El nuevo "diálogo abierto" entre España y Marruecos a partir del cambio de posición del rey Mohamed VI, en su discurso de la noche del pasado viernes, se desarrollará en los próximos meses. Los gobiernos de ambos países han estado manteniendo contactos discretos y otros más francos a través de terceros desde que hace tres meses Rabat impulsó la invasión de Ceuta y Madrid movilizó a todos los socios. A los europeos y, sobre todo -con aún más peso para Marruecos-, a los aliados estadounidenses.

Ahora que el rey alauí es consciente de que se equivocó y las cosas están en su sitio, España sí está dispuesta a escuchar. Pero habrá diques que Madrid considera infranqueables para estas conversaciones. España exigirá "garantías sobre Ceuta y Melilla", su españolidad, su soberanía y sus relaciones comerciales, sociales y territoriales a través de sus fronteras terrestres y marinas con el vecino del sur.

Así lo han confirmado a este periódico altas fuentes de Exteriores. Después de publicar este lunes que el Gobierno de Pedro Sánchez ofrecería al del rey alauí "un diálogo sin tabúes" en el que entendía que Rabat incluiría a Ceuta, Melilla y el Sáhara, Pablo Casado, presidente del Partido Popular, reaccionó furibundo durante una visita a Murcia.

"Hoy he leído que el ministro de Exteriores ha dicho que no hay líneas rojas en las conversaciones con Marruecos ni en lo relativo a Ceuta ni a Melilla y me gustaría preguntarle a Pedro Sánchez, para él, qué es no tener líneas rojas ni en el Sáhara ni en Ceuta y en Melilla". Según Casado, "sí hay una línea roja desde hace cinco siglos: Ceuta y Melilla son ciudades españolas y europeas con las que no hay nada que negociar en cuanto a soberanía e integridad territorial".

La mayor crisis

En realidad, las fuentes de Exteriores en ningún momento dejaron la puerta abierta a una negociación sobre Ceuta y Melilla. Lo cierto es que ambas plazas, ciudades autónomas fundadas antes incluso de la existencia del reino alauí, no son objeto de conversación. Salvo que, eso sí, sea para recuperar el estatus previo al acoso al que se han visto sometidas en los últimos tres años por Marruecos. 

El gobierno de Mohamed VI primero cerró la aduana de Melilla, después prohibió los porteos a uno y otro lado de ambas fronteras, luego cortó la línea de ferrys, la Operación Paso del Estrecho, facilitó los asaltos a las verjas, las llegadas por mar... y, finalmente, abrió los pasos el pasado mes de mayo, desencadenando la mayor crisis diplomática entre ambos países desde la toma del islote Perejil en 2002 o la Marcha Verde en 1975.

Pero en poco menos de tres meses se ha reconducido la situación. Después de que la Unión Europea advirtiera a Marruecos de los miles de millones en cooperación que se estaba jugando en los próximos siete años de Presupuesto comunitario, tras la llamada del secretario de Estado, Antony Blinken, a su homólogo en Rabat, a Marruecos no le cupo duda de que España estaba fuerte y respaldada por sus socios y aliados.

Mes y medio después, la salida de Arancha González Laya del Ministerio de Exteriores ayudó a engrasar las conversaciones. Y otros 45 días más tarde fue Mohamed VI el que expresó con palabras nuevas lo que no era más que un reconocimiento de su error.

Cambio de tercio

En poco más de un mes en el cargo, el ministro Albares ha dado un viraje radical a la política con respecto a Marruecos. Un cambio profundo en relación a lo que supuso el mandato de un año y medio de González Laya al frente de la diplomacia española. 

La gestión de su antecesora estuvo marcada por un total desencuentro con el vecino del sur, que culminó con el asalto a Ceuta, después de la operación por la que España acogió en secreto en un Hospital de Logroño al líder del Frente Polisario, Brahim Ghali.

Ahora, en cambio, el trabajo larvado que desde hace semanas se lleva en Exteriores con respecto al vecino del sur comienza a dar sus frutos, pese a estar siendo eclipsado mediáticamente por la crisis en Afganistán y la evacuación de los trabajadores y colaboradores desde el aeropuerto de Kabul.

Primero, con el acuerdo para la devolución de menores del pasado 13 de agosto -paralizado judicialmente ante las posibles irregularidades en el mismo del ministerio de Interior- y luego, justo una semana después, con las palabras de Mohamed VI en su discurso anual. "Con sincero optimismo, expresamos el deseo de seguir trabajando con el Gobierno español y su presidente, Pedro Sánchez, con el fin de inaugurar una etapa inédita en las relaciones entre nuestros dos países" afirmaba el monarca alauí. 

El jefe de Estado alauí recogía así el guante lanzado en conversaciones discretas desde la llegada de Albares para abrir una etapa de "diálogo sin tabúes sobre Ceuta, Melilla y el Sáhara Occidental", tal y como confirman a EL ESPAÑOL fuentes de la diplomacia española. "Nosotros pondremos diques respecto a Ceuta y Melilla, claro está", añaden... dando por hecho que Rabat tratará de poner los suyos respecto al Sáhara.

Es decir, se abordarán de frente, con sinceridad por las dos partes, los asuntos nucleares que enfrentan a ambos países desde hace décadas. 

En concreto, sobre la antigua colonia española nuestro país estará dispuesto, recalcan estas fuentes, a "escuchar lo que Rabat quiera de nosotros con respecto al Sáhara". O dicho de una manera más nítida aún, en el Palacio de Santa Cruz cunde la sensación de que si se reciben garantías sobre Ceuta y Melilla, nuestro país no sería un problema en relación al Sáhara.

Una posición de mucho peso, viniendo de la potencia descolonizadora, según establece la misión MINURSO de las Naciones Unidas (ONU). 

Esta nueva etapa -"inédita" según Mohamed VI- aspira, según fuentes de Exteriores, a tener la envergadura de un nuevo acuerdo de cooperación y amistad que siente las bases de una relación estable al menos durante la próxima década. También sobre otros asuntos de vital importancia como la cooperación antiterrorista, las cuestiones comerciales o la relación con la Unión Europea, dada la condición de España como frontera sur del continente. 

A corto plazo, se tratará de que Rabat devuelva a su embajadora en Madrid, Karima Benyaich, retirada en el punto álgido de la crisis en primavera. Se trabaja también en una visita a Marruecos del propio Albares para reunirse con su homólogo marroquí, Nasser Bourita, algo que podría producirse coincidiendo con el comienzo del curso político. Para entonces su equipo espera que haya avances considerables en las negociaciones bilaterales.

Más adelante, y si todo transcurre según lo previsto, se podría preparar una próxima Reunión de Alto Nivel, la RAN que en principio iba a tener lugar a finales del año pasado, luego a principios de este 2021 y que se fue aplazando hasta hacerlo sine die.

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