De repente, todo ha cambiado entre Podemos y el PSOE. Se ha pasado de la beligerancia más radical, acusando en sede parlamentaria al presidente en funciones de "humillar y pisotear" a la formación morada, al control de los mensajes. Igual que ocurrió en la última semana antes de la investidura fallida de Pedro Sánchez -cuando se hizo el silencio porque "de verdad" se negociaba-, las fuentes oficiales de la formación morada se han secado repentinamente.

Desde que hace una semana se cerró el pacto en Navarra que le dio este lunes la investidura a la socialista María Chivite, en coalición con Geroa Bai, Izquierda-Ezkerra y Podemos, y con el apoyo abstencionista de Bildu, los de Pablo Iglesias han callado. Y es que ese último Gobierno autonómico era la culminación de una obra de orfebrería. Con unos malísimos resultados electorales, Podemos ha logrado ser determinante y ocupar consejerías en Aragón, Asturias, Baleares, Canarias, Navarra y La Rioja.

Esta circunstancia ha hecho mella a un lado y al otro de la mesa de negociación. Y mientras Pedro Sánchez coge el coche para visitar confluencias viejas y actuales en una labor de zapa que haga claudicar a Iglesias, el líder de Podemos ha optado por volver a intentarlo y tender puentes. Tiene de dónde tirar dialécticamente -el ejemplo de los barones socialistas de todas esas regiones abriendo sus Ejecutivos a la formación morada- y una baza fuerte: si PP y Ciudadanos ponen tanto peso en la "traición a España" de Sánchez en Navarra y aun así se ha consumado el pacto, es que hay opciones.

Así que ha aceptado la sugerencia de su equipo de comunicación -"Pablo no hará más comparecencias en medios hasta nueva orden", explican las fuentes oficiales- y él mismo ha ordenado calma a los suyos. Hace una semana, a la pregunta de si había contactos entre PSOE y Podemos, la respuesta era rápida y rotunda: "No, no nos han llamado". Pero ahora, a la misma pregunta la contestación consiste en una larga cambiada: "La discreción marca esta fase".

-Entonces, ¿es que algo está cambiando?

-Discreción.

El caso es que el secretario general de Podemos y su jefe negociador, Pablo Echenique, van a permanecer todo el mes de agosto en Madrid. "No hay vacaciones", explican los portavoces de guardia, mientras que los equipos asesores titulares de ambos viajan a sus lugares de descanso con la maleta dispuesta para volver a la capital "en cualquier momento".

Estrategias

Sánchez está siguiendo ahora los mismos pasos que anduvo Iglesias en los días previos al debate de investidura: se está reuniendo con colectivos sociales, y todos ellos el urgen a que cierre un acuerdo con Podemos; y le ha añadido la ruta por carretera para cerrar acuerdos de una manera efectiva con sus socios potenciales, esos que no se quisieron mojar el día 25 a la espera de que cerrara un acuerdo con sus "socios preferentes". Por lo pronto, ya ha arrancado el voto favorable del diputado de Compromís, Joan Baldoví, según confirmaba su jefa y portavoz, Mónica Oltra.

El presidente se verá en Bilbao con dirigentes del PNV y en Podemos manejan que en sus planes esté también una cita con representantes de los Comuns de Ada Colau y con el coordinador de IU, Alberto Garzón. Ambas confluencias ya dejaron clara su insatisfacción con el resultado de la estrategia de Iglesias tensando tanto la cuerda en la negociación que ésta se rompió. Abogan por un "acuerdo programático" para investir a Pedro Sánchez, ya que "la otra vía", la de la coalición, ha fracasado".

Cercado por todos estos movimientos, y mientras cuida de su hija recién nacida prematura, Iglesias ha cerrado las comunicaciones, está extrañamente ausente en Twitter e incluso ha cerrado la temporada de Fort Apache, su programa de entrevistas en televisión. La "fase de discreción" aconseja poco ruido tras la última y fallida experiencia. Y nadie en Unidas Podemos quiere ir a nuevas elecciones.

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