El Palacio de San Telmo, sede del Gobierno andaluz, está esperando a su nuevo huésped, a pesar de que cada día amanezca con distintas novias e inconvenientes a partes iguales. Tras la formación del Parlamento regional en los últimos compases del mes de diciembre, el camino parecía llano y tranquilo para el candidato del PP, Juanma Moreno. Se había conseguido lo difícil: un bloque de derechas que aglutinara a la mayoría y un acuerdo entre los populares y Ciudadanos para un Ejecutivo coaligado. Hasta que saltó Vox.

Con la violencia de género como sable de ataque, la formación de ultraderecha quería hacer valer su condición de llave hacia la Junta para los conservadores. Pero se topó con una oposición frontal: el partido naranja no piensa dar ni un paso atrás —“Luchar contra la violencia machista no es una opción, es una obligación para todos”, decía el propio Rivera— y Pablo Casado no piensa  “recibir lecciones” de nadie. 

Sin embargo, en un nuevo giro del tablero político, la aún presidenta en funciones de Andalucía, Susana Díaz, ha vuelto a emerger. Aunque la socialista ya había confirmado que se presentaría a la investidura, ahora ha vuelto a jugar sus cartas: si Vox deja en el aire su apoyo a PP y Cs, ella intentará ganarse la confianza del Parlamento la primera y renovar su cargo. Un adelanto por la izquierda con el que los del centro-derecha no contaban y que puede trastocar sus planes, aunque siguen confiados en que ganarán la carrera.

En el matrimonio entre Juanma Moreno y Juan Marín no hay temor, o eso afirman fuentes de ambas formaciones a este periódico. Tienen la convicción de que a los de Abascal no les interesa forzar una repetición de las andaluzas y convertirse en el impedimento al “Gobierno del cambio”. Así que dan por hecho que contarán con los votos de los 12 diputados ultraderechistas para poder investir a Moreno.

A pesar del evidente acercamiento entre el PP y Vox, fuentes populares confirman que no ha habido ninguna reunión formal. “Quedan días y se irá hablando. Hasta ahora ha habido política declarativa, no una mesa y gente hablando frente a frente. Se sustanciará en algún momento, pero todo lo que sea responder declaraciones no suele ser la mejor vía para haber acuerdo”, explican los conservadores andaluces.

Sobre todo, porque los populares han dejado claro que cualquier hipotética variación que se introdujera en el programa de gobierno deberá ser consensuado y aprobado con Ciudadanos. “Ellos mismos [en referencia a Vox] no tienen muy claro si cuando hablan se refieren a las leyes, a los chiringuitos, al feminismo, al machismo. No creo que se organice un Gobierno a golpe de ahora voy y lo tuiteo”, opinan fuentes cercanas a la dirección regional del PP. 

Ciudadanos tiene clara su posición: no quiere que se le asocie con los ultraderechistas ni de lejos y tampoco puede permitirse el lujo de perder votos por un asunto transversal como la violencia de género. El propio Albert Rivera se opone frontalmente a escuchar a Vox: no va a ceder en nada para atraer su apoyo, según relatan fuentes de la formación naranja a este diario. 

Pese a que el propio Abascal les tache de ser una “veleta”, los de Cs afirman estar a años luz de la posición de Vox sobre violencia de género. No tocarán nada del acuerdo con el PP. “Si los de Vox quieren apoyar, estupendo, pero Ciudadanos no va a sentarse con ellos. Si no quieren apoyar el cambio en Andalucía, allá ellos”.

La pelota, de momento, está en el tejado de la presidenta del Parlamento andaluz, Marta Bosquet (Cs). A ella le corresponde decidir el orden de los candidatos que se presentarán a la investidura. Lo hará en base a sus apoyos. Porque sin Vox refrendando el matrimonio de PP y Cs, la mayoría la conseguiría el bloque de izquierdas —Adelante Andalucía y PSOE—, y eso convertiría a Susana Díaz en la primera.