La salida del Gobierno de Iván Redondo, el todopoderoso gurú político de Pedro Sánchez, se ha convertido en “un acertijo envuelto en un misterio dentro de un enigma”. El presidente se desprende de su brújula cuando las encuestas le son más desfavorables, y prefiere encarar la segunda mitad de la legislatura con otro equipo.

"Lo primero que tiene que hacer un asesor es tirarse por el barranco por su presidente, y yo lo hago. Aquí, ahora y mañana. Y lo siento, se lo voy a dejar clarito: ahí voy a estar con él, hasta el final, con el presidente, Pedro Sánchez", había proclamado Redondo el pasado 28 de mayo, durante una comparecencia en el Congreso de los Diputados.

Su profecía se ha cumplido un mes y medio después: Redondo ya yace en el fondo del barranco, cada vez más poblado, de Pedro Sánchez.

Iván Redondo era el estratega del Gobierno, el que marcaba los tiempos y construía el relato. Pero también el encargado de modular las emociones, el taumaturgo capaz de movilizar a los votantes socialistas como un resorte, con maniobras como la exhumación de los restos de Franco del Valle de los Caídos.

Había explicado esta estrategia en una charla sobre marketing político: "Las tres principales emociones con las que se puede jugar en una campaña electoral son: la primera el miedo, la segunda el rechazo y la tercera la esperanza, la ilusión. Yo que llevo 10 años trabajando a nivel externo con diferentes partidos políticos, no sólo con el PSOE y el PP, he llegado a una conclusión. ¿Recordáis aquello de ¡es la economía, estúpido!, del año 92? Yo os diría: ¡son las emociones, estúpido! Yo antes me emociono, y luego pienso".

La carpeta que Redondo guardaba en un archivador de su despacho con el nombre de "guerra cultural" estaba repleta de trucos que ha ido desplegando a lo largo de la legislatura: desde la nueva vuelta de tuerca a la Ley de Memoria Histórica (ahora Memoria Democrática) y a las Leyes feministas que abrieron una guerra interna entre la vicepresidenta Carmen Calvo y la ministra de Igualdad, Irene Montero.

Pero a Iván Redondo se le fueron de la mano las emociones en la campaña de las elecciones madrileñas del 4-M, en las que el PSOE se limitó a hacer seguidismo de los mensajes, cargados de guerracivilismo y lucha "antifascista", con los que Pablo Iglesias intentó desesperadamente evitar la desaparición de Podemos.

PSOE y Podemos convirtieron los sobres amenazadores con balas enviados a Pablo Iglesias y al ministro Fernando Grande-Marlaska (de cuya autoría nunca más se supo) en el único hilo argumental de campaña. Un error de estrategia que no hizo sino engrandecer la figura de Isabel Díaz Ayuso, apoyada en su gestión de la pandemia, y que ha precipitado ahora la caída de Redondo como jefe de gabinete del presidente Pedro Sánchez.

Todo cambió en la noche electoral del 4-M: Pablo Iglesias desapareció de escena y Pedro Sánchez dejó de tener cara de ganador. La victoria de Ayuso, frente a la maquinaria de Moncloa, hizo visible una alternativa a Sánchez, que tres meses después ha defenestrado a algunos de sus más fieles colaboradores para romper con el pasado.

La carambola de Murcia

El tándem formado por Sánchez y Redondo encadenaba así tres fracasos, desde la campaña de las elecciones catalanas en las que el gurú de la Moncloa se volcó para hacer a Salvador Illa presidente de la Generalitat.

El exministro de Sanidad ganó las elecciones, sin mayoría suficiente para gobernar. Sánchez quedaba así preso de sus compromisos contraídos con ERC para mantener su inestable mayoría en el Congreso hasta las próximas elecciones: la concesión de los indultos ha sido la herida que puede tener un mayor coste electoral para el PSOE.

Redondo ha asegurado que nada tuvo que ver con el segundo gran error estratégico cometido: la moción de censura de Murcia negociada en Moncloa por Félix Bolaños (nuevo ministro de Presidencia), con la que Sánchez esperaba poner en marcha una carambola para arrebatar al PP otros gobiernos autonómicos. El abrazo del oso a Ciudadanos se ha vuelto en su contra.

La leyenda de Iván Redondo como todopoderoso asesor del presidente había despertado no pocos recelos en el seno del Gobierno, donde algunos le veían como un intruso, un "mercenario" de la política que venía de prestar servicios a líderes del PP como el alcalde de Badalona Xavier García Albiol y el expresidente de la Junta de Extremadura José Antonio Monago.

La amistad de Redondo con Pablo Iglesias (ambos se admiraban desde su participación en un programa de La Tuerka) le había convertido en un interlocutor imprescindible para negociar el pacto del gobierno de coalición.

Sánchez le entregó plenos poderes en su gabinete, especialmente durante la pandemia (Redondo le escribía los discursos televisados inspirados en El Ala Oeste de la Casa Blanca) y también en el proyecto de la nueva Ley de Seguridad Nacional que ha disparado ahora todas las alarmas.

La "cumbre" con Biden

Demasiado poder para alguien que nunca tuvo carné del PSOE. Los socialistas le reprochan también otros errores: se empeñó en repetir las elecciones de 2019 con la promesa de que el PSOE alcanzaría los 150 escaños (en realidad cayó a 120 y se vio abocado a gobernar con Podemos) y, más recientemente, creó falsas expectativas sobre la "cumbre" internacional de Sánchez con Joe Biden, que quedó reducida a una charla de pasillo de apenas 40 segundos.

Fuentes socialistas consultadas por EL ESPAÑOL señalan que, si la salida de Redondo había sido previamente pactada, sólo conocían el secreto él y Sánchez. El hasta ahora jefe de gabinete ha continuado con su trabajo hasta el último día, coordinando con Miguel Ángel Rodríguez los preparativos del encuentro celebrado el viernes en la Moncloa con Isabel Díaz Ayuso.

La carta de despedida de Iván Redondo: "Hay que saber parar"

Lo cierto es que Redondo había hecho saber a sus amistades, durante las últimas semanas, su deseo de poner fin a esta etapa para retomar su actividad como consultor en el sector privado. El gurú de Sánchez se ha despedido con una escueta nota manuscrita: "A veces en la política, en la empresa como en la vida, además de saber ganar, saber perder, hay que hacer algo mucho más importante: saber parar. Muchas gracias por todo. Ha sido un honor. Nos volveremos a ver".

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