Javier Nart ha vuelto, aunque él dice que nunca se fue. Así lo repite con insistencia. Pero lo cierto es que llevaba dos años sin dejarse ver públicamente con Ciudadanos hasta que, en medio de la campaña madrileña, sorprendió con su aparición para apoyar al candidato Edmundo Bal en un mitin celebrado en la Plaza de Chamberí.

Tenía mucho que decir tras un tiempo alejado de los focos. En su parla con EL ESPAÑOL, el eurodiputado carga duramente contra la etapa estertorosa de Albert Rivera -aunque tilda de "error" su dimisión-, alaba el liderazgo de Inés Arrimadas y asegura que el partido liberal aún tiene futuro si se aleja de personalismos y se centra en lo que demandan "los ciudadanos" -valga la redundancia-.

También dedica una crítica ilustrada a la izquierda patria, encarnada en PSOE y Podemos, por cuanto el abogado jamás ha renunciado a las ideas socialdemócratas: las mismas que considera incompatibles con las tesis de los socios nacionalistas del Gobierno.

Usted abandona Ciudadanos en 2019 ante la negativa de Albert Rivera a pactar con Pedro Sánchez. ¿Por qué decidió volver a apoyar al partido con motivo de las elecciones del 4-M?

Yo no volví porque no me fui nunca. Yo lo que tuve es una profunda discrepancia con la decisión del Comité Ejecutivo ante una proposición que hicimos Luis Garicano y yo sobre una decisión que era absolutamente trascendente y que el partido, por un error mayúsculo de Albert Rivera, decidió no hacer: gobernar junto al PSOE. En consecuencia, dejamos de ser un partido relevante y útil.

Dejamos a España en un momento de crisis institucional y económica. Me parecía fundamental que en lugar de ir a nuevas elecciones se apoyara un gobierno del PSOE en el cual nosotros sólo teníamos que rehacer el acuerdo que habíamos alcanzado meses antes e implantarlo, que era lo que quería la inmensa mayoría de la población española, y no un gobierno Frankenstein con un Pablo Iglesias tratando de destruir la democracia en una alianza contranatura con Bildu y ERC. 

Dejé el Comité Ejecutivo, dejé la militancia, pero yo mis ideas las mantengo. En ese sentido, yo nunca dejé Ciudadanos.

Con vista retrospectiva, ¿volvería a tomar esa decisión? Abandonar la militancia.

Si el posicionamiento que se tomó entonces se reprodujera, por supuesto. Yo no puedo participar en una irresponsabilidad así. Un partido político no debe ser útil a su dirigente, sino a la ciudadanía. Si el partido se llama Ciudadanos es porque tiene que ser útil a los ciudadanos, no a un líder que quiere ser presidente del Gobierno.

Albert Rivera justificó su decisión arguyendo que Sánchez se había decidido a gobernar con "la banda", pero lo cierto es que sus votos lo hubieran impedido. ¿Cuáles fueron las motivaciones reales detrás de esa decisión?

Yo creo en la fuerza de la gravedad. Las cosas van para abajo, no para arriba. Albert Rivera tenía unas decisiones fundamentadas en criterios demoscópicos y mercadotécnicos. Yo respeto profundamente a los analistas de datos y a los encuestadores, pero un partido no es El Corte Inglés. Un partido no se tiene que gestionar por éxito, sino por coherencia. Esa coherencia no significa que el partido tiene que ser metafísico, tiene que tener una utilidad. 

Albert Rivera estaba convencido de tres cosas. La primera es que el sorpasso al Partido Popular se iba a producir. A mí eso me parecía profundamente disparatado e infantil, por cuanto el PP es un partido con una larga historia e implementación. Sin un poder municipal, es imposible alcanzar un poder general.

La segunda es que para poder hacer el sorpasso al Partido Popular habríamos de adoptar sus criterios porque sus votantes votan por criterios. Travestirnos en el Partido Popular es un disparate porque significa perder las esencias fundacionales de Ciudadanos.

Y había una tercera. Albert Rivera estaba dispuesto a que el gobierno Frankenstein gobernara durante año y medio porque creía que fracasaría y habría nuevas elecciones donde Ciudadanos, habiendo realizado el sorpasso demoscópico al Partido Popular, tendría la victoria electoral y en consecuencia la presidencia del Gobierno. 

Si yo tuviera a mi hijo en el médico y pensara que el servicio hospitalario es disparatado, jamás dejaría que ese servicio médico empeorara la situación de mi hijo para así justificar que hay que echar al servicio médico. España no se podía permitir un año y medio de bandazos para que eso nos diera un éxito electoral.

Usted, pese a dejar la militancia y la ejecutiva, decidió mantenerse como eurodiputado. Rivera le achacó su decisión porque "no era ética".

Abandoné la militancia después de abandonar la ejecutiva porque no podía continuar en una situación en la que se seguían primando los intereses del líder por encima de los intereses de la nación. Me vi con Villegas [José Manuel] y él me dijo que no pasaba absolutamente nada porque siguiera como independiente en Ciudadanos.

La realidad es que mis relaciones con todos los eurodiputados y los miembros de la ejecutiva de Ciudadanos son de profunda amistad. Por tanto, en cuanto me dijeron que me querían en el acto en Madrid yo accedí encantado de la vida. Quizá mi presencia sorprendió a algunos, pero yo en el Parlamento Europeo trabajo conjuntamente con Jordi Cañas, Luis Garicano y Soraya Rodríguez. Reitero: yo no me he ido nunca. 

¿Cree que está en entredicho el liderazgo de Inés Arrimadas?

Sería un error enorme que Inés Arrimadas dimitiera ahora, del mismo modo que creo que fue un error que Albert Rivera se fuera. Tengo discrepancias radicales con él, pero fue un buen patrón hasta esa locura de "vamos a ganar las elecciones dejando que el país se degrade en un gobierno Frankenstein". Eso fue un contradiós absoluto, pero hubiera sido más positiva una gestión de Albert Rivera hasta un congreso del partido donde se analizara la situación y se eligiera o ratificara el liderazgo.

La dimisión fue éticamente impecable, pero yo creo que cuando hay una tempestad el capitán debe seguir. Inés Arrimadas tiene que continuar al frente, pero Ciudadanos necesita una reflexión pública.

Da la sensación de que eso fue lo que faltó tras la moción de censura en Murcia: una reflexión pública.

No se trata de hacer actos de contrición ni de reconocimiento masoquista de errores, sino un análisis donde la ciudadanía entienda qué ocurrió, qué errores se pudieron cometer y el por qué la línea actual del partido, con la que yo estoy absolutamente de acuerdo. Es necesaria una pública reflexión y no sólo una pública decisión.

Los resultados de aquella moción han sido nocivos para Ciudadanos.

La situación me recuerda a cuando Almunia perdió las elecciones con el PSOE. Los partidos no desaparecen por fracasos ni se justifican por éxitos; son corrientes de opinión que se corresponden a necesidades y posicionamientos sociales. Un partido no puede ser ajeno a la sociedad y ser simplemente una empresa demoscópica. 

¿Qué opina de la connivencia de la izquierda patria con los nacionalismos periféricos?

No se puede entender la connivencia que algunos partidos muestran con el nacionalismo identitario. Éste significa confrontación y oposición a los criterios ilustrados, que dicen que no puede haber privilegios en democracia y que las diferencias culturales no significan diferencias de derechos. 

Yo para eso con el franquismo tuve más que suficiente. De chaval estudié en la Formación del espíritu nacional, que era en realidad una deformación, donde esa España mitománica era la oficial. Hemos pasado de la España mitománica del franquismo a los nacionalismos identitarios supuestamente democráticos gracias a la complacencia extraña de la izquierda, cuando la izquierda por definición implica una reivindicación social y no nacional o nacionalista.

Se la paradoja de que la izquierda connivente con los nacionalistas catalanes y vascos ha elucubrado en la campaña madrileña sobre el "secesionismo" madrileño.

Decía San Pablo en una epístola que el número de imbéciles es infinito: stultus infinitus est numerus. Yo no creo en Dios, pero a San Pablo hay que leerlo.

Las elecciones madrileñas han tenido una de las campañas más duras que se recuerdan: amenazas de muerte filtradas, agresiones a Vox, desplantes en los debates… ¿Quién propició ese clima irrespirable?

El inicio lo produjo Pablo Iglesias cuando dijo aquello de que venía el fascismo. En ese momento hubo algo realmente triste: Ayuso, que lee bien las cosas y tiene buen olfato, planteó lo de "comunismo o libertad". Hubo dos polos donde las proposiciones de la mejor vida de los madrileños, que es lo que importa, estuvieron ausentes.

Sólo hubo dos candidatos que respetaron a la ciudadanía e hicieron un programa que hablaba de proposiciones: Mónica García y Edmundo Bal. Los demás se limitaron a mover el espantajo del "no pasarán" y memeces del estilo.

Hay mucho antifascista anacrónico.

Me repugnan aquellos niñatos que quieren ganar la batalla del Ebro otra vez; una batalla que ninguno de sus combatientes quiso luchar y que la perdieron todos. De hecho, los protagonistas de aquella tragedia no la reivindican; la reivindica el socialismo adolescente y el comunismo adolescente, que se remiten a epopeyas en las que no estuvieron. Tampoco sé cómo se comportarían en caso de tener la desgracia de protagonizarlas. 

Yo he sido corresponsal de guerra durante más de veinte años. La guerra no son desplantes toreros del "no pasarán"; la guerra es una cosa espantosa. Esos niñatos que reivindican épicas del estilo me parecen tóxicos. 

Pese a que comenzó apelando a la "moderación", Ángel Gabilondo terminó abrazando la retórica "antifascista" de Pablo Iglesias.

Me parece terrible que un candidato respetable y respetado como es Gabilondo haya sido pervertido por esa campaña que le diseñaron en La Moncloa, que suponía seguir la ruta de la confrontación primaria y contraria al respeto intelectual a la ciudadanía. 

A Gabilondo lo convirtieron en un espantajo, le hicieron ejercer un papel que no era el suyo. Es como si a Anthony Hopkins le pones a hacer una película porno. Sale mal. Como agravante ahora les resulta incómodo. Es el candidato clínex, de usar y tirar. Gabilondo merece respeto. 

¿Quién cree que es el responsable último de la campaña protagonizada por Ángel Gabilondo?

El responsable no fue Ángel Gabilondo ni Iván Redondo; el responsable es el señor Sánchez, pero es verdad que cuando hay un error no sólo tiene culpa quien lo idea sino también quien lo asume. Yo espero que esto enseñe a todos que las campañas electorales no son para dividir ni para convertir a la comunidad en enemigos. Madrid es Vallecas y es el barrio de Salamanca. De hecho, en Vallecas sacó muchos más votos Ayuso que Pablo Iglesias. 

¿Ahora qué pasa? Que viene otro señorito, comunista adolescente, que dice que esos votaron mal. O sea, que lo mejor es no votar, ¿sabes? Lo mejor es que la decisión la tengan los iluminados ilustrados porque la ciudadanía es una panda de memos que cuando votan lo que no les gusta se equivocan. Eso se llama fascismo o totalitarismo: para qué vamos a dejar votar si se van a equivocar.

¿Y qué me dice de la marcha de Iglesias de la política? Él prometió que asumiría su escaño en la Asamblea de Madrid.

Enrique Tierno Galván decía que los programas electorales están para no ser cumplidos. Yo no llego a tal nivel de cinismo, pero Iglesias ha entendido que su ciclo ya no tiene relevancia y que su estrategia de tensión social ha caducado.

Hay que ver lo que proponía y decía anteriormente sin haber abjurado de ello. Yo le he visto en actuaciones electorales con la bandera con Lenin, un criminal responsable de la muerte de centenares de miles de personas en Rusia, el creador de la Checa y de la represión. 

El planteamiento leninista coincide fundamentalmente con el fascista excepto en una cosa: la propiedad privada. Al final, el fascismo controlaba a los grandes propietarios pero sin llegar a desmontar la propiedad privada. Por lo demás, fascismo y comunismo son iguales: el fascismo es la vanguardia de unos personajes que sólo respondían ante Dios y ante la Historia. El comunismo es la vanguardia objetiva del proletariado que se cree con la obligación de liderar al pueblo contra el pueblo.

Desde Ciudadanos se reivindican de "centro". ¿En qué consiste? ¿Dónde está ubicado?

El centro está ubicado en una sociedad de clases medias donde las discrepancias quedan disminuidas aunque haya injusticia social y diferenciación. La gravedad del asunto es que estamos en una situación social en el que las clases medias están siendo trituradas como consecuencia de una sociedad de exclusión. 

Después de la II Guerra Mundial, la derecha reaccionaria y la izquierda revolucionaria coincidieron en que no podían seguir en la confrontación y se produjo un pacto y una asunción de una mejora de las condiciones acompañada de una reforma social. Eso da una sociedad progresivamente inclusiva que se refleja en un aumento de las rentas hasta finales de los 90. Ahí se produjo una crisis del sistema y se habló de una refundación del capitalismo que no se ha realizado.

Cada vez los beneficios y los recursos se van acumulando en el 30% más alto de la sociedad. La concentración de medios, de información y de conocimientos da como lugar a una sociedad de exclusión. El paradigma de un trabajo seguro ha terminado y ahora tenemos trabajos clínex, de usar y tirar, personas con proyectos vitales afectados por la precariedad del empleo. La crisis de las clases medias es la crisis de la sociedad, de la estabilidad. Es algo esencial y de eso no habla nadie. Seguimos hablando de viejos paradigmas caducos de la paleoizquierda y de la verdadera derecha. 

¿La "verdadera derecha"?

Lo único que es activo y verdadero, y no me gusta, es la derecha. La izquierda sigue contemplando su ombligo en los viejos paradigmas que terminaron en 1990. Ahora caminamos hacia una sociedad de exclusión en la que habrá personas que no tendrán lugar en ella. Serán subvencionados para que no den la lata y lo llamaremos justicia social. Yo lo llamo el anestésico de gente que tendrán subvenciones pero no futuro. Vamos a una sociedad cínica, aristocratizada y ante eso hay que hacer una reflexión profunda y dejarse de "comunismo o libertad" o "no pasarán".

Edmundo Bal definió en campaña el centro como una suerte de equidistancia entre Vox y Podemos. ¿Son equiparables en cuanto a radicalidad estos partidos?

La emergencia de vox es la consecuencia del vértigo de una sociedad que no tiene la seguridad acerca de qué va a ser de ellos mañana. En toda crisis aparecen líderes con respuestas simples y elementales, llámese Vox o Podemos. Siempre hay una tribu que busca la seguridad, que dimite de la libertad intelectual para tener la seguridad del grupo. Esto es, si yo soy de izquierdas no puedo nunca aceptar postulados que no sean de mi adscripción ideológica.

Tenemos una aproximación a la política cuasi religiosa propia del siglo XIX: aunque no entienda ni crea en ciertas cuestiones, yo soy católico. Así nací y así me quedo. Hay que tener un criterio basado en la comprensión de cuáles son las respuestas necesarias ante crisis esenciales.

Por lo tanto, Vox y Podemos sí le parecen equiparables.

Absolutamente. Ellos ofrecen dos cosas: un nosotros y un ellos. Y el "ellos" no forma parte de la propia comunidad, es una excrecencia, una anormalidad. Tanto Vox como Podemos niegan al otro y producen proposiciones irrealizables. La libertad es la capacidad de discrepar del poder sin terminar en la cárcel. Eso es lo fundamental. 

Los populistas practican la confrontación respecto a un enemigo, plantean soluciones milagrosas y tienen la determinación de que el responsable es el otro y que una vez se acabe con él la cosa se soluciona sola. Ojalá fuera tan sencillo.

¿Cree que Ciudadanos sigue siendo un proyecto con futuro o seguirá la estela de UPyD?

A mí me propusieron ser cabeza de lista en UPyD en Cataluña hace años. Dije que no por una sencilla razón: siendo lo mismo UPyD que Ciudadanos yo no quería partir el voto en Cataluña, había que unificarlo. Yo era muy partidario de la unidad con UPyD.

El problema que tuvo UPyD fue un personalismo extremo que es el mismo que tuvo Albert Rivera. Un partido no se articula en torno a las necesidades, deseos o pretensiones del líder, sino en la adaptación a las necesidades de la sociedad. Rosa Díez convirtió el partido en ella y Albert Rivera lo intentó. 

¿Qué le parecería una hipotética fusión con el Partido Popular de cara a reagrupar el centro-derecha?

No tiene sentido. El PP es de derechas y tiene proposiciones con las que yo no estoy de acuerdo. Yo lo respeto profundamente porque es parte articulante de la democracia española. No hay un enemigo en PP ni en el PSOE. España no se compone de una mitad de fascistas y una mitad de progresistas. Tampoco hay un enemigo en Vox por cuanto respeta la Constitución y es un partido democrático.

¿Sería deseable una unión de Cs, PP y Vox para plantear una alternativa al sanchismo y a sus socios?

En este momento, y mientras no haya elecciones, el PSOE tiene una mayoría lo suficientemente amplia como para que cualquier alternativa sea implanteable. Plantear esto ahora no tiene sentido. Tampoco todos los socios del Gobierno son iguales. Yo no tengo ninguna discrepancia en cuanto a la admisibilidad y la presencia del PNV, que es un partido democrático que respeta escrupulosamente los pactos y respeta las estructuras de la Constitución. Otros sí la niegan.

Si te defines de izquierdas, te son perdonados todos los pecados aunque estos sean graves. ERC ha participado y ha sido socio del gobierno corrupto de Convergencia Democrática de Cataluña y no ha abierto la boca. Definiéndose de izquierdas, están detrás de unos privilegios para Cataluña y son responsables de los mayores recortes sociales de Educación y Sanidad. 

Gozan de buena imagen, pero la izquierda no es una definición sino una acción. Como decía Cristo, y soy ateo, "por sus obras los conoceréis". Si ellos dicen que son de izquierdas, yo soy el cardenal de Roma.

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