Media tarde en Toledo. A punto de anochecer. La campaña agoniza. Juan Carlos Girauta recibe en la cama armado de su guitarra. "Como John Lennon", saluda. Bueno, casi como Lennon. Está vestido. Es una Gibson electroacústica: "El mismo modelo que utilizaba George Harrison".

Los cojines en los que se apoya sí parecen haberlos elegido Yoko Ono y el hacedor de Imagine. Son blancos, hippiescos, con simbología azul. También luce un cuadro algo místico, indescifrable. Asoma bajo la almohada el pijama verde, un caramelo para que sus detractores extraigan conclusiones políticas.

-Disculpe, ¿qué hace?

-Voy a cantarle una canción a Pedro Sánchez.

-¿Perdone?

Se titula Para la libertad, es un poema de Miguel Hernández al que puso música Serrat.

Girauta le canta a Sánchez Jorge Barreno

El diputado de Ciudadanos mira a cámara y se dirige al presidente del Gobierno. "Hubo una época en que nos llevábamos bien. Pedro, hay una cosa que no puedes hacer: arrogarte tú la herencia de la Segunda República y arrojar sobre los demás la del franquismo (...) Esto va de libertad, un concepto que a ti, en este momento, te falta". Y Girauta, uno de los ruiseñores preferidos del PSOE, se pone a cantar.

(...)

El momento ha resultado... impactante. No hay "perro que huela a leche" que lo supere. Minutos después, Girauta se instala en su biblioteca, acomodado en un sillón presto al psicoanálisis: "En esta conversación no pondré límites al surrealismo. Eso depende de usted. Si quiere, hágame las preguntas ahí tumbado, mirando al techo". Señala con el dedo al banco alargado que suele utilizar para tocar el piano.

De este particular alcázar uno sale medio chalado. Tanto que el fotógrafo, Jorge Barreno, se golpea la cabeza con la puerta y se hace una brecha. "¡Sangra, sangra!", diagnostica el samaritano Girauta, que lo acompaña a la farmacia en busca de una gasa, suero y tiritas.

Nacido en Barcelona y antes cabeza de cartel por su ciudad, se mudó a Toledo porque estaba "hasta las narices" de los nacionalistas. Eligió la capital de Castilla-La Mancha por su "fondo cultural y su historia arrebatadora": "Siento una predilección especial por el mundo judío. Aquí está muy presente. Camino por las calles y me va viniendo lo visigótico. Me encanta". Aquel rumor que le sitúa tomando chocolate con churros en verano... es cierto.

Girauta fue retratado con un arco cuando era niño... ahora lo celebra haciendo "el arquero". Jorge Barreno

¿La muerte del "girautismo"?

-Según tengo entendido, la muerte del "girautismo" está al caer. No hay descendencia. ¿Lo celebrarán en las sedes de PSOE y Podemos?

-Bueno, tengo una sobrina carnal que se ha invertido el apellido para colocar el "Girauta" primero... Pero, claro, su hijo sería "Girauta" de segundo... Es cierto, de manera natural, no hay "girautismo" posible. Pero que se vayan preparando. Tengo un sobrino -Girauta de segundo- en el PP, que lidera una asociación de estudiantes europeos.

-¿Está algo zumbado?

-Es un portento. He avisado.

A Girauta se le atribuye encarnar el "ala dura" de Ciudadanos. Y él dice que, quien piense eso, acierta. "El partido es como un cuerpo orgánico. Yo estoy en la parte más dura del caparazón", se ríe.

Entrevista a Juan Carlos Girauta Jorge Barreno

En el Congreso, cuando el debate se encrespa, este diputado irrumpe como un elefante en una cacharrería. Estilo... ¿hermano mayor de Rivera? "Bueno, me siento más padre que hermano. Le saco 18 años. Cuando lo conocí, él era muy joven. Me quedé fascinado, me pareció un prodigio. He tenido el sentimiento paternal de protegerlo, a veces innecesariamente. Las cosas que le dicen y que a mí me molestan... a él le suelen resbalar".

Sigamos con la canción y la memoria histórica. Más allá de efectismos, lo que Girauta buscaba transmitir era esto: "Nosotros somos la tercera España. A estas alturas, no debería tener sentido esa expresión, pero lo tiene".

-¿Por qué?

-Ciudadanos se ubica entre dos mundos que se comportan de manera inexplicable. La izquierda, por alguna razón que se me escapa, se siente moralmente superior. Lo hace axiomáticamente, como si estuviera dado y no hubiera que explicarlo. Eso les exonera de cualquier formación histórica o política. Y al otro lado está una derecha que vive acomplejada porque acepta esa premisa.

-¿Qué pasa con ustedes?

-Ni nos sentimos moralmente superiores ni padecemos el más mínimo complejo.

Girauta, quizá algo iluso, soñaba con mantener un debate acerca de Manuel Azaña -él mismo es biógrafo del que fuera presidente de la República- con algún dirigente del PSOE. También creía que, a la muerte de Harold Bloom, encontraría mordientes contertulios en el Congreso para debatir acerca del canon occidental. Ni una cosa ni la otra.

-¿Qué habría hecho usted con los huesos de Franco?

-¡No marearlos! Queremos convertir el Valle en una especie de Arlington. Un cementerio para todos los caídos en las guerras españolas.

-¿También los que perecieron en las guerras carlistas?

-¡Todos! Y las víctimas del terrorismo. Franco no cabe porque no es un caído. Aceptamos el informe de los expertos que encargó Zapatero. Sin quejas ni apostillas. Pero ese documento hablaba de "consenso". Todo lo contrario a lo que ha hecho Sánchez.

-¿Y qué ha hecho?

-Utilizar la exhumación como arma de división. Se aferra a la guerra de nuestros abuelos para, en un salto insólito y temporal, plantear las cosas en los mismos términos. Al mover los huesos de Franco... Franco se mueve. Si se mueve, está vivo. Entonces parece que le estás ganando la guerra. ¡Una charlotada!

Girauta atiende la entrevista en su despacho-biblioteca. Jorge Barreno

"De chaval, era comunista para ligar"

En la mesa-despacho, escoltado por una lupa, reposa el Diccionario ideológico de la lengua española, de Julio Casares. Lo tiene a mano "por si acaso". El Girauta articulista es un hombre profundamente interesado en el debate filosófico, en las ideas que cimentan los partidos.

-Usted fue comunista.

-¡Tenía quince años!

-Lo fue.

-No sabía ni lo que era. Lo hacía para ligar.

-¿Fue nacionalista alguna vez?

-Nunca. ¡Jamás! No entiendo el mecanismo. Cuando noté rasgos de lo que después sabría que se llama nacionalismo, me repugnaron. Son muy difíciles de captar.

-No entiendo por dónde va.

-Por ejemplo, los jesuitas te montaban una misa en el campo. La clave estaba en lo que decían sobre la terra. O el lenguaje que se empleaba en los clubes de jóvenes. Era como si te tocara algo pringoso. El nacionalismo es un virus peligrosísimo.

-Hay quien le llama "cobarde" por haberse ido de Barcelona. ¿Qué dice?

-Lo siento, no le puedo responder a eso. Diré exactamente lo que pienso cuando deje la política. El nacionalismo catalán ya está en la violencia y el acoso físico. Algunos me insultaban, pero otros intentaban acercarse... Menos mal que llevaba policía de paisano alrededor. Eso se aguanta un tiempo. Pero, después, ¿qué iba a hacer? ¿Pasar a la violencia y el acoso físico también? No. Por eso me fui.

Girauta es el número uno por Toledo de Ciudadanos. Jorge Barreno

Mario Vargas Llosa define Vox como la otra cara de la moneda del nacionalismo catalán. Considera el partido de Abascal un "producto irremediable" de la "radicalización" que ha desatado la crisis en Barcelona. ¿Cómo lo ve Girauta? "Sí, es casi normal, como el péndulo. Si levantas mucho de un lado y lo sueltas... Por el otro sube más. El abanico de reacciones ante el golpe de estado es muy variado. No todo el mundo tiene la misma capacidad de razonar. Algunos piensan: '¿Ah, sí? Pues te hago lo mismo'. Es casi hasta normal".

Durante su última entrevista en El hormiguero, Santiago Abascal confesó su "sueño húmedo" -permita Inés Arrimadas la usurpación de la expresión, que un día utilizó para Sánchez y su deseos electorales-: fichar a Girauta.

-¿Eso le prestigia o le desprestigia?

-¡No me desprestigia! ¡No soy tan gilipollas! Si Abascal dice que me ficharía por mi talento, le doy las gracias y un abrazo. Si fuera un maricomplejines, diría: "Ay, no, no". Pero no tengo nada que disimular.

"Hay gente muy poderosa que quiere matar a Ciudadanos"

Girauta considera a Adriana Lastra "uno de los grandes misterios del país". En los últimos días, después de que la socialista se negara a revelar sus trabajos anteriores a la política, se puso a reflexionar en torno a esta cuestión: "¿La vida laboral de un diputado pertenece a la esfera privada?". Y se respondió: "¡No!".

-Dígame qué hacía usted, entonces, antes de dedicarse a esto.

-¡Hacía encuestas, casa por casa, para UCD!

-Pero si usted no hace más que mofarse de las encuestas. Dice que las colecciona.

-Es un producto muy interesante. Sirven para desmovilizar al adversario, para movilizar a los propios, para desinflar al "peligroso", para que los medios complazcan a sus anunciantes... Y detrás de todas esas intenciones bastardas, hay grupos de estadísticos que hacen su trabajo. Pero eso está en el fondo, debe sacarse mucha basura para llegar a lo técnico.

-Es decir, ¿el pronosticado descalabro de Ciudadanos es imaginario?

-Nunca, en toda la democracia, se había convertido la hipotética caída de un partido en un tema de debate central en la campaña. ¡Como si fuera real! Las encuestas siempre nos han maltratado.

-¿Como aquellas que les situaban al frente del gobierno?

-Eso sólo pasó en una ocasión. Pero fíjate en las andaluzas, las catalanas, las generales de ahora... Cuando llegan los resultados, me gusta mostrar algunos de esos gráficos que guardo. ¿Que algún día acertarán? Hasta un reloj parado lo hace dos veces al día.

-Si las encuestas aciertan, ¿Rivera deberá irse?

-Me niego a aceptar esa hipótesis. Se ha normalizado por culpa de una campaña deliberada del establishment. Ciudadanos se creó para vivir muchas décadas, pero ahora no imagino el partido sin Albert al frente.

-¿A qué se refiere con lo del establishment?

-¡A los bancos y a las grandes multinacionales! En Ciudadanos, no nos bajamos los pantalones y dijimos: "Sánchez, ven aquí". Les ha cabreado. Hay gente muy poderosa que quiere matar este partido. Hablo de esos empresarios que quieren decidir sobre el gobierno desde la opacidad y el secretismo.

-Ese argumento lo han explotado muy poco en campaña.

-Porque Albert es un líder constructivo. No le gusta quejarse. Pero yo no soy un líder y no me callo las cabronadas. Observo cosas y las digo.

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