“Habla con Isa, yo no quiero saber nada”. Isa era -es- Isabel Gallego, imputada con su jefa, Esperanza Aguirre, por el juez que instruye el ‘caso Púnica’. Pero Isa era, entonces, algo más que la Directora General de Medios de la Comunidad de Madrid. Era la persona que lo sabía todo, que lo manejaba todo, con una eficacia que rayaba lo sobrenatural y que había conseguido crear una dependencia a su jefa que le hacía imposible desprenderse de ella.

Pero ese “habla con Isa, yo no quiero saber nada”, con el que Aguirre solía despachar a todo aquel que le pedía ayuda del Gobierno Regional, dice mucho de la personalidad de la que durante tres legislaturas fue presidenta de la Comunidad de Madrid: siempre se escondió detrás de sus lugartenientes, fuera la propia Gallego, Francisco Granados o Ignacio González.

“Ella no tomaba las decisiones, pero las consentía. Sabía lo que estaba pasando, sabía lo que hacían ellos porque luego se lo contaban, y ella asentía pero nunca quería saber más de lo necesario y nunca intervenía directamente en lo que ellos hacían”, dicen fuentes muy próximas a Esperanza Aguirre. Por eso su imputación no ha causado sorpresa.

Aunque si se indaga en la sede madrileña del PP, lo primero que se obtiene es la contestación oficial –“esto no va con nosotros, es anterior a la etapa de Casado y de Ayuso, no nos afecta, pero hay que respetar la presunción de inocencia”-, y si se hurga un poco más, entonces se llega a la realidad: “Estamos jodidos… Como haya elecciones el 10 de noviembre vamos a tener Púnica hasta en la sopa, y Casado está demasiado vinculado a Madrid y al PP de Esperanza Aguirre como para que no le afecte”, señalan fuentes del partido en la calle Génova, que reconocen que “como nos pasa siempre, no sabemos ir por delante de la Justicia y de los medios de comunicación”.

A lo que se refieren con eso estas fuentes es a que lo que relata el juez Manuel García Castellón. “Ya se sabía… Ignacio (González) y Paco (Granados) eran los ejecutores, los que se encargaban de cobrar las comisiones que iban a parar a las cuentas que manejaba BeltrÁn (Gutiérrez, el ex tesorero al que cesó Cristina Cifuentes precisamente por todo esto), y Aguirre lo sabía, conocía la trama y que ese dinero iba destinado a financiar sus campañas electorales”, señalan estas fuentes. Y es que nadie se cree que por debajo de los pies de la presidenta regional se estuvieran manejando cientos de millones de euros en comisiones y financiación ilegal del PP, a través de empresarios de primer nivel, sin que ella lo supiera, sin que esos empresarios actuaran sin su aprobación.

El juez, al menos, no se lo cree. Ni la fiscalía, que considera a Aguirre impulsora de la trama desde el año 2003. Y es que detrás de todas las conexiones estaba ella: presidenta y patrona de Fundescam –uno de los instrumentos para el desvío de fondos-, cotitular de las cuentas, presidenta del PP de Madrid y del Gobierno autonómico, candidata… Y la que nombraba y cesaba a los cargos del partido y del Ejecutivo regional según le convenía…

De hecho, su enfrentamiento con Alberto Ruiz Gallardón siendo este Alcalde de Madrid no viene solo por disputas internas de partido, como siempre se quiso hacer creer, “sino porque no les dejábamos intervenir en los contratos del Ayuntamiento”, como reconoce ahora uno de los colaboradores más cercanos del entonces regidor municipal… “Aguirre se agarraba a su cargo de presidenta del partido para intentar controlar los contratos del Ayuntamiento y más de una vez nos llegaban mensajes, cuando no directamente enviados personales, sobre el destino de determinados contratos y si nos negábamos, ella montaba en cólera”, añade este colaborador.

"La preocupación en el partido de Casado es máxima"

“No había nada que escapara a su control, hasta que empezó a delegar demasiado en sus dos colaboradores más cercanos”, señalan fuentes del partido. Ese fue, probablemente, el principio del fin: cuando González y Granados convirtieron lo que en un principio se ideó como una trama para la financiación del partido y de las campañas electorales de Aguirre, en una forma de enriquecimiento personal. “Y esto se sabía en Genova 13, por eso Mariano Rajoy vetaba a González en todo aquello que le pedía Aguirre”, añaden.

El problema es que “no fuimos lo suficientemente contundentes a la hora de dejar fuera del partido a todos, y cuando digo a todos me refiero a que teníamos que haber tomado la iniciativa con Aguirre y haberla echado del partido cuando todos los indicios apuntaban a que ella tenía que conocer lo que estaba pasando”, afirma un ex alto cargo del PP en tiempos de Mariano Rajoy. Pero fue el propio Rajoy el que no quiso hacerlo e, incluso, cedió a su pretensión de ser candidata a la Alcaldía de Madrid bajo la promesa de una mayoría absoluta que no tuvo.

Ahí empezó el declive de una Esperanza Aguirre que pudo haberlo tenido todo –incluso la presidencia del Gobierno si se hubiese atrevido en su momento a competir contra Rajoy- y que ahora vive sus horas más bajas. Fuentes del PP de Madrid reconocen que el pasado mes de agosto se la invitó –lo exigía el protocolo- a la toma de posesión de Isabel Díaz Ayuso pero que, a través de terceros, nunca directamente, “se le hizo llegar que a lo mejor no era conveniente que asistiera”, a lo cual ella respondió como acostumbra: “Voy por mis santos c…”. Pero cualquiera que asistiera al acto pudo observar cómo los dirigentes del PP evitaban su compañía más allá de lo educadamente razonable. Y es que, se diga lo que se diga, la preocupación en el partido de Casado es máxima. La convicción de que ahora, con más motivo, Pedro Sánchez quiere ir a elecciones es total.