Carles Puidgemont convirtió el cónclave de Perpiñán en su primer gran acto electoral. Ante una marea de fieles, inundó la explanada de llamadas a la "unilateralidad". Oriol Junqueras, cuya participación se limitó a un vídeo de apenas unos minutos, no tuvo espacio para sacar lustre a la "mesa de diálogo" con Pedro Sánchez. El encuentro entre Torra y el presidente del Gobierno llegó a ser tachado de "engañifa".

La demostración de fuerza del expresidente de la Generalitat silenció durante horas la táctica de Esquerra Republicana. Consciente de que debe diferenciarse de cara a las próximas elecciones catalanas, Puigdemont alzó la voz para "clamar contra el Estado español heredero del franquismo" e intentar reafirmarse como verdadera cara del procés.

Las últimas encuestas otorgan una amplia ventaja a los de Junqueras. Este sábado, Puigdemont desveló cuáles serán sus líneas maestras y acalló a su adversario directo en un acto de gran trascendencia mediática.

El principio de la batalla

Poco después del 1-O, de la declaración unilateral de independencia, de la huida de Carles Puigdemont y de la aprobación por mayoría absoluta en el Senado de la aplicación del 155 en Cataluña, Inés Arrimadas ganó las elecciones catalanas del 21 de diciembre de 2017.

Una victoria del constitucionalismo que, si bien abría un futuro esperanzador, no fue suficiente para evitar un gobierno en coalición de JxCat y ERC. Aquel Govern, el que aún hoy preside la Generalitat, tiene al frente como presidente a Quim Torra, tras obtener JxCat un 21,65% de los votos frente al 21,39% de los sufragios logrados por el todavía candidato de Esquerra, que no era otro que Oriol Junqueras.

Tras la declaración unilateral de independencia y su cese como presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, quien fuera Molt Honorable, emprendió el día 29 de octubre una huida de la Justicia española que aún hoy, más de dos años después, le mantiene en Bélgica a costa de la 'caja de solidaridad' del independentismo.

Una condición que buena parte de los separatistas le echa en cara. Otros lo conciben como un Josep Tarradellas del siglo XXI, un mártir del separatismo al mismo nivel que Oriol Junqueras, hoy día encarcelado en Lledoners y condenado a 13 años de prisión por un delito de sedición.

Estos últimos, en torno a unos 150.000 según los datos de los organizadores del 'Consell per la República Catalana', se dieron cita el sábado en Perpiñán para loar a su líder. Ataviados de miles de esteladas, de pancartas con las caras del propio Puigdemont y de los también huidos Toni Comín y Clara Ponsatí, al grito de "president, president" o con insultos y silbidos al rey Felipe VI cada vez que aparecía en alguno de los vídeos que proyectaban las pantallas gigantes, ellos fueron los protagonistas del primer acto de campaña. Y también del primer aviso a sus socios y rivales de ERC.

El margen del 0,26% de los votos que convirtieron a Quim Torra en presidente de la Generalitat parece ahora exiguo, mínimo, pero lo cierto es que 2017 es el espejo en el que Puigdemont se quiere mirar y para lo que ha organizado un evento que prácticamente se ha dedicado al culto personal.

La estocada de Ponsatí

Porque ese 0,26% de margen se consiguió con remontada, luchando contra unos sondeos que, a un mes de votar en urnas de verdad, concedían a ERC entre el 26% y el 31% de los votos; y a JxCat, apenas un 10,7% de los sufragios en los escenarios más positivos.

Con Cataluña aún pendiente de la aprobación de sus presupuestos y sin fecha en el horizonte más próximo para unas nuevas elecciones autonómicas (Galicia y País Vasco han adelantado su fecha al 5 de abril), Puigdemont ya ha abierto la campaña electoral -el último CIS catalán da una amplia ventaja a ERC-.

Fue una llamada a la "movilización permanente" y a "prepararse" para avanzar hacia el objetivo de una república catalana en la que, según él mismo, "no sobra nadie". Sin embargo, el eurodiputado huido de la justicia española no hizo ni una sola mención a la mesa de negociación pactada entre ERC y el PSOE, que tuvo su primera reunión el pasado miércoles en Moncloa, con la presencia de Quim Torra entre en los negociadores.

Eso sí, cada vez que en las pantallas gigantes aparecía una breve secuencia de la reunión en Moncloa, recibía los pitidos del público, aunque quien más claro dejó el mensaje de JxCat fue Clara Ponsatí, quien calificó el diálogo de "engañifa" y llamó a "no dejarse engatusar por fotos de mesas que sólo buscan hacer ganar tiempo a Pedro Sánchez".

Y Ponsatí fue más allá: "No no harán libres las renuncias, los miedos, las promesas vacías de diálogo de los mismos que nunca cumplen ninguna promesa". Mensaje lanzado, alto y claro.

Junqueras, que envió como representación de ERC a Ernest Maragall, Anna Caula e Isaac Peraire, sólo participó a través de un vídeo en el que se escuchaba su voz subrayando que "somos muchos cuando actuamos de forma coordinada y sin reproches". Otra llamada a la unidad del separatismo, esta desde el otro lado, que no puede evitar que lo que se calla haga mucho más ruido que lo que se dice, porque en Perpiñán se jugó al juego de la política y Puigdemont, de momento, pegó primero con sus 150.000 fieles.

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