Inés Arrimadas, al contrario que los candidatos de otros grupos opositores, apenas se levantó de su escaño a lo largo de la jornada. "Metódica hasta el extremo" -así la describen algunos de sus compañeros-, preparó su discurso a conciencia. "Como si fuera una investidura", señalan desde su partido.

Sin apenas leer, trató de abrir camino en el centro y exhibir "moderación". Un terreno virgen tras casi diez horas de debate. Con Pablo Casado desaparecido -lleva más de ochenta días sin anunciar el sentido de su voto-, trató de enarbolar lo que sus colaboradores más estrechos llaman la "tercera España".

La presidenta de Ciudadanos intentó abrirse camino con eslóganes como este: la "alternativa a los ataques al Rey" no es "echar de menos la dictadura". En todo momento, buscó que sus estocadas llegaran al mismo tiempo a la bancada de Vox y a la del PSOE.

Arrimadas: "La indignación y el cabreo no son un proyecto político"

Una circunstancia que exasperó a Santiago Abascal. El líder de la derecha radical la acusó de "equidistancia" y de veletismo, como si el cambio de postura en política tuviera que penalizarse de manera apriorística.

Arrimadas le respondió con un hecho: el Gobierno, "por malo que sea", tiene "mayoría". Y, como eso es irrevocable, conviene "intentar librarle de las influencias" de los separatistas. "El patriotismo es hacer cosas que a una le resultan muy difíciles". Arrimadas se refirió a sus rivales como "trasnochados".

Congreso "tóxico"

O dicho de manera más prosaica: la moción de censura "es una pérdida de tiempo" porque "estamos en plena pandemia" y cada día "se mueren doscientas personas". La jerezana lamentó el carácter "tóxico" que ha adquirido el Congreso y concretó: "Esta burbuja se parece muy poco al miedo de las familias".

Arrimadas interpeló directamente a Sánchez, Casado, Iglesias y Abascal: "Dentro de unos años, tendremos que explicar qué hicimos nosotros durante la pandemia. Sí, sí, nosotros. Igual que nuestros abuelos nos han contado la guerra o la Transición. Yo quiero explicarle a mi hijo, que ahora tiene cuatro meses, que hice todo lo que pude".

La sucesora de Albert Rivera dibujó la pinza que ya practican Sánchez y Abascal. Una partida que insufla gasolina a los extremos. Con un Casado desorientado -ni una palabra pública en todo el día-, el intercambio de golpes entre Vox y el Gobierno fue comiéndole la tostada a la gestión de la pandemia, que quedó arrinconada en un segundo plano.

"Esto parece una moción diseñada por Iván Redondo. Dejen de darles armas a Sánchez e Iglesias. Las necesitan para partir este hemiciclo en dos (...) Ustedes son un regalo para el Gobierno y los nacionalistas", apostilló Arrimadas.

En contra de la tesis de Rivera, la actual presidenta de Ciudadanos sí alabó el rol de la bisagra, ese partido que, independientemente de su fuerza aritmética, es capaz de pactar a derecha e izquierda. "Con pocos escaños se pueden hacer muchas cosas", sentenció.

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