea, el sucesor del jefe de la mafia de origen rumano, ordenó matar a su rival que osó acudir a la celebración.

Sus compinches idearon un plan para acabar con su rival: asesinarle con un coche teledirigido comprado en una tienda de juguetes y cargado con explosivos. Sin embargo, la operación salió mal y uno de los hombres de Dorel acabó amputado al estallarle la bomba mientras la trasladaba.

Este intento de asesinato, que destapó la guerra de clanes, se está juzgando en la Audiencia Provincial de Madrid, con cuatro personas sentadas en el banquillo de los acusados y por lo que se enfrentan a penas de hasta 17 años de prisión. Entre los acusados no está Dorel, quien ordenó el asesinato, porque semanas después de los altercados apareció muerto en México por una sobredosis de cocaína.

El 2 de noviembre de 2014, se celebró un bautizo en Alcalá de Henares (Madrid). Durante la ceremonia, hubo una disputa entre Dorel Hanea y Marian Tudorache, alias “Becu”. Dorel, como todos le conocían, era el lugarteniente de Ioan Clamparu, alias “Cabeza de Cerdo”, “Padrino” o “Papá”, el mayor proxeneta de Europa. Cuando éste ingresó en prisión para cumplir una condena de 30 años, puso a su segundo al frente del imperio de Marconi, por el nombre del polígono en el barrio madrileño de Villaverde donde esta organización había llenado las calles de prostitutas extorsionadas. Dorel era conocido por dar palizas y extorsionar brutalmente, al igual que su predecesor.

Durante ese enfrentamiento, un hombre de Dorel fue agredido por Becu, quien intentó atacarles con un cuchillo al mismo tiempo que les decía “os mato a los dos”, siendo reducido por el resto de los asistentes al bautizo. A partir de este altercado, Dorel, el capo de la organización criminal en ese momento, decidió acabar con la vida de Becu, hombre de su organización hasta que decidió escindirse.

Un artefacto en un coche de Toys'r us

Los hombres de Dorel planearon colocar un artefacto explosivo en el coche de Becu con la intención de “acabar con su vida una vez producida la deflagración cuando fuese a conducir el vehículo o se encontrase dentro del mismo”, según las conclusiones provisionales de la Fiscalía. El artefacto fue elaborado por dos de los acusados, Tudor Mihai Rus y A. M. G. (ahijado de Dorel). Tres días después del bautizo, se fueron a un Toys'r us (tienda de juguetes) de Alcorcón y compraron tres coches teledirigidos mediante control remoto, “que manipularon para introducir en su mecanismo una sustancia tipo dinamita”.

Esa dinamita fue suministrada por otro de los acusados, Traian Berariu, alias 'Nutu', sin que tuviese ningún tipo de autorización para tenerla. Durante su declaración en el juicio, reconoció que entregó un cartucho de dinamita a otro de los acusados. “¿A quien se lo entregó?”, le preguntó la fiscal. “A él”, dictaminó señalando a Tudor Mihai. Ahora bien, negó que cobrara por ello y no supo decir quien le llamó para pedírselo.

Tudor ha sido el peor parado de toda esta historia. Tras colocar el explosivo en los juguetes, fue él quien se encargó de trasladarlos para colocarlos en el coche de Becu. Por el camino, le explotó. “Dichas lesiones le habrían ocasionado la muerte de no haber sido intervenido quirúrgicamente de forma urgente”, sostiene el Ministerio Público.

Cicatrices, diversas amputaciones, cirugía vascular, traumatológica y cirugía plástica, que le mantuvieron 43 días hospitalizado. Esa explosión llevó a la Policía a desarticular la organización criminal y Tudor fue detenido y enviado a prisión, hasta la actualidad. Con muletas y diversas cicatrices, acudió al juicio custodiado por dos agentes de policía, que le trasladan todos los días desde la cárcel a la Audiencia Provincial de Madrid.

"¿Tudor está muerto?"

En el juicio se ha visto un nuevo giro. Las preguntas de la defensa de Tudor iban dirigidas a colocarse como víctima del Ahijado de Dorel, otro de los acusados A. M. Tras estallar la bomba, la mujer de Tudor llamó a A. M. y la acompañó al hospital. “¿Es cierto que usted le preguntó al médico insistentemente si Tudor estaba muerto?”.

A. M. negó todos los hechos. Aseguró que aquella noche estaba con su mujer, embarazada de tres meses, aunque reconoció que acudió al hospital a acompañar a la esposa de Tudor. Vestido de traje, durante su interrogatorio, se mostró ante la Sección 30 de Madrid como un hombre de negocios, dueño el pub La Manía Madrid, en la céntrica calle de la capital Alberto Alcocer. Sin embargo, ya el Juzgado de Parla decretó su ingreso en prisión incondicional y le prohibió aproximarse a Tudor, su esposa y demás familiares, ni comunicarse por ningún medio con ellos.

Sin embargo, la Fiscalía sostiene que ambos elaboraron el artefacto en casa de A. M. y fue éste quien iba haciendo labores de vigilancia al coche que iba conduciendo Tudor. Ambos se enfrentan a 17 años de prisión.

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