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Tomar notas de lo que dice Yolanda Díaz es como preparar un cocido, un revuelto o una pizza con piña. Se trata de amontonar palabras. Empiezas a escribir y a escribir y, para cuando quieres revisitar el cuaderno, ya es imposible saber qué ha dicho la vicepresidenta. Son tantas cosas... Leemos "cárceles franquistas", "limpiadoras", "ética", "vengo de una casa".

Yolanda Díaz sabe de dónde viene, lo dice muchas veces, del comunismo clandestino, como si ella hubiera viajado a Rusia con Pasionaria, pero nosotros, cuando escuchamos a Yolanda, no sabemos ni dónde hemos nacido. Entramos en confusión. Hoy, en la sesión de control, entre tanta "cárcel" y tanta "ética" autoproclamada, ha sucedido el milagro. En el día de todos los Santos.

La vicepresidenta, en un arrebato probablemente involuntario de claridad, ha dicho: "Este espacio no va a tumbar al gobierno de coalición progresista". Es lo poco que comprendemos de lo que hemos apuntado. Y es muchísimo. Lo es todo.

Es una frase sensacional porque le nacen por todas partes las metáforas. Es como una de esas cerezas tan ricas que se recogen estos días en Milagro, el pueblo de Santos. Estiras de un rabo y obtienes mil y una imágenes.

Hacer periodismo, últimamente, es tirar del rabo. Igual que hacer política. No hay noticia de portada que no lleve un rabo en alguna parte.

Pero estábamos en la frase de Yolanda, que es como una soga, como una piedra enorme atada a los tobillos, como una estaca, como una ostra envenenada, como una persecución de los grises. Yolanda Díaz no sobrevivirá. En realidad, según las encuestas, no iba a sobrevivir de ninguna de las maneras.

Pero una cosa es desintegrarse por motivos políticos y otra desintegrarse por motivos koldísticos.

Yolanda lo ha dicho como suele decir Yolanda las cosas: al ataque y desde un pedestal. Con un preámbulo estentóreo: "Soy una persona muy ética". "Nuestros ministros no roban, nuestro espacio político no roba", repetía una y otra vez poseída por la explicitud.

De lo que podía colegirse... si alguno de los compañeros del Consejo de Ministros roba, esa ya es otra historia.

Había una discordancia evidente entre las palabras de la vicepresidenta y su lenguaje no verbal. Cuando María Jesús Montero, en el escaño de al lado, evitaba hablar de la corrupción y arremetía contra el fascismo, Yolanda no aplaudía. En otras ocasiones, sí aplaude. Pero esta mañana no. Sólo bebía agua. Así tenía las manos ocupadas.

Eso no se corresponde con su anuncio de permanecer en el Gobierno pase lo que pase.

Yolanda Díaz proviene de un "espacio" –ella lo llama así, como si fuera una galaxia– que nació con el noble objetivo de combatir la corrupción. El 15-M, las acampadas, y luego la fusión con el comunismo de Ferrol donde ella nació.

Lo que pasa es que, en España, pese al muro, roban la izquierda y la derecha; y lo que conviene hacer es huir de los lugares donde se roba sean gobernados por la izquierda o la derecha. Lo explicó muy bien Julio Anguita, al que entrevistamos poco antes de que falleciera.

Anguita te miraba con una honradez tan afilada que te arrepentías de haber robado un chicle a la salida del colegio. Una vez dijo el califa rojo que, si la izquierda roba, mejor votar a la derecha. ¡Cuánto ha cambiado el espacio! Yolanda nos ha dicho esta mañana que, aunque la izquierda robe, mucho mejor seguir sosteníendola en el poder, no vaya a ser que gobierne la derecha.

Porque, aunque no llamaran a la puerta de su ministerio los corruptores, sí llamaban a la puerta del ministerio de al lado. Y los dos ministros se sientan juntos en el mismo Consejo. Yolanda es inocente. Tenía razón en los segundos correspondientes a esa proclamación, pero empieza a ser cómplice en cuanto evita criticar en el Parlamento la trama, en cuanto evita exigir responsabilidades.

Hay un falso axioma, además, en el razonamiento de la vicepresidenta: se puede sostener el gobierno progresista dejando caer a Sánchez. Se puede exigir al presidente que dimita por haber elegido a Santos y a Ábalos e investir después a un nuevo presidente para la coalición.

Otra metáfora: María Jesús Montero se ha presentado en el Congreso con un porrón de papeles. Tanto que, cuando respondía a la oposición, ha invadido "el espacio" de Yolanda. "Ladrón o no ladrón, queremos a Perón", le han dicho desde la oposición.

Ha sido la de Yolanda Díaz una intervención definitiva. Y las intervenciones definitivas deben cosechar entusiasmo. Pero el entusiasmo, en el Parlamento, templo sagrado, no debería traducirse jamás en lo que ha hecho la oposición. Diputados de PP y Vox, a golpes contra la madera, gritando "¡cómplice, cómplice!".

El padre Feijóo se ha dado cuenta y, a través de Tellado, ha ido logrando paulatinamente que sus diputados no participaran de la bombonera. Los de Vox han seguido ahí, como aficionados de Boca. La bancada socialista fingía indignación, pero estaban encantados. Esa derecha es la que necesitan para que se visualice el peligro del "extremismo".

"Mejorar la vida de la gente siempre merece la pena", ha dicho la vicepresidenta llevando al paroxismo su permanencia en Moncloa –pese a la corrupción–. Eso le ha hecho gracia al padre Feijóo. Aunque pronto se le ha borrado del rostro la sonrisa para dar paso a la indignación porque la vicepresidenta le ha acusado de practicar la "ética del golpismo".

Con las notas de Yolanda Díaz, con los pecios de la confusión, los que no hemos utilizado en esta crónica, haremos algo para cenar esta noche.