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En este tiempo de protesta y paradoja, mi Carta del Director de hoy contiene un anticipo retrospectivo. Se trata del adelanto del segundo tomo de mis memorias que Planeta pondrá a la venta el jueves 24 bajo el título “Por decir la verdad”.

Por decir la verdad sobre los GAL un gobierno del PSOE consiguió en 1989 que me echaran de Diario 16. Por decir la verdad sobre la trama Gürtel y los SMS de Bárcenas un gobierno del PP consiguió que me echaran en 2014 de El Mundo.

No tengo ninguna cuenta por saldar. Mi libro se limita a contar lo que ocurrió. Cómo y por qué ocurrió.

Este capítulo recoge mis vivencias de aquel 30 de enero en que fui destituido como director del periódico que había fundado veinticinco años antes.

A través de estos recuerdos quiero rendir homenaje a aquella redacción excepcional que marcó la agenda de la vida española durante un cuarto de siglo.

Tanto a los que estaban presentes en la que fue una despedida tan dramática como emocionante, como a los que no pudieron acudir o habían cambiado ya de rumbo.

Y como símbolo de todos ellos quiero honrar la memoria de Fernando Múgica, el excepcional reportero, el periodista integral que estaba allí, pero no salió en ninguna foto porque fue él quien las hizo. El testigo directo.

Por primera vez se publican hoy las imágenes que Múgica captó hace más de once años, durante aquella jornada, y recopiló en forma de e-book con el título de “Una mala tarde”.

Sí, fue “una mala tarde”, compensada de sobras por todas las satisfacciones compartidas con mis compañeros gracias a esta extraordinaria forma de vida que es el periodismo.

Sí, fue “una mala tarde” pero de aquella redacción salieron los cinco brillantes directores que han dado continuidad al proyecto fundacional de ese gran periódico, ahora colega más que competidor de EL ESPAÑOL.

Sí, fue “una mala tarde”, pero el legado de otros tres paladines de la libertad como Victoria Prego, Víctor de la Serna y Fernando Lázaro que sí aparecen en las fotos, nos recuerdan que los que compartimos su empeño en la búsqueda de la verdad tenemos la obligación de transmitir ese fuego sagrado a las nuevas generaciones.

Bajo una u otra cabecera.

Nosotros, vosotros, ellos… todos somos la cabecera.

*** *** ***

El drama del 30 de enero se desarrolló en tres actos, reflejados en un impresionante reportaje gráfico que Fernando Múgica realizó y editó con un MacBook. Cuando llegué a media mañana, la noticia ya se había filtrado y no pude negarla ante quienes se arremolinaron a mi alrededor.

Todo eran caras de consternación, o al menos de sorpresa.

Aunque supongo que habría algunos sentimientos contrapuestos, nadie podía soslayar el sentido del acontecimiento que se estaba desencadenando. Por primera vez en 25 años, El Mundo iba a cambiar no ya de piel, sino de entrañas.

Las secretarias de redacción Isabel Mancheño, Elena Franco y Amelia Marco, tras conocer la noticia. Fernando Múgica

Los caminos del periódico y de su fundador iban a bifurcarse por razones difíciles de entender incluso para quienes más cerca estaban del conflicto. Sobre todo para quienes más cerca estaban del conflicto.

Tras unos grandes abrazos con mis compungidas secretarias y una breve conversación melancólica con Pedro Cuartango, subdirector de Opinión, me encerré un rato en el despacho. Por primera vez, quizás en varios años, las dos puertas permanecieron cerradas sin que nadie más que yo estuviera dentro.

Reflexioné sobre lo que debía decir en cada instancia y me dirigí a la planta sótano donde iba a reunirse el Consejo de Administración. Allí esperaban Pietro Scott [CEO de RCS enviado desde Milán a destituirme] con sus hombres de negro, la directora financiera Stefania Bedogni, a juego con sus compatriotas, y el siempre cordial Zambeletti [vicepresidente de Unidad Editorial].

Entre los españoles, el presidente de la compañía, Antonio Fernández Galiano, Alejandro de Vicente e Ignacio de la Rica, veterano directivo de Expansión.

El único punto del orden del día era mi destitución como director y el nombramiento de Casimiro García Abadillo. No sé si constó en acta, pero yo lo dije para que al menos quedara grabado en sus conciencias.

– Creo que vais a cometer un grave error que va a ser perjudicial para todos. Para el periódico, para la empresa y, por supuesto, para mí. Si en el último momento apareciera un ángel y detuviera vuestros puñales, como detuvo la mano de Abraham cuando iba a sacrificar a su hijo, o si de repente la paloma del Espíritu Santo descendiera sobre vosotros y recibierais un soplo de sabiduría, inmediatamente rompería el documento que he firmado, renunciaría a cualquier cantidad y volvería a mi despacho a seguir dirigiendo El Mundo.

También les dije que había tres cosas que me dolían como si fueran "puñaladas": no llegar al 25 aniversario al frente del periódico en octubre, no recoger los frutos de la digitalización y, sobre todo, tener que dejar el cargo con Javier Espinosa secuestrado.

Nadie parpadeó, y en pocos minutos todo fue consumado.

En la imagen superior, los subdirectores del periódico Rafael Moyano e Iñaki Gil. Abajo, Pedro Simón, Joaquín Manso y José Ayma. Fernando Múgica

A continuación, pasamos a la gran sala adjunta que, con sus correspondientes mamparas servía de salón para los distintos eventos del grupo. Casimiro y yo nos sentamos flanqueando a Antonio en una mesa marrón de patas metálicas.

Enfrente había tres filas de sillas rojas, en las que sólo se sentaron Pietro Scott y los demás italianos.

Detrás, de pie, varios centenares de empleados de Unidad Editorial, incluida gran parte de la redacción de El Mundo. Era una comunicación formal a la plantilla. Todos estábamos tensos, aunque utilizáramos el lenguaje de los juegos florales.

– Este es un día histórico para Unidad Editorial. Se culmina una etapa. No recibimos de Pedro J. un legado a título gratuito. Asumimos el compromiso de hacer crecer su obra.

Estaba hablando Antonio cuando de repente sonó mi móvil y tuve que apagarlo. Entonces él se vino arriba y agradeció que yo hubiera aceptado la "sugerencia" de proceder a mi relevo como director. Hasta entonces le escuchaba con los brazos cruzados.

Como en un movimiento reflejo, me llevé el pulgar y el índice de la mano derecha a la garganta (el momento quedó perpetuado en una de las fotos de Múgica), pero no pude callarme. Interrumpí a Antonio con jovialidad impostada.

Pedro J. Ramírez, junto a Antonio Fernández Galiano y Casimiro García Abadillo, compareciendo ante la plantilla de Unidad Editorial. Fernando Múgica

– Perdona que te corrija, Antonio, pero a mí no se me ha sugerido nada. Se me ha comunicado la decisión de destituirme. Otra cosa es que a partir de ahí hayamos llegado a un acuerdo amistoso que incluye la continuidad de mi colaboración con la empresa y el periódico. Y eso atenúa mi pesadumbre. Mientras El Mundo la publique, mi Carta del domingo no se publicará en ningún otro sitio.

Pietro Scott Jovane, consejero delegado de RCS (segundo por la derecha), y sus hombres de negro. A la izquierda Stafania Bedogni, directora financiera; Giampaolo Zambelletti, vicepresidente; y Tomás Pereda, director de Recursos Humanos. Fernando Múgica

Antonio se quedó lívido e inclinó la cabeza, pero dio por buena mi versión y retomó la palabra para elogiar a Casimiro. Yo hice lo propio de todo corazón y él me correspondió con los mismos lazos fraternales, prometiendo continuidad.

Pero los tres nos dimos cuenta de que lo mejor sería que se levantara cuanto antes la sesión.

Pietro Scott y los hombres de negro nos abrazaron ritualmente como en las películas de gánsteres y desaparecieron. Nunca más los volvería a ver.

El tercer acto es el que ha quedado en la memoria de cuantos lo vivimos, empezando por mí mismo. "En el periodismo español habrá un antes y un después de esa fecha", escribió Múgica en el prólogo de su libro fotográfico.

Yo había pedido despedirme de la redacción de El Mundo, con Antonio presente, y nadie había puesto ningún inconveniente.

En el intervalo, mientras me tomaba un bocadillo de tortilla y una Coca-Cola en el despacho, le encargué a Fernando Baeta (como responsable de la web estaba preparando una historia del periódico a través de sus portadas) que me imprimiera las primeras páginas más emblemáticas.

Pedro J. Ramírez, junto a Antonio Fernández Galiano dirigiéndose al conjunto de la empresa. Fernando Múgica

Con ese mazo en la mano me subí a dos montones de cuatro paquetes de folios cada uno, apilados por las secretarias como si de un pedestal se tratara, en el hueco entre las secciones de Política y Economía.

Casimiro se sentó a un lado, mientras Antonio permanecía de pie al otro y Cuartango se reclinaba sobre una de las mesas con la barbilla hundida sobre la mano, con permanente aire de desolación.

Alrededor se congregaban dos centenares de periodistas, ejecutivos como la directora general Eva Fernández y, por supuesto, mis queridas y compungidas secretarias.

Las fotos tomadas de frente mostraban a mis espaldas a figuras del periódico como el propio Baeta, Victoria Prego, Vicente Ferrer, Juan Carlos Laviana, María Peral, Zabala de la Serna, Iñaki Gil, Rafa Moyano, Ana Romero, Esteban Urreiztieta, el gran dibujante Ricardo Martínez y otros que descollarían después como Vicente Ruiz o un Joaquín Manso, con larga melena, tupida barba y un jersey rojo de existencialista con dos franjas transversales entre rojo y naranja.

Huyendo como siempre de los focos, detrás de ellos estaba uno de los hombres clave del periódico, el vicedirector de Revistas y Suplementos, Miguel Ángel Mellado. Su gesto compungido, era reflejo a la vez de la impotencia colectiva. Mellado representaba como pocos la veta creativa de la redacción. Al conocer la noticia había tratado de conjurar lo ya inevitable, hablando con otros miembros del staff. Pero la ola nos había pasado por encima a todos.

De izquierda a derecha: Eduardo Inda, Casimiro García Abadillo, Pedro J. Ramírez, Ana Romero, Víctor de la Serna e Iñaki Gil. Fernando Múgica

Del otro lado, juntos y revueltos, como símbolo del gran periódico coral y plural que hacíamos, Víctor de la Serna, Manuel Jabois, Eduardo Inda, Antonio Lucas, Carlos Cuesta, Pedro Simón con una camiseta de John Lennon, Fernando Lázaro, Carlos Segovia, Ana Alonso, Manu Llorente o tantos más, unos con firma, otros volcados en tareas organizativas, todos apenados al asistir a la despedida de alguien que siempre les había exigido mucho, pero también se había exigido a sí mismo al máximo, para poder ofrecerles lo mejor que podía darles: el periodismo como forma de vida.

Pedro J. Ramírez sobre los paquetes de folios donde pronunció su discurso de despedida. Fernando Múgica

El silencio empedraba por primera vez una jornada tumultuosa cuando, girando sobre mis talones, les fui mirando a todos ellos antes de empezar a hablar.

Mientras me tomaba el bocadillo en el despacho, se me había venido a la cabeza una escena de una película clásica en la que una mujer importante repasaba su vida a través de los vestidos icónicos que había llevado en cada episodio o acontecimiento.

Pensé que nuestros vestidos eran nuestras portadas, con la ventaja de que podía reunir sus reproducciones en una mano, mientras mostraba cada una con la otra en la que sujetaba un micrófono.

Tras esos segundos de mutismo que requiere toda intriga, empecé a improvisar con otra referencia cinematográfica más explícita y cercana, la del replicante de Blade Runner. Era la cita que había brotado de labios de Cuartango en ese momento de complicidad y pesadumbre que había compartido con él al llegar al periódico.

– Sí, es verdad. Pedro García Cuartango me decía esta mañana: "Hemos visto naves ardiendo más allá de Orión y hemos visto brillar los rayos C en la puerta de Tannhauser". A lo largo de estos 25 años hemos sido testigos y protagonistas de algunos de los hechos más extraordinarios de la Historia de España. Fernando Baeta ha seleccionado treinta o cuarenta portadas. Podría haber cien, desde la primera portada con la mayoría absoluta que perdió por los pelos el Partido Socialista en el 89.

Pedro J. Ramírez, duante su discurso, mostrando algunas de las portadas más relevantes publicadas por El Mundo bajo su dirección. A la izquierda, Pedro García Cuartango y Antonio Fernández Galiano. En segundo plano, Vicente Ruiz, Juan Carlos Laviana, Fernando Baeta, Ferrán Boiza, Joaquín Manso y Rafa J. Álvarez. Fernando Múgica

Cuando empecé a exhibirlas, vinculando a cada una de ellas los nombres de los periodistas que habían protagonizado nuestras grandes exclusivas, me di cuenta de que tenía en mis manos el filón del orgullo colectivo de una redacción que había levantado algo enorme de la nada, mientras un siglo había dado paso al siguiente.

Ayer se desmoronó el Muro de la Vergüenza

Juan Guerra usaba el despacho oficial de manera permanente

Ibercorp [Casimiro] admite que ocultó algunos nombres alterando los DNI

Filesa [Casimiro] financió ilegalmente al PSOE con la cooperación de grandes bancos y empresas

"No me van a engañar como a Amedo"

– No sé si está Antonio Rubio, Manolo Cerdán –por entonces director de Interviú–, emocionalmente está con nosotros, como todos los grandes.

Luis Roldán estaba huido de la Justicia, todo el mundo le buscaba y sólo El Mundo le encontró. Imprimimos 700.000, 800.000 ejemplares durante 24 horas. Aquellos sí que eran tiempos para la prensa de papel.

Amedo y Domínguez colaboran con la justicia e implican al Gobierno en el montaje de los GAL

– Esta mañana me ha mandado un mensaje muy cariñoso Melchor Miralles, uno de los grandes periodistas que fundó este periódico y que tanto tuvo que ver con la investigación y desenmarañamiento de esta historia.

Aparecen los cadáveres de Lasa y Zabala tras haber sido torturados y enterrados en cal viva

Entonces me dirigí a Galiano, porque nuestra fuente había contactado conmigo a través de él.

–Todavía me acuerdo, Antonio, del día que nuestro común amigo me enseñó aquellas fotografías terroríficas extendidas encima de la mesa, con las huellas de las uñas arrancadas, los apósitos sobre las heridas y la tortura. Y aquel fin de semana era la boda de la infanta Elena en Sevilla y decidimos aguantar tres días para no fastidiar a España con las fotografías que publicamos el martes. No pude evitar contárselo al cardenal de Sevilla, que me tocó al lado en el convite, y quedó claro que era secreto de confesión.

Aquella broma destensó el ambiente y las risas cundieron a mi alrededor. Todos podían imaginarse la escena.

Pero seguimos adelante a golpe de exclusiva.

En la imagen superior en segundo plano, Silvia Fernández, Silvia Román y Marcos Iriarte. En primer plano, Carlos Segovia y Carmen Remírez de Ganuza. En la imagen inferior, Javier Vidal, Álvaro Tizón y Eduardo J. Castelao. Fernando Múgica

El CESID lleva más de diez años espiando y grabando a políticos, empresarios y periodistas

La famosa cintateca en la que hasta el Rey había sido espiado. Y por supuesto, Melchor y yo habíamos sido espiados por los servicios del felipismo.

Aznar gana las elecciones pero necesita a Pujol para gobernar

La amarga victoria que supuso la oportunidad de que España entrara en la mejor etapa de la Transición, en términos de estabilidad política y prosperidad.

ETA le enterró en vida y le trató como a un perro

Ortega Lara.

El pueblo maldice a ETA

El día del asesinato de Miguel Ángel Blanco.

A por ellos con la paz y la palabra

La manifestación en la que Victoria fue la voz de todos los españoles.

Sus colegas fijaron entonces su mirada en Victoria Prego, notario y símbolo de la Transición, siempre razonable y ponderada, una más entre nosotros con su rebeca gris y su jersey vuelto de cuello azul. Era fácil percatarse de que se sentían, nos sentíamos, orgullosos de ella.

De izquierda a derecha: Fernando Lázaro, Casimiro García Abadillo, Pedro J. Ramírez, Victoria Prego y Joaquín Manso. Fernando Múgica

– Y, amigos, Una foto para la Historia. Cuando el gran Fernando Quintela logró introducir una cámara a través de los filtros de seguridad del Tribunal Supremo y hacer la fotografía de su declaración en el juicio de los GAL que condena a Felipe González a la cadena perpetua de la hemeroteca.

Aquella exclusiva de película dio paso enseguida a la primera de nuestras tres grandes tragedias.

ETA asesina al periodista José Luis López de Lacalle por defender la libertad en el País Vasco

La bolsa de periódicos y el paraguas de López de Lacalle. Aquel día yo entré en su casa con el entonces vicepresidente del Gobierno Mariano Rajoy, el mismo que recientemente boicoteó el premio periodístico entregado en su nombre.

Zapatero gana por 9 votos al ilusionar al Congreso y pactar con el guerrismo

El triunfo inesperado de ZP en el congreso del PSOE.

El mayor ataque terrorista de la Historia derriba los símbolos del poder de Estados Unidos y causa más de 10.000 muertos

El 11-S.

Y a continuación, el segundo mazazo.

De izquierda a derecha: Iñaki Gil, Juan Carlos LAviana, Vicente Ruiz, Fernando Baeta (con la cara tapada), Ana Romero, Eva Fernández , Rafa Moyano y Ferrán Boiza. Fernando Múgica

Testigos presenciales dan por muerto [y era verdad] al periodista Julio Fuentes en Afganistán.

Siempre me acordaré de aquel tremendo viaje de regreso desde Islamabad con Mónica y con el cadáver de Julio. Uno de los nuestros, una de nuestras torres gemelas.

El Mundo contra la guerra

El Mundo se puso enfrente del Gobierno de Aznar, al que había apoyado en la mayoría de las ocasiones, cuando cometió la equivocación de apuntarse a la foto de las Azores y respaldar aquella invasión que no tenía justificación, como luego quedó demostrado. Una invasión en la que sufrimos la tercera terrible estocada. El derribo de nuestra otra "torre gemela".

El periodista Julio Anguita Parrado muere víctima de un misil al sur de Bagdad

– Y veo su cara de niño aquí en la portada y me acuerdo de cómo fui a ver a su padre a Córdoba, a darle un abrazo aquel día.

El día de la infamia, que fue naturalmente el 11 de marzo de 2004.

La siguiente portada era la de la boda de los príncipes Felipe y Letizia. Y mi comentario volvió a desatar las risas.

Un sí bajo la lluvia, un título que fue una metáfora y un pronóstico. Prometo que no estábamos pensando en nada, es que ese día llovía.

Otro momento de la intervención de Pedro J. Ramírez.

Zapatero se limita a suspender el diálogo tras el gravísimo atentado de ETA

La T-4.

Absueltos los cerebros del 11-M

Aquí esta casi todo por dilucidar: quién puso las bombas, por orden de quién, cómo lo hicieron.

Obama hace historia

El primer presidente afroamericano de los Estados Unidos.

El Gobierno explicó a ETA que intentó parar la redada del Faisán

La gran exclusiva de Ángeles Escrivá con las actas de las negociaciones con ETA.

El Gobierno a ETA tras la T-4: "El acuerdo político es posible"

Torres chantajea al Rey ligando a Corinna con el caso Urdangarín

– ¡Ay, Corinna!

Mi exclamación sobre la amante del rey Juan Carlos desató por tercera vez las risas, pero yo las atajé rápidamente porque estábamos acercándonos al desenlace y yo quería hacer un inciso retrospectivo para transmitir a mi equipo un agradecimiento especial.

– Y aquí comenzaron algunos de nuestros problemas recientes: Bárcenas pagó sobresueldos durante años a la cúpula del PP. ¡Ay el día que contemos cuál fue nuestra fuente! No, no lo contaremos, porque los periodistas no debemos contar nunca cuáles son nuestras fuentes.

El socio de Urdangarín implica al Rey [palabras mayores] en actividades de Noos

"Sólo traté de encontrarle un trabajo digno a Iñaki"

La insuperable, la única, la inigualable Corinna a Ana Romero. El gran scoop de Ana Romero.

– Y, antes de entrar en la recta final, he de decir que hay muchas portadas que se han ido dejando atrás, grandes exclusivas del periódico, alguna portada que me ha concernido personalmente y ahora que se superponen los recuerdos y que unas cosas se acumulan sobre otras, quiero deciros que nunca olvidaré la asistencia masiva de la redacción a aquella cena de Navidad de hace dieciséis años, en la que yo dije: "Os prometo que a partir de ahora miraré antes dentro del armario". Y es verdad: no he dejado desde entonces de mirar dentro del armario.

La evocación del episodio del vídeo en clave humorística fue como un guiño colectivo. Muchos de los presentes habían vivido aquel momento angustioso en el que intentaron matarme civilmente para acabar con el periódico de la forma más vil y repulsiva imaginable.

Las risas dieron paso enseguida a los aplausos.

– Bueno, y aquí empieza el "viacrucis": Cuatro horas con Bárcenas. ¡Maldita sea la suerte del día en que a mí se me ocurrió volver a ser reportero por una mañana! [otra vez las risas].

Cuatro horas con Bárcenas: el extesorero describe la financiación ilegal del PP y sus contactos con Rajoy

Los originales de Bárcenas incluyen pagos de sobresueldos a Rajoy cuando era ministro

Bárcenas guardaba silencio [los famosos SMS] por el apoyo que le daba Rajoy

En la imagen superior, a la izquierda: Aurelio Fernández y Manu Llorente. En la imagen inferior, de izquierda a derecha: Henar Andrés, Isabel Lantigua, Lucas Sáez Bravo, Miguel A. Herguedas y Javier Barriocanal.

– Y el pleno del Congreso del 1 de agosto de 2013. En una de las mejores portadas que hemos hecho tanto desde el punto del concepto (Rajoy atrapado por Rajoy), como por su composición iconográfica. Los dos rostros enfrentados de Rajoy: el uno como quitándose de en medio, el otro inquisitivo.

Quedaba bien resumido el drama político y la encrucijada en que se encontraba el presidente del Gobierno. ¿Y cómo la resolvió? Transformando su conflicto con la opinión pública, eventualmente con la Justicia, con la oposición parlamentaria, sin duda con su propio partido, en un conflicto con el diario El Mundo.

– Ese es el hito clave de algunas de las cosas que han sucedido en España y que nos han sucedido en los últimos meses. Cuando él dice en sede parlamentaria, utilizando aquellas palabras de Rubalcaba, "El Mundo manipula y tergiversa las palabras de un delincuente hasta transformarlas en una calumnia", estaba colocando el foco en una persona determinada que era el director de El Mundo.

– Recordareis cómo pocas semanas después, inesperadamente, sin que viniera a cuento, en su declaración ante el juez, María Dolores de Cospedal dijo: "Yo no leo El Mundo". El presidente de un Gobierno que tiene mayoría absoluta nos ha convertido en sus adversarios o tal vez enemigos. La secretaria general ha dicho "Yo no leo El Mundo".

– Y por si faltara alguna clarificación, se produjo el ominoso boicot, la vileza política que supuso el boicot a ese acto que, como sabéis, ha tenido siempre un sentido apolítico o al menos apartidario, de homenaje a lo que significaron nuestros compañeros que dieron la vida por lo más sagrado, por el derecho a la información de los ciudadanos, por la libertad de prensa, ese acto en el que políticos de todas las condiciones convergían en la sede de El Mundo, en el que el propio hoy presidente del Gobierno acudió reiteradamente junto al que entonces lo era, Zapatero, compinchándose para sacar en su día de la cárcel de Cuba a Raúl Rivero y de la de Marruecos a Ali Lamrbet.

Pedro J. Ramírez, durante su discurso a la redacción de El Mundo. Fernando Múgica

– Ese acto, que para todos tenía un significado por encima de la polémica, fue utilizado como señal, como elemento detonante de la conversión del director del diario El Mundo en una especie de enemigo del establishment. Entre tanto, que os cuenten Eduardo Inda y Esteban Urreiztieta las idas y venidas de estos meses y que os cuente Ana Romero, la Casa Real por aquí, la Casa Real por allá, como si el que se hubiera casado con Urdangarín hubiera sido yo o como si la cadera que se hubiera roto en Botswana hubiera sido la mía.

La ironía funcionaba entre nosotros y una vez más tuvo su válvula de escape a través de la risa. Muchos se percataron, sin embargo, de que a Antonio aquello empezaba a no hacerle ninguna gracia, pues presentaba mi destitución como lo que había sido: un golpe de mano político y empresarial con la Casa Real como trasfondo.

– Todo eso ha formado parte del paisaje. Todo eso ha tenido mucho que ver con lo que está sucediendo hoy. La nómina de Bárcenas pone en cuestión el relato de Rajoy. Y vaya que la ponía en cuestión, dijo que no estaba en el partido y ahí estaba la nómina.

*** *** ***

Ya sólo me quedaba una primera página de la que hablar, antes de dejar el mazo completo sobre la mesa.

– Esta portada: Javier Espinosa secuestrado en Siria por afines a Al Qaeda. Bueno, yo les he dicho hoy a los miembros del Consejo de Administración de El Mundo, creo que con esto no estaré vulnerando ningún acuerdo de confidencialidad, que hay tres cosas que me duelen en este momento como puñaladas en el estómago. Una, dejar de ser director de este periódico sin que Javier esté de nuevo con nosotros. Sin que Javier, que es el símbolo de lo mejor que ha habido siempre en esta casa, esté de nuevo en esta redacción.

No pude evitar que se me quebrara la voz mientras todos aplaudían largamente a nuestro compañero. Para sobreponerme pronuncié la única palabra vulgar de mi intervención.

– Lo segundo que me jode es no poder llevar el estandarte en el desfile del 23 de octubre en que se cumple el 25 aniversario del periódico. Bueno, espero que me dejéis estar por ahí.

– Y lo tercero, hablando de un asunto que tiene que ver con nuestro futuro, me fastidia no haber podido cobrar los frutos de lo que para mí ha sido un gran movimiento estratégico, que es el llamado "cambio de piel" de El Mundo y todas las apuestas que hemos empezado a hacer en el terreno de la digitalización.

En la imagen superior, a la izquierda Manuel Jabois, Anonio Lucas y Carlos Segovia. En la imagen inferior, Yaiza Perera o Virginia Hernández. Fernando Múgica

Era el momento de hacer balance, de dejar claro cuál era la salud del periódico que yo entregaba a sus accionistas un cuarto de siglo después de haberlo fundado.

– Los 127.000 suscriptores digitales con que vamos a cerrar el mes representan la mejor palanca hacia el futuro que tiene esta casa. Baste decir que esos 127.000, de los cuales 90.000 son suscriptores de El Mundo, representan más que los que tienen todos los demás periódicos juntos. Si a eso les unimos nuestros 2.200.000 usuarios únicos al día en la página web, el desarrollo de las descargas de las aplicaciones El Mundo de la Tarde y La Otra Crónica.

– Además, El Mundo sigue siendo uno de los dos únicos periódicos en España que tiene más de un millón de lectores en el EGM. Se dice pronto. El siguiente, el diario ABC, que tanto dice de si se nos acerca o no se nos acerca, tiene quinientos mil lectores menos.

– Hay que luchar en todos los frentes. Acompasar el desarrollo de lo nuevo con la defensa de lo que aún es el presente.

– Más allá de las cifras y las portadas, lo más importante es la fidelidad que hemos mantenido a los principios fundacionales del periódico. La fidelidad a una manera de vivir que siempre he dicho que es un fin en sí mismo y que es la manera más digna, más útil en la que se puede invertir el tiempo que cada uno tengamos sobre esta tierra.

– Nosotros dijimos, cuando fundamos el periódico, que en El Mundo nada se antepondría al derecho a la información de los lectores, que en El Mundo nunca se dejaría de publicar una noticia verdadera y relevante, y reto a que alguien me desmienta. Vosotros lo podéis decir que habéis estado cerca, pero los lectores también. La habremos podido publicar antes o después, con tal enfoque o tal otro, ¡pero siempre la hemos publicado!

– Dijimos que no habría tabúes, y no los ha habido. Dijimos que no habría zonas de sombra y hemos iluminado hasta el último rincón de las cloacas y de los sancta sanctórum. Hemos entrado en los palacios y hemos ido por delante de los demás en una información que afecta a la más alta institución del Estado.

Pedro J. Ramírez, durante su discurso a la redacción. Fernando Múgica

– Dijimos que aquel que nos quisiera hacer pasar por el aro abandonara toda esperanza. Y creo que lo han entendido muy bien, porque a mí hace tiempo que han dejado de presionarme. Ahora vuelven las viejas mañas, pero pronto desistirán porque es imposible que en este periódico cambien las reglas, y menos si el director es Casimiro.

Expliqué entonces a la redacción que ese afán de continuidad era lo que me había llevado a proponer como nuevo director a quien más cerca había estado de mí en todas las grandes batallas del periódico.

– Es verdad que yo ya estaba destituido. Se partía de una situación que yo he aclarado antes. Y vuelvo a repetirlo, querido Antonio. A mi no se me ha "sugerido" nada. No, a mí se me ha comunicado que se había tomado la decisión de destituirme.

– Es más, yo se lo he dicho al consejero delegado: si cambiarais de opinión, yo estoy dispuesto a seguir de director toda mi vida.

El vídeo de la despedida recoge cómo entre las risas más audibles en ese momento destaca la de Joaquín Manso, el hombre destinado a recoger el testigo unos cuantos años y muchas peripecias después.

– Los accionistas se han reído como os reís vosotros. Yo les he dicho: ¿qué pasa si en el último momento baja un ángel y os detiene la mano? ¿Qué pasa si la paloma del Espíritu Santo os infunde un soplo de sabiduría?

Pero quise dejar claro que hablaba en son de paz.

– De la misma manera que no es verdad que haya respondido a una sugerencia de los accionistas para dejar mis cargos ejecutivos, sí que es verdad que he llegado a un acuerdo amistoso con ellos sobre la forma en que voy a dejarlos.

– En los confidenciales seguirán saliendo noticias sobre distintas opiniones, sobre cambios, sobre debates, sobre criterios enfrentados e incluso habrá quienes siembren el entorno de insidias. No os creáis nada de eso. Claro que he discutido con Antonio. Claro que he discutido con Casimiro. ¿Con quién de vosotros no he discutido alguna vez? Pero es que las decisiones correctas se toman discutiendo, debatiendo, confrontándose a veces con pasión, con acaloramiento.

– Voy a esmerarme en ser un buen exdirector de periódico y el día que no lo sea, llamadme la atención: "Oye, tío, que ya no eres el director". Quien tiene que tomar las decisiones a partir de ahora va a tener todo mi respaldo hacia dentro y hacia fuera. Si es verdad que el accionista no tiene otro proyecto que seguir desarrollando las capacidades de El Mundo, yo estaré a mano todo el tiempo que me dejen, trabajando en temas de nicho, en temas que puedan parecer menores pero que pueden tener una gran importancia estratégica e intelectual para la empresa.

– Seguiré escribiendo las cartas de los domingos, con la ayuda, creo, de Ricardo como dibujante. El director tendrá la última palabra, pero yo le he pedido que Ricardo y yo sigamos siendo pareja de hecho. Ricardo y yo, y ya está. Eso es lo que deseo que suceda, pues, para siempre.

La redacción de El Mundo rompe en aplausos al finalizar el discurso. Fernando Múgica

Mi buena voluntad, el espíritu cordial con que estaba facilitando el relevo habían quedado patentes. Pero yo no podía dejar que la redacción pensara que, a partir de ese día, me desentendía de la suerte del periódico y del futuro profesional de todos ellos.

– Ahora bien, si las cosas fueran de otra manera, si en algún momento los accionistas desistieran de desarrollar el proyecto de El Mundo, si se produjera una venta de la compañía, si se produjera una fusión en condiciones que desvirtuaran la identidad del periódico, pues yo tengo 61 años. Indro Montanelli fundó Il Giornale a los 65. ¡Pero es que luego fundó La Note a los 83!

Alguna carcajada resaltó las risas desatadas por esta última sugerencia. La mayoría de los presentes sabían lo mucho que yo admiraba a Montanelli, cómo le había entrevistado varias veces en mi juventud y cómo había asistido como reportero al nacimiento de Il Giornale.

Que tuviera en la cabeza emularle con sesenta y pico entraba dentro de lo posible. Pero hasta a mí me parecía disparatado hablar de fundar un periódico con 83 años.

Mi monólogo había fluido de la cabeza, pero también del corazón. Aunque las portadas me habían resuelto la base del guion, todo lo demás había sido improvisado. Sólo tenía previsto acabar con una especie de gag teatral que se me había ocurrido en el rato en que me había quedado en el despacho.

Para ello, saqué del bolsillo un reloj de aluminio plateado con la esfera desgastada y la correa metálica cuarteada por la herrumbre.

– Total, que ya sabéis de qué va todo esto. Mirad, esta mañana estaba un poco despistado, pero he visto entre mis gadgets esta especie de reloj de patata que me regaló hace 21 años el departamento de publicidad. Fue el regalo de mi 40 cumpleaños. El reloj es un desastre porque le entra agua, se para, hay que llevarlo a reparar. Pero el reloj tiene la bola del mundo, nuestro emblema, girando alrededor. Entonces me he dicho a mí mismo: "Ya que no puedo ser director del periódico hasta el último día de mi vida, voy a ponerme este reloj hasta el último día de mi vida".

– A ver, sujétame esto, Antonio.

Entonces, mientras exhibía el reloj de patata colgado de mi dedo índice con el brazo derecho extendido, le entregué el micrófono a Galiano, convirtiéndole en ayudante involuntario de mi último truco de magia.

Con las dos manos ya libres, me quité el Cartier con correa negra de piel que llevaba puesto en la izquierda y lo sustituí por el de la bola de El Mundo.

– A ver, no os riáis, yo me pongo este reloj y este otro se lo damos a María Peral.

María Peral, con el reloj de Pedro J. Ramírez, con Fernando Lázaro al fondo. Fernando Múgica

Entonces me giré y lancé el Cartier con correa de cuero a las manos de María Peral, embutida en una camiseta roja con estampado de flores negras, a unos metros de distancia. Ella lo recogió estupefacta, pero se lo puso en la muñeca izquierda mientras yo mostraba en la mía el reloj de patata.

Yo recuerdo el episodio como si hubiera sido filmado a cámara lenta.

Luego, le conté a la gran periodista de Tribunales que mi primera opción había sido lanzárselo a Lucía Méndez, que, a diferencia de ella, había sido una de las fundadoras del periódico, pero estaba cubriendo una información y llegó tarde, embutida en una camiseta negra de homenaje a Nueva York.

Pedro J. Ramírez se puso 'el reloj de patata' promocional de los inicios de El Mundo ante la mirada divertida de Víctor De la Serna. Fernando Múgica

Aunque finalmente María y Lucía decidieron turnarse en la custodia del Cartier, el lance fue premonitorio, pues María me acompañaría un año después en la "tercera salida de don Quijote", mientras que mi querida Lucía permanecería en El Mundo como guardiana de sus esencias.

– María tiene una obligación: que el reloj no se pare. Y yo tengo la misma obligación: que el reloj no se pare. Estamos encadenados y los dos relojes tienen que marcar la misma hora. Muchas gracias a todos.

Siguieron tres minutos de aplausos que tuve que cortar para que aquello no pareciera el final de un concierto cuando se piden los bises.

– Bueno, vale, vamos a hacer la portada.

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Pedro J. Ramírez abraza a Lucía Méndez. Fernando Múgica

Y la hicimos. Los redactores jefes, Casimiro, Iñaki Gil y yo, nos fuimos directamente a la sala de reuniones, mientras los demás nos esperaban para los fuegos artificiales de las fotos y los abrazos del final de la fiesta.

Aquello no era una despedida, sino un acto de reivindicación. Teníamos entre manos la portada del número 8.806 del diario El Mundo.

"Un grupo de periodistas tuvimos el privilegio de acompañar a Pedro J. Ramírez en su primer y en su último día de esta aventura irrepetible", escribió Múgica refiriéndose a la docena y media de fundadores que seguían al pie del cañón. La mitad estaban en la sala.

Decidimos abrir con la noticia del día sobre uno de nuestros temas recurrentes: Demanda en el Supremo por el 'cambalache político' del CGPJ. Era la última iniciativa de la asociación centrista Francisco de Vitoria por el reparto de los vocales del Poder Judicial entre PP y PSOE después de que Rajoy hubiera renunciado a su promesa electoral de cambiar el modelo.

Reunón de portada. De izquierda a derecha: Fernando Bermejo, Iñaki Gil, Pedro J. Ramírez, Vicente Ferrer, Vicente Lozano, Ana Alonso, Francisco Pascual, Ángel Casaña, Rodrigo Sánchez y Fernando Baeta. Fernando Múgica

Debajo de ese asunto, elegimos una gran foto de José Aymá en la que yo le pasaba la mano por el hombro a Casimiro en primer plano y Antonio hacía lo propio detrás, con Victoria Prego. El título era: Relevo en la dirección de EL MUNDO.

El antetítulo decía: Casimiro García-Abadillo estará desde el lunes al frente.

El subtítulo recogía el resumen de mi relato: "Si de mí hubiera dependido, habría seguido toda mi vida como director del periódico".

El pacto suscrito el día 28 estipulaba que yo dejaría de ser director el domingo 2 de enero. No era un detalle menor, pues esos días de margen me estaban permitiendo decidir cómo comunicaba el periódico mi destitución.

Me quedaban, pues, dos portadas más.

La 8.807 (La Justicia ordena un 25% de clases en español en Cataluña) y la 8.808 (El PP escenifica la vigencia de sus lazos con las víctimas de ETA).

Esa misma última portada incluía el arranque de mi despedida de los lectores: "Cambia el director, sigue la orquesta".

"Esta es mi última Carta como director de El Mundo. Y este número 8.808, el último en el que mi nombre aparecerá encabezando la mancheta. Así ha sido desde que hace 25 años fundé este periódico con mis compañeros".

"Y si a estos 8.808 les sumamos los 3.151 de Diario 16, son 11.959 días dirigiendo periódicos. Multiplíquese la cifra por una conservadora tirada media de 250.000 ejemplares y el resultante son nada menos 2.989.750.000 copias a lo largo de 34 años. Casi tres mil millones de periódicos distribuidos con mi firma durante más de la mitad de mi vida".

"Si contamos, también por lo bajo, 4,5 lectores por ejemplar, estamos hablando de 13.500 millones de lectores (o al menos de lecturas)".

Unas cifras como para marear y baldar a cualquiera. No a mí.

Pedro J. posa con todos los integrantes de la sección de Nacional. Fernando Múgica

"Voy serenamente camino del vientre de la ballena, pero, a diferencia de Jonás, yo no me he ofrecido como víctima propiciatoria. Han sido los propietarios del periódico quienes, en uso de sus legítimas atribuciones, han decidido poner fin a esta etapa. No estaba, no estoy cansado".

"Si de mí dependiera, habría seguido siendo director de El Mundo no ya este año, no ya los tres años más que me quedaban de contrato, sino toda la vida. Así se lo dije, mirando a los ojos a quienes tomaron la decisión. Y si hoy me volvieran a ofrecer el puesto, lo aceptaría de nuevo sin parpadear".

En conjunto, esa última Carta como director recogía las mismas ideas de mi discurso ante la redacción, pero al despedirme de los lectores quise agradecerles que esta vez el "breve momento de esplendor" de mis nueve años en Diario 16 hubiera durado casi el triple.

Y prometerles, con el lema clásico que había elegido por divisa, que mi vida seguiría dedicada a la búsqueda de la verdad.

"Esta segunda vez el One Brief Shining Moment de Camelot ha sido bastante menos breve y ha brillado mucho más que la primera. Hasta nuestros más enconados enemigos reconocen que la España de este último cuarto de siglo habría sido distinta, y probablemente peor, sin un diario como El Mundo".

"No sabemos lo que nos deparará el futuro, pero es la hora de pedir perdón a quienes dentro y fuera de la redacción se hayan sentido injustamente tratados por mis decisiones, la hora de dar las gracias de corazón a todos esos españoles que han abierto casi catorce mil millones de veces un periódico con mi firma, la hora de aprender las reglas de urbanidad del manual del buen exdirector, la hora de colgar en el vientre de la ballena el lema de Juvenal, Vitam impendere vero, que me acompañará allí donde yo vaya".

Pedro J. Ramírez posa con las secretarias de redacción de El Mundo. De izquierda a derecha: Pilar Retamosa, Margarita Calvo, Teresa García, Mariluz Padilla, Julia Sandoval, Elena Franco, Isabel Mancheño, Carmen Aguilar y Amelia Marco. Fernando Múgica

La víspera de que se publicara esa Carta, mientras el vídeo de mi despedida se hacía viral y mi hija María, corresponsal de El Mundo en Nueva York, le ponía subtítulos en inglés, yo acudí por última vez a mi despacho de aquel chaflán de la planta baja de la Avenida de San Luis.

Más que vaciarlo, decidí repartirlo. Era sábado, pero medio centenar de periodistas que ese día no trabajaban se presentaron allí para acompañarme en el momento de componer la última portada.

El jueves ya nos habíamos hecho múltiples fotos juntos, alegres y tristes, sección por sección, incluida por supuesto la de Isabel Mancheño y mis otras ocho queridas secretarias. Lo menos que podía hacer era entregarles además algo personal que les sirviera de recuerdo del momento. De todos los momentos.

Saqué cuanto había en los cajones, descolgué cuadros y emblemas, los puse encima de las mesas y les llamé uno a uno para que se llevaran lo que quisieran.

Uno eligió una placa de reconocimiento.

Otro, el casco que un soldado iraquí le había dado a Julio Fuentes cuando se "rindió" a él en la primera guerra del Golfo.

Pedro J. Ramírez, al final de su discurso en la redacción de El Mundo. Fernando Múgica

John Müller se llevó el póster con el discurso inaugural de Kennedy que él mismo me había enmarcado cuando estábamos en Diario 16.

Otro, un texto autógrafo de Umbral.

Vicente Ferrer, una reproducción en miniatura de una máquina de escribir de los tiempos de la polka.

Los siguientes, un trofeo, una colección de libros, un reloj de arena o un globo terráqueo de porcelana.

Sólo salieron conmigo un par de cuadros y las fotos del 89 con los otros tres promotores de El Mundo.

Lo demás, a la papelera. Allí, ese día, terminaban muchas cosas y ni yo mismo sabía si empezaba algo nuevo.

Tenía toda una vida por detrás. ¿Quedaría otra por delante?

Mi primera decisión fue irme al Museo de Ciencias Naturales de Londres para observar de cerca cómo era el vientre de la ballena.

El despacho vacío de Pedro J. Ramírez el día de su despedida con la edición digital en la pantalla anunciando su relevo por Casimiro García Abadillo. Fernando Múgica