El sábado pasado, el cónclave del PSOE se convirtió en un happening, una fiesta playera como de viejos amigos de la promoción del 82, que reunía a abuelos, padres y nietos del socialismo, los sanchistas. Y en la que, si el secretario general quería usar todo ese legado para empujarse a sí mismo a "avanzar" en su proyecto, los más críticos se sintieron legitimados, tras mucho tiempo en silencio, a levantar la voz. Por fin. 

En una cosa coinciden esta ala crítica y otra "también socialdemócrata de toda la vida, y a mucha honra", pero integrada en el equipo de Moncloa desde el principio: "Podemos no es de fiar, y hay que dejar claro al electorado que no lo queremos como compañero".

Por ejemplo, después del "ataque nuclear" de este viernes, acusando a Nadia Calviño de "injerencia" en las competencias de Yolanda Díaz y anunciando una querella contra la presidenta del Congreso, Meritxell Batet, por prevaricación.

El PSOE ha pasado "tres años laminado, escondido" porque su líder había puesto su guía en manos "de gentes que ni son del partido ni estaban comprometidas con el compromiso, con nada más que con su prurito profesional". En esto también hay coincidencia.

Y más allá de la andanada a Iván Redondo -que ya no cuenta porque fue decapitado hace tres meses largos- esta confesión de un barón socialista tiene una carga de profundidad mucho más potente: si Pedro Sánchez ha reunido de nuevo a su equipo de siempre, si Óscar López y Antonio Hernando están ahora al timón, tendrá que ser para algo.

Antonio Hernando y Pedro Sánchez rehicieron su amistad en abril: los otros 'indultos' del presidente

O eso esperan los que "nunca dejamos de ser socialdemócratas, ni cuando usaban lo de 'felipista' para insultarnos". Curiosa frase, rememorando el anterior congreso del PSOE, el que en 2017 tiró del partido hacia "la izquierda" y lo radicalizó "para competirle en extremismos a Podemos". Curiosa frase porque es la misma que deslizó Emiliano García Page en una entrevista emitida esta semana en 13 TV.

"Nunca había visto un congreso del PSOE tan ilusionante como éste desde... ¡desde el 2008 de Zapatero!", explica un viejo dirigente socialista a este periódico. Y los barones, espoleados por esa sensación de marea socialdemócrata que presidió el cónclave, quieren que Sánchez aproveche el enorme capital de ilusión y "unidad" para una cosa en concreto: "A ver, a la ciudadanía hay que decirle que gobernamos en coalición no por gusto, sino porque no hay más remedio".

¿Y eso qué quiere decir? "Que no estamos a gusto con Podemos, que sin muletas corremos más, que la etapa de fragmentación en la izquierda ha terminado, que en las próximas elecciones queremos una mayoría suficiente". ¿Cuánto? "Mejor 160 que 140 diputados, hay que anular la influencia de Podemos".

"Felipe es el GPS"

Según el entorno de los barones consultado por este periódico en la semana de resaca del 40º Congreso del PSOE, la estancia en Moncloa de Pedro Sánchez comenzó con un "pecado original": el apoyo de los independentistas y de Unidas Podemos. "Cada uno a su manera, formaciones fuera del sistema", lo define un alto funcionario muy cercano a uno de ellos.

"Entendemos y aceptamos los votos de la moción de censura, había que sacar al PP corrupto del Gobierno", admiten, "pero después... lo de después es una hipoteca para el Partido Socialista".

¿Y eso qué quiere decir? "Que hay cosas que están por encima de los Presupuestos que hay que sacar, por ejemplo. Por encima incluso del partido". ¿Como qué? "Por ejemplo, España. Depender de esa gente es un problema estructural que debemos, un lastre que debemos ir soltando": ¿Y eso se lo han dicho al presidente? "Sí, a la cara, esta vez sí que escuchaba".

García-Page reivindica a Felipe González como un "GPS" para el PSOE.

Valga este ejemplo: cuando llegaba el sábado por la mañana al congreso del PSOE, el barón socialista que más se atreve a enfrentarse a Sánchez lo dejó clarito.

"Yo soy un moderado, este partido siempre ha sido moderado y ERC no lo es". Emiliano García Page no sabía todavía que un par de horas después, Felipe González se autodefiniría ante los casi 2.000 delegados congregados en Valencia como "un moderado de toda la vida y en todo, salvo en una cosa, con los totalitarios".

No lo sabía el barón socialista, o engañó a la prensa y todo era una maniobra orquestada en la oscuridad, porque también se le preguntó por su relación con el viejo líder de la gran victoria del año 82: "Hace mucho que no hablo con él", respondió demostrando (casi) decepción.

Pero añadió algo (casi) premonitorio: "Pero no me hace falta, Felipe es como el GPS, porque cuando ando perdido me basta con pensar en cómo lo haría él". Y concluyó: "Eso deberíamos hacer todos".

"Importan las formas"

Las charlas cara a cara las fue manteniendo el líder del PSOE a lo largo del viernes, sábado y domingo, en los ratos aparte que dejaban los actos del Congreso. "No sólo se trataba de negociar presencias en la Ejecutiva, en Valencia el secretario general sí preguntó por los temas de fondo, no como hace cuatro años". Y en ellas, los barones le transmitieron su postura común: "Desde la salida de Iglesias, este Podemos parecía tener una cara más amable, pero eso no significa que los queramos en el Gobierno".

Esta misma semana, el presidente ha tomado de esta medicina. Si el lunes admitía en una entrevista radiofónica que "es deseable un buen resultado" de la plataforma que está montando Yolanda Díaz a la izquierda del PSOE, cuatro días después tenía que defender a su vicepresidenta primera, Nadia Calviño, de un ataque directo desde el ala morada del Ejecutivo.

El presidente despertó el viernes en Bruselas. Y tuvo que ver cómo se aprovechaba su ausencia para lanzar un tuit incendiario de Ione Belarra y una marea de acusaciones directas desde fuentes gubernamentales de Unidas Podemos: la parte socialista del Gobierno estaba cometiendo "injerencias inaceptables" en las competencias moradas.

Por la tarde, las herederas de Pablo Iglesias filtraban a la prensa que la formación liderada por Díaz y Belarra "se querellará contra Meritxell Batet por prevaricación", tras haberle comunicado la presidenta del Congreso la retirada del acta de diputado a Alberto Rodríguez.

El también ex secretario de Organización de Podemos, condenado por atentado a la autoridad, se resistía a aceptar su pena de inhabilitación. Apoyado por sus compañeros y -de inicio- por los socialistas, el PSOE cambió de postura tras la advertencia del Tribunal Supremo: prevaricación sería no aplicar la sentencia.

Los críticos internos del PSOE, a la vista de estos últimos movimientos, alegan: "Lo advertimos, una cosa es tener que pactar y otra transmitir que lo haces encantado. Con esta gente extremista y los otros siete del Congreso con los que hay que entenderse... es difícil de explicar al español medio, y lo que hay que hacer es irlos abandonando".

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