En su empeño por no dar titulares, acosada por hasta 11 sobre la crisis interna del Gobierno a cuenta de la reforma laboral de las 20 preguntas realizadas, la ministra portavoz ni siquiera aprovechó el último turno de la rueda de prensa posterior al Consejo de Ministros para calmar a la ciudadanía: "¿Hay riesgo de ruptura o agotará el ejecutivo de coalición la legislatura?". Ni en esa cuestión quiso Isabel Rodríguez dar certidumbre alguna.

Leyendo sus notas en cada una de las respuestas, Rodríguez se empeñó en lanzar sólo dos mensajes. El primero, negar la bronca diciendo que "la líder en la mesa social es la ministra de Trabajo" pero sólo ahí, a pesar de que el conflicto provocó una reunión fracasada sólo 12 horas antes entre PSOE y Unidas Podemos.

Y el segundo, que "habrá reforma laboral antes de fin de año", porque es un compromiso del presidente, porque está en el acuerdo de coalición aunque ahí lo que pone no es "nueva" sino "derogar" la del PP y lo impone la Comisión Europea. 

Por qué cambiar el método

Pero ocurre que a la portavoz se le entendieron más cosas. La primera de ellas que Moncloa le impondrá a Yolanda Díaz, vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo, otro "método de negociación", en el que pueda meter mano la vicepresidenta primera Nadia Calviño. Y la segunda, que en el acuerdo estarán sí o sí los empresarios, porque "queremos el mayor diálogo posible y el máximo consenso".

Incluso se traslució una tercera conclusión evidente de sus palabras. Que la imposición de que "representantes de otros ministerios estén representados" en las mesas del diálogo social es, precisamente, para que CEOE y Cepyme encuentren en ellos sus valedores.

Sólo así se entiende la concatenación de esos argumentos, constante, en cada una de las respuestas: "El máximo de los consensos es que estén sindicatos y empresarios... no hay duda posible si me expreso en estos términos", llegó a decir.

Sin respuestas

A Rodríguez se le preguntó por los contenidos de la reforma, esos que Díaz sugirió el lunes por la mañana que suponen discrepancias con Calviño: la ultraactividad, las cláusulas de descuelgue, la prevalencia de los convenios de empresa sobre los del sector... y "por respeto al diálogo social", se negó a contestar.

También se le cuestionó sobre si la comunicación del jueves pasado que hizo estallar la crisis cuando Calviño advirtió de que ella es la coordinadora de la política económica y Díaz denunció su "injerencia" se mantiene. Y su única respuesta fue que lo que importa "no es el nombre que lleve la reforma, sino que se haga".

Y se le planteó hasta tres veces por qué el PSOE ya no habla de "derogar". A eso, simplemente, hizo oídos sordos. Siempre dejó el silencio como única respuesta.

La disquisición lingüística entre usar el verbo fetiche o no es en lo que se libra la batalla ante los medios de comunicación. Pero la cosa, en realidad, no es sólo "derogación" de la reforma laboral del PP, como defiende Yolanda Díaz, o "una nueva ley para el mercado de trabajo", como pregona Nadia Calviño. En realidad, la pelea está en lo que hábilmente desliza la vicepresidenta segunda: los contenidos.

Al PSOE le bastaría argumentar que toda ley acaba con una disposición final en la que se explica que "queda derogada toda disposición legal que contradiga a lo dispuesto por esta norma". En esa fórmula jurídica que es la habitualmente utilizada en el BOE queda incluido el verbo de marras.

Y si los socialistas no se acogen a ese argumento no es porque no se hayan dado cuenta -son un "partido de Gobierno", motivo que esgrimen para "participar y aportar experiencia en la negociación"-, sino porque no quieren derogar determinados aspectos.

El mensaje de Bruselas

Al menos, no en su totalidad. Y porque en Bruselas, tal como deslizó este lunes el comisario Paolo Gentiloni durante su visita a España, se considera aquel texto legal de 2012 como "un símbolo" de la recuperación española tras la crisis financiera.

De hecho, la ley de Fátima Báñez y Mariano Rajoy fue inspirada directamente por los hombres de gris que si no intervinieron ni rescataron, sí controlaban la política española en aquellos años. Y quien ahora quiera salirse de ese carril debe saber que los 25.000 millones de euros en transferencias que Pedro Sánchez solicita para 2022 de los fondos europeos de recuperación dependen de "cumplir unos hitos". Es decir, no sólo hacer una reforma laboral nueva, sino hacerla de determinada manera.

"El marco está claro", apuntó Gentiloni, "hay que buscar el equilibrio entre seguridad y dinamismo, después veremos el modo de abordarlo, y cuando tengamos las medidas concretas, las evaluaremos". A cualquier buen entendedor le bastaron esas palabras del comisario económico, pronunciadas en un atril... junto a Nadia Calviño.

Fuentes del Gobierno, tras la rueda de prensa, confirmaban a este diario que después del fracaso de la reunión del lunes, "se siguen manteniendo conversaciones telefónicas", para implementar ese nuevo método de negociación. Hay que incluir no sólo a Economía, sino a Inclusión, Educación y Hacienda en las mesas negociadoras. Y la parte de Unidas Podemos sigue reticente... no tanto por ponerle más sillas a las mesas, "sino porque la postura del PSOE es la de la patronal".

Total, que sí hay crisis. Que sí es cuestión de contenidos. Pero, de vuelta a esa pregunta sobre una posible ruptura en el Gobierno de coalición, la portavoz pidió a la prensa que participe "de esta etapa muy ilusionante que tenemos por delante para transformar nuestro país, tras superar la pandemia".