Acaba de mudarse a Madrid. No ha elegido todavía equipo de fútbol, pero sí entrenador: “Carletto”. Lo llama “Carletto”, pero no como lo haría un periodista deportivo, sino como el hombre que vio los partidos del A.C Milan en el Palacio Chigi. Gobernó Italia durante un año, entre 2013 y 2014, lo que tratándose de Italia es casi una dictadura.
Lo recibimos en la puerta de la Casa de América, a orillas de la Cibeles, y lo introducimos a través de una escalera levantada con mármol de Carrara. No estaba preparado tal signo de hospitalidad, pero queda de maravilla.
Aprovechamos para comentar la serie sobre Mussolini que acaba de estrenarse y que bebe de los libros de Scuratti. A Enrico Letta le gusta el primer tomo de la tetralogía porque “refleja muy bien el ascenso al poder”. No tuvo que esforzarse apenas el malo de Benito: lo tuvo ahí y, cuando se decidió, lo cogió.
Enrico Letta: "Trump es un desafío económico y democrático para Europa"
Los paralelismos históricos, sobre todo cuando se trata de guerras, suelen ser absurdos, pero hay un tema que está de fondo en el libro que acaba de publicar “Europa. Última oportunidad” (Espasa, 2025): la debilidad del sistema tradicional y el auge de los movimientos nacional-populistas.
Letta es en este instante el interlocutor privilegiado para hablar de Europa y el nuevo orden mundial que la atenaza porque acaba de entregar a Bruselas el informe que le encargaron sobre el mercado único. Para escribirlo, ha recorrido 65 ciudades y ha mantenido 400 entrevistas, muchas de ellas con los actuales primeros ministros del continente.
Habla casi en susurros, pero exhibe sentido del humor. Es un tipo centrado. Tanto que presidió las juventudes del PP europeo y luego acabó refundando el centro-izquierda en Italia. Se enfrentó a Meloni en las últimas elecciones, cayó y dimitió de todos sus cargos. Acaba de fichar como decano de la Escuela Política del IE.
Letta es un tipo lo suficientemente reflexivo como para reseñarlo. Porque, acostumbrados al diálogo rápido y mediterráneo, hemos topado con un hombre que calla, espera y dice. Hay un motivo: no es fácil combinar esa mezcla de crítica y optimismo con la que quiere espolear a Europa.
Nos asignan una sala con una de esas mesas de madera enormes, como de consejo de ministros del siglo XIX. Los techos son muy altos y tienen pintados en óleo unos cuantos pavos reales. Es un buen lugar para hablar del poder.
¿Qué es lo que más le apetece de vivir en España?
A los italianos nos cuesta mucho decir una sola cosa. Siempre decimos varias cosas. He trabajado durante veinticinco años en el Foro de Diálogo Italia-España [lo creó él mismo]. La evolución de la relación entre nuestros países ha sido fantástica y hoy se puede ver que están verdaderamente integrados. Para mí, vivir en Madrid es un broche a ese trabajo.
Y luego… qué le voy a decir. Es que se vive muy bien en Madrid. ¡Muy bien! Es una ciudad agradable e internacional. España es un país dinámico y atractivo. El IE, la universidad que me ha fichado, también tiene ese carácter internacional.
¿Ha elegido ya equipo de fútbol?
Me gusta muchísimo el fútbol. Sigo La Liga y, por supuesto, la Champions. Todavía no tengo equipo, pero mi entrenador favorito, ahora y desde siempre, es Carletto. Oiga, es que yo soy del A.C Milan.
Fue primer ministro de Italia durante un año. Eso, tratándose de Italia, es muchísimo tiempo, ¿no?
Fue, además, un periodo muy tormentoso para mí. Muy, muy complicado. Bueno, como siempre en Italia, tiene usted razón. Pero también fue una gran experiencia. Y fíjese: hubo una gran cooperación con España, con el entonces presidente Rajoy. Lo que pasa es que estábamos al final de la crisis financiera, había muchas dificultades con Bruselas…
¿Sabe? Creo que Europa todavía está pagando los errores de la crisis financiera. Hay una diferencia fundamental entre Europa y Estados Unidos: ellos salen de las crisis con gran aceleración y nosotros lo hacemos con gran dificultad por culpa de la fragmentación. Fue un desastre.
España, supongo que está usted al tanto, se encuentra en una situación de gran ingobernabilidad. El poder ejecutivo, al estar en minoría y depender de socios muy distintos entre sí, no tiene Presupuestos y apenas aprueba leyes. Muchos solemos encontrar consuelo en la inestabilidad italiana. ¿Es un consuelo justo?
La inestabilidad está atravesando todos los países europeos. Francia, Alemania, los países del Benelux, Portugal… Es un error focalizar en cada país el hecho de la inestabilidad porque la dificultad de la democracia en Europa hoy es estructural. Debemos inventar algo para revertir este proceso.
Todos los países tienen gobiernos minoritarios, inestabilidades, elecciones polarizadas… Es un círculo complicado porque esa consecuencia es al mismo tiempo la causa: así no se pueden tomar decisiones importantes.
A esto hay que añadir, esa es la novedad, el desafío de Trump de fondo con su guerra de aranceles. Es una guerra contra el libre comercio.
Pero no sólo es un desafío económico. ¡Trump es también un desafío democrático! Es la llegada de esa tesis… “La democracia no funciona y tenemos que ser más autoritarios para afrontar los problemas”. Toda Europa tiene este problema.
Enrico Letta, rodeado de mármol de Carrara, en la Casa de América.
La política europea está expulsando a los hombres como usted, de temperamento centrado. Fue presidente de las juventudes del PP europeo, luego fundó un partido de centroizquierda… ¿Qué culpa tienen ustedes de la irrupción de los liderazgos nacionalista, autoritarios y populistas?
La gente está votando a los que destruyen porque estos partidos se han convertido en una especie de moda. Son más fans que votantes. Es difícil proponer discursos constructivos en estos momentos de odio. Creo que está siendo determinante el miedo al futuro. En contextos de miedo, la gente busca protección en este tipo de partidos.
Me impresiona mucho ese miedo al futuro. Italia, Francia, Inglaterra, Estados Unidos… Son países con una mezcla de miedo y nostalgia muy fuerte. Sobre todo, de nostalgia. Sienten una gran nostalgia por los años cincuenta, sesenta, setenta…
Explíquese.
Primero, me gustaría decir que esa nostalgia conduce a una falsedad porque hoy se vive mucho mejor que en los sesenta. Piense en los eslóganes: ¿qué significa “make America great again?”. O el lema del Brexit, que fue “take back control”. “Recuperar”, “volver a…”. En política, la nostalgia es una gran amenaza.
Pero, ¿por qué ocurre?
Tiene mucho que ver con la economía. En Italia, existe una gran nostalgia por lo que llamamos “el milagro económico” de los años cincuenta y sesenta. En Francia, hablan de “les treinte glorieux”, refiriéndose a los cincuenta, sesenta y setenta. Es un gran riesgo. Fíjese en los países que estamos comentando: Italia, Francia, Estados Unidos… Sufren un populismo fortísimo. Existe esa correlación.
En España, Portugal, Alemania y los países de la Europa central-oriental no predomina ese sentimiento. Porque en España y Portugal había una dictadura y porque Alemania estaba partida en dos por un muro. Para mí, esta es una de las grandes claves del proceso que nos atenaza: la nostalgia conduce al miedo y el miedo conduce al odio.
Yo me niego a todo eso. El futuro puede ser fantástico. Vivimos rodeados de descubrimientos tecnológicos y sanitarios, las discriminaciones se han reducido drásticamente… ¿Cómo va a ser mejor la vida de los sesenta que la de hoy?
"La nostalgia conduce al miedo y el miedo conduce al odio. Eso es una amenaza para Europa"
Europa está siendo asediada desde dentro por esos partidos y desde fuera por la invasión de Putin además del menosprecio de Trump. ¿Por qué dice que esta es nuestra “última oportunidad”? ¿Qué diferencia esta crisis de las anteriores?
Por la trayectoria del crecimiento mundial, además del cambio de orden. Ahora, estamos entrando en la década de la India, China es ya un gigante… En definitiva, han emergido con gran fuerza los BRICS… [acrónimo de Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica]. En cambio, Estados Unidos y Europa somos los mismos que hace treinta años.
A esto hay que sumar que Europa ha conocido una gran fragmentación en la última década. La fragmentación de los 27 países de la UE aporta cada vez más velocidad a los BRICS. Todo este alineamiento de los planetas hace que sea la última oportunidad de conseguir la fortaleza de Europa.
Si la fragmentación reduce la velocidad, vamos a ser cada vez más lentos.
No podemos competir teniendo 27 industrias energéticas, 27 industrias de defensa, 27 mercados de telecomunicaciones, 27 mercados financieros… Así, siempre vamos a perder. Creo que eso hoy ya es muy perceptible. Pero me gusta ser combativo y esperanzador: lo importante es que tenemos esa oportunidad. Aprovechémosla. Aprovechemos que Trump se ha convertido en el gran ‘Wake Up’ de Europa.
Nos ha obligado a despertar.
Trump ha hecho lo imposible. Ha vuelto a poner de acuerdo a Europa y Reino Unido.
Suele referir usted la debilidad de Europa con lo que le recriminó un estudiante indio. Le dijo: “Antes, en las guerras comerciales, Europa se sentaba con la fuerza de su mercado único y decía… O lo tomas o lo dejas. ¿Cuánto tiempo hace falta para que os deis cuenta de que ahora es al revés?”.
Debemos abrir las puertas de Europa a Mercosur, a India, al sureste asiático, a África del Sur… Es también un desafío intelectual.
Letta acaba de publicar en España "Europa, última oportunidad" (Espasa, 2025).
El defecto que ha provocado el desencanto de los europeos por las instituciones europeas es la burocracia. Está muy extendida esa idea de que Bruselas es un viejo dinosaurio que apenas puede moverse por culpa de una sobredosis de directivas y regulaciones. En el informe que ha entregado a las autoridades europeas, hace propuestas muy contundentes para reducir mucho la burocracia.
Tenemos que simplificar las reglas. Muchas veces, la simplificación no significa necesariamente una desregulación. Cuando las reglas son simples, se respetan. Cuando las normas son muchas y complejas, nadie las respeta. Italia es un país con muchísimas reglas muy complejas. Hablo desde mi propia experiencia. La burocracia debe ser simple para ser eficaz.
Vayamos con esas propuestas. En la misma línea, propone usted la eliminación de las directivas europeas, que provocan atascos no sólo en Bruselas sino en todos los países miembros.
Sí. Propongo que existan en Europa los reglamentos comunitarios de inmediata aplicación en los países miembros. Las directivas de hoy son un follón porque necesitan la trasposición a través de una ley nacional. Eso provoca atascos, confusión e incumplimiento, además de fragmentación. Además, la Comisión Europea rara vez interviene para exigir su cumplimiento.
También propone el “ordenamiento 28”. ¿En qué consiste?
No se trata de eliminar los ordenamientos jurídicos nacionales que rigen el funcionamiento de las pymes, sino de darles la oportunidad de que tengan un “acceso rápido”, un “fast track”, y de que se acojan a ese nuevo ordenamiento 28 común a toda Europa.
A partir de ahí, esas empresas podrían obtener muchos beneficios gracias a esa simplificación que les permitiría moverse mejor en todos los países de la UE. La multiplicación de ordenamientos lo pone todo muy difícil. Primero el de tu región, luego el de tu país, luego el europeo… ¿Por qué no crear ese “ordenamiento 28”?
Lo mismo le digo para un mundo que conozco bien, el universitario. Supongo que es usted consciente de los líos que se montan con las convalidaciones de títulos. ¡Es una locura total! ¿Por qué no establecer los mismos títulos para toda Europa? Que vayas con tu grado o tu posgrado a trabajar a otro país de la UE y no tengas que enfrentar esa burocracia.
"Debería haber titulaciones universitarias europeas. Las convalidaciones de hoy son una locura total"
Hablemos del rearme. ¿Cómo podría integrarse la industria europea?
La industria de defensa, por motivos obvios, es el corazón del informe que entregué. La fragmentación en 27 mercados no fortalece a cada uno de esos 27 países. Es mentira. Todo lo contrario: es un regalo a Trump, a Rusia y a China. La industria de defensa es el ejemplo más clamoroso.
Estamos creando empleos en Michigan, en Turquía, en Corea del Sur… Con el dinero de sus contribuyentes, Europa compra armas en estos países. Dicho de otra manera: se utiliza el dinero de los contribuyentes europeos para ir contra Europa. ¿No le parece increíble?
Otra vez la fragmentación.
Claro. Porque cada país europeo compra un modelo distinto de helicóptero, de tanque… Con la invasión de Putin, los países europeos han gastado en armamento para Ucrania alrededor de 140.000 millones de euros. Y el 80% de esos pagos han ido a países no europeos. En cambio, Estados Unidos adquiere en su propio país el 80% de lo que compra. Porque ellos no están fragmentados: tienen una única industria de defensa.
Estados Unidos fabrica dos modelos de helicóptero, y nosotros dieciséis. Propongo en mi informe la creación de un mercado común de defensa europeo. Si se fija, aquí ya no hablo de una única industria.
¿Qué quiere decir con el matiz?
Ese mercado común debe incluir a Reino Unido. Las palabras son importantes. Hoy sólo es posible un “mercado común” y no una “industria única” porque ellos decidieron salir de Europa. Propongámosles entrar en un mercado de defensa común. A ellos, pero también a los noruegos y a los islandeses. Sería un gran éxito para Europa. Reino Unido juega un papel fundamental en el mundo. Es clave que su influencia esté de este lado del Atlántico.
Es un modelo interesante, pero lo percibo como un proyecto sólo posible a medio-largo plazo. ¿Nos ayudaría algo en el contexto de guerra de hoy?
Ninguna decisión de este calibre en defensa puede tomarse, aplicarse y entrar en marcha con rapidez. Esto debemos tenerlo claro. Seamos conscientes de que es una discusión a largo plazo. Lo que pasa es que, si lo empezamos a hacer ahora, será simbólicamente muy importante. Estaríamos enviando un mensaje al mundo y creo que empujaría las negociaciones de la guerra en la dirección correcta. ¿Sabe cuál es para mí la frase más importante de este tiempo?
Diga.
La que les dijo Musk a los ucranianos el otro día: “Si no se comportan ustedes, les desconecto”. El hecho de que exista alguien que pueda desconectarnos debemos tenerlo en la cabeza todos los días. Esa frase debe estar en el despacho de Von der Leyen. ¡En el frontispicio de Europa!
Refleja a la perfección la necesidad de autonomía estratégica de Europa. A mayor autonomía, menos probabilidad de que nos chantajeen. Autonomía significa armas y defensa, pero también energía, tecnología, satélites, telecomunicaciones…
Usted, como tantos europeos, tiene tres números de teléfono distintos, cada uno con el prefijo de su país.
Es una locura total. El roaming mejoró algo la situación. Pero ponga usted por caso que está trabajando y que va viajando por el Benelux. Atravesará las fronteras sin darse cuenta, pero la videoconferencia se le caerá cada media hora.
"Es una locura que en Europa haya tantos prefijos telefónicos distintos"
También propone abolir el derecho de veto, que ha empezado a utilizarse por determinados países como método de chantaje en la negociación. Si un solo país quiere, todo se para. Pongamos por caso la Hungría de Orbán, amigo de Putin.
Afortunadamente, las cuestiones referidas al mercado único se pueden aprobar por mayoría. Si 22 países están de acuerdo, no tienen que esperar a los otros cinco. Pero para las cuestiones de seguridad, de ampliación de países, de modificación de tratados… Ahí sí existe esa capacidad de veto.
Mi propuesta consiste en circunscribir el derecho de veto a un mínimo de tres países. Es decir: para que haya veto, tienen que quererlo tres países, y no uno, como ahora. Así, sería imposible que ese veto fuera una oportunidad para un país de chantajear a Europa. Porque es imposible que te sigan otros dos países por un interés nacional propio. Actualmente, el 90% de los vetos que se producen son un chantaje.
Supongo que es difícil hacer ahora una reforma como esta.
Muy difícil. Yo la propongo para cuando llegue la próxima ampliación europea. Cuando llegue ese momento, además, será necesario cambiar las normas. ¿Cómo vamos a dar el mismo derecho de veto a los países que entren que el que tienen los países fundadores?
Letta acaba de mudarse a Madrid para dirigir la Escuela Política del IE.
Por cierto, usted se reunió con Orbán para escribir su informe. ¿Cómo lo describiría? ¿Qué idea de Europa tiene en la cabeza?
Cuando hablé con él de competitividad, no me generó una sensación negativa. Es más: creo que se pueden llegar a acuerdos con él en ese sentido. Otra cosa diferente es la seguridad, la política extranjera… Fíjese en la Declaración de Budapest del pasado noviembre: una declaración muy positiva sobre el informe Draghi que votaron los 27, Orbán incluido.
¿Existe algún riesgo de que Orbán quiera salir de Europa y trazar una alianza exclusiva con Rusia?
No existe ese riesgo. Eso es directamente imposible. Principalmente porque el pueblo húngaro, los votantes de Orbán, son pro-europeos. La financiación europea es fundamental para Hungría. Orbán va a jugar siempre a estar en los dos lados.
También se reunió recientemente con Meloni, a la que usted se enfrentó en las últimas elecciones italianas. Decía en campaña que era la extrema derecha y que iba a ser peligrosa para Europa. ¿Mantiene esa posición o está siendo Meloni más europeísta de lo que pensaba?
Cualquier juicio que se haga sobre Italia debe tener siempre en cuenta la enorme deuda que tiene el país con Europa. Los políticos italianos asumen en cuanto llegan al gobierno que deben mantener una buena relación con Europa para sobrevivir. Es una regla elemental: para gobernar, hace falta una buena relación con Bruselas y con Frankfurt [sede del Banco Central Europeo].
El gobierno italiano, con “Cinco estrellas” dentro [movimiento de extrema izquierda], tampoco se enfrentó a Europa. Esa es para mí la explicación de lo que ahora pasa en Italia: la buena relación con Europa pese a su intensa polarización interna.
Pero, ¿qué percepción tiene del gobierno de Meloni? Ya han pasado casi tres años, tiempo suficiente como para analizarlo.
Como le digo, la polarización hoy en Italia es muy fuerte, pero yo ya no estoy en Italia así que… [sonríe y esquiva la pregunta].
Lo que parecía una extrema derecha uniforme en Europa se ha dividido en dos bandos. Por un lado está Meloni y por el otro están Orbán, Le Pen y Abascal. ¿Qué diferencias hace entre unos y otros?
Lo que los diferencia es, sobre todo, la responsabilidad de gobierno. Mire a Bélgica: su primer ministro es de un partido muy nacionalista, pero su país tiene una gran deuda, entonces… acaba manteniendo algunas posiciones razonables.
La realidad de gobierno modera a cualquier político por extremista que sea, es lo que me quiere decir.
Cuando estás en la oposición, dices lo que quieres. Cuando llegas al Gobierno, es otra cosa. Ah, y otra diferencia fundamental entre Meloni y Orbán, ya que usted me preguntaba: en Hungría no existe el euro. Cuando hay euro, la lealtad se acaba imponiendo.
Diré algo optimista sobre los populismos: en 2019, se presentaron a las elecciones europeas muchos partidos que proponían la salida de sus países de la UE. Recordará el “brexit”, el “frexit”… En España no hubo ninguna propuesta así. Son ustedes mucho más sabios [sonríe].
Hubo cosas peores, luego hablamos de España.
Ahora, ninguno de estos partidos propone abiertamente salir de Europa. Creo que es importante resaltarlo. Es una victoria de Europa. Es la demostración de que la UE nos obliga a todos a hacer cuentas con la realidad.
Un momento de la entrevista.
Una de las noticias más comentadas en Europa esta semana ha sido la inhabilitación de Le Pen por un delito de malversación. El Frente Nacional ya ha puesto en marcha la maquinaria para ejercer el victimismo y convertirla en mártir. ¿Será a la larga una ayuda electoral?
No lo sé. Veremos. Sólo le diré que respeto la decisión del poder judicial francés. En un Estado de Derecho, la justicia debe ser respetada.
Conoció a Sánchez durante su investigación. ¿Cómo lo definiría? En España, tenemos muchas dificultades para describir su ideología. Ha cambiado de opinión tantas veces que nos cuesta acertar.
Fueron muy útiles para el informe las informaciones que me dieron en el gobierno español. Vi a Sánchez un par de veces, a Planas, a Cuerpo, a Teresa Ribera… Sólo puedo decirle que la cooperación con ellos resultó muy positiva.
Me decía antes que, en 2019, ningún partido propuso en España salir de Europa. Lo que pasa es que, en nuestro Parlamento, hay varios partidos con mucha influencia que proponen salir de España. Dice en su libro que la lógica nacionalista representa “un riesgo mortal para Europa”. ¿Avisó al presidente Sánchez?
Creo que lo sabe muy bien. No necesita que yo le explique nada sobre política interior española. No tengo esa arrogancia.
Se lo decía porque todos y cada uno de sus socios parlamentarios son nacionalistas.
Lo sé, pero veo que existe una evolución positiva en Cataluña, donde creo que la situación está mucho más tranquila que hace cinco o diez años, cuando ocurrió el desastre. Es una buena noticia para España y también para Europa. El proceso catalán fue impactante para Europa.
¿Y cómo asiste hoy Europa a la particularidad española de Puigdemont? Un prófugo de la justicia que dirige la política nacional huido desde Waterloo y que ha logrado arrancar al Gobierno una Ley de Amnistía.
Francamente, no lo sé. Es un tema jurídicamente complejo. Es lo único que puedo decirle.
Enrico Letta fue uno de los creadores del Foro de Diálogo Italia-España.
Usted ha sido primer ministro de una democracia liberal. Sin tener presupuestos y sin poder aprobar leyes importantes, ¿deben convocarse elecciones?
En Europa, hay muchos gobiernos que no tienen mayoría. Cada país tiene sus dinámicas y a mí no me gusta intervenir en los debates internos. En Italia, hemos interpretado la Constitución de maneras diferentes durante décadas. Sé lo difícil que es gobernar. Creo que mi gobierno fue uno de los más difíciles. Para nacer, tuvimos que negociar durante meses.
Ese gobierno fracasó, es cierto, pero tuvo una virtud en su nacimiento: puso de acuerdo al centro-izquierda y al centro-derecha. Esa produce cierta envidia en algunos españoles. Aunque luego saliera mal, existió esa voluntad.
Para mí, era el único camino posible. Y pienso que hice lo correcto. En Alemania hoy están haciendo lo mismo. Creo que hay situaciones en las que esa debería ser la única posibilidad, pero no quiero intervenir en las dinámicas internas de otros países. En muchos países, ese acuerdo entre los dos lados puede acabar siendo la única solución.
Vuelvo a Europa: usted sostiene que la inmigración es un desafío, pero que no debe ser una prioridad. Los partidos nacionalistas se aprovechan de mensajes como ese para captar votantes. ¿Cómo gestionaría usted la inmigración en Europa?
La política es una cuestión de prioridades. Teniendo en cuenta el nuevo orden mundial, la inmigración no es la prioridad. Los populistas lo usan para ganar votos. Lo utilizan para generar miedo. Yo no infravaloro algunos problemas que derivan de la inmigración, sé que es complejo.
Lo que sí sé es que, cuando la inmigración se convierte en un eslogan electoral, llega el desastre. Para mí, es muy interesante lo que hace España desde hace años. Su capacidad de integración con la inmigración latinoamericana es fantástica. Creo que Italia debería hacer lo mismo. Pero no lo hicimos y fue un gran error. En la inmigración está uno de los éxitos de España.
Letta se enfrentó a Meloni en las últimas elecciones generales de Italia.
El libro, además de promover Europa desde un punto de vista técnico, la promueve con patriotismo europeo. Hace pensar a los lectores con el punto de vista de los bálticos. Cito: “La aspiración a convertirse en ciudadanos europeos sigue siendo todavía un motor de una potencia incomparable (…) ¿Qué significa Europa para los países bálticos, ser europeos, tener el euro, el Erasmus y el cielo patrullado por los aviones italianos o franceses? Tiene un significado muy distinto. En la Plaza de la Libertad de Vilna hay una estatua dedicada a la OTAN”.
Visitar los países bálticos y hablar con su gente te cambia totalmente la perspectiva. Transmiten su sentimiento europeo muy apasionadamente, igual que ocurría con los españoles cuando entraron en Europa. Allí son conscientes de que la libertad no es un derecho garantizado. Eso genera un gran patriotismo europeo. Allí, cuando estás en la frontera con Rusia, te das cuenta de que la frontera de Ucrania era exactamente lo mismo hasta que se produjo la invasión.
Mandar a los hijos a la guerra es algo que no hemos conocido los demás europeos. Nuestros abuelos nos explicaron lo que significaba, pero lo hemos ido olvidando. Cuando Trump dice que quiere anexionarse Groenlandia en un gesto de fuerza, nosotros debemos pensar en la frontera como lugar de cooperación. ¡Esa es la victoria de Europa! Haber conseguido que nuestras fronteras dejaran de ser lugares de sangre. Esa es la bandera más grande de Europa.
En España, por ejemplo, la vicepresidenta del Gobierno acaba de votar en el Parlamento a favor de salir de la OTAN. ¿Hasta qué punto afecta eso a una democracia como esta?
A mí no me preocupa porque sé que España siempre ha estado y está a favor de la OTAN. Lo que me preocupa es que Estados Unidos pueda salir de la OTAN. Si eso ocurriese, los países europeos tendríamos que multiplicar por diez el gasto en defensa.
Le pongo el caso de Italia: desde los años cincuenta, intercambiamos bases militares a cambio de no incrementar ese presupuesto. Cedíamos soberanía para no gastar más en defensa. Era un intercambio. En ochenta años, Italia invirtió en defensa la mitad de lo que invirtió Francia.
La cuestión es: qué hacemos si Trump da un giro en ese sentido.
Para mí, el tema principal no es tanto gastar más en armas, sino invertir en seguridad en el sentido amplio de la palabra. Es muy fácil: si los europeos no queremos gastar tanto en defensa, sólo hay un camino. Para gastar menos, tenemos que gastar juntos. Las duplicidades de hoy son un coste absurdo.
Pero existe un compromiso firmado por los países miembros de la OTAN de gastar al menos el 2% del PIB en defensa. España no llega al 1,3 y está a la cola.
Italia tampoco cumple ese compromiso. Los dos países estamos en lo que futbolísticamente se llamaría “zona de descenso”.
¿Y no conviene alcanzar la permanencia cuanto antes? Trump se vale de ese incumplimiento para menospreciar a Europa y amenazarnos.
Es difícil el equilibrio. Por un lado, si queremos cumplir ese compromiso, a día de hoy, tenemos que gastar en proveedores norteamericanos. Así, seguimos reforzándoles a ellos a costa de perder autonomía. Vuelvo a mi idea anterior: necesitamos ir construyendo un mercado común de defensa entre Europa y Reino Unido.
No me ha quedado claro: ¿debemos cumplir cuanto antes el compromiso del 2%?
Sí, pero va a ser muy difícil. Yo hablo por mi país. Allí, la oposición de la sociedad al gasto en defensa es transversal a derecha e izquierda. Lo dicen los sondeos. Y la razón es clara: los italianos no sienten la amenaza, no la perciben.
En España, es distinto: los sondeos denotan que una mayoría de la gente quiere aumentar el gasto en defensa, pero el Gobierno y la oposición no son capaces de pactar para hacerlo.
En Italia, entonces, la situación es peor. Además, aparte de esa ausencia de percepción de amenaza, ha habido una tradición de relación con Rusia muy importante. Lo vamos a tener muy difícil.
Escribe usted: “Europa imperfecta, criticada y vulnerable, pero insustituible”. Podría parafrasearse también a De Gaulle: “Europa ultrajada, destrozada y martirizada, pero liberada”.
Europa es insoslayable, pero mortal. Los europeos somos muy afortunados. Aprovechemos nuestra última oportunidad.
