Con las elecciones municipales y autonómicas en la mira —y la posible convocatoria de unas generales en el retrovisor—, el PP no suelta el modo electoral. Sobre todo, con la resaca de la baraja de sondeos de estimación de votos publicados este lunes. El partido de Pablo Casado lideraría por los pelos el bloque de centro-derecha, y ése ha pasado a ser su objetivo claro: quedar por encima de Ciudadanos.

Fuentes de la dirección nacional del PP afirman que, si bien no se conforman con los hipotéticos resultados obtenidos —el centroderecha avanzaría en votos, divididos entre los populares, Ciudadanos y Vox—, su pugna es ahora otra. Dan por olvidados los tiempos de oro de mayorías absolutas: el tablero político ha cambiado y la fragmentación histórica de la izquierda se ha contagiado a sus dominios. Así que sus objetivos pasan por dominar su bloque, independientemente del número de escaños que se obtengan. Es la única manera de alcanzar la Moncloa.

Andalucía es el laboratorio. Allí, con un matrimonio a medio cocinar con Cs y habiendo obtenido los peores resultados de su historia, todo apunta a que, por primera vez en casi cuarenta años, gobernarán el Palacio de San Telmo. Saben que se juegan el avance en el terreno nacional. Porque el PP insiste en exportar el pacto andaluz al resto de España, a pesar de que su pareja de baile cierre las puertas a la implementación de esta fórmula. 

La cuenta atrás ha comenzado. “Tenemos muy pocos meses para demostrar que el cambio es positivo”, apuntan desde la dirección. Y, a pesar de que Cs haya tratado de escenificar discrepancias en cuanto a su acuerdo en Andalucía, ya piensan en las primeras medidas y golpes de efectos. No esperarán a los primeros cien días de gobierno: “las medidas gordas, sobre todo de reforma fiscal, irán en el primer consejo de Gobierno”.

“Insistir, insistir, insistir”

De momento, los populares centran su estrategia en arañar votos allá donde puedan. Creen que la refundación del discurso que defienden, abrazando con más fuerza que nunca el liberalismo, será la clave de su hipotética victoria —“hay que insistir, insistir, insistir. No somos un partido de marca, sino de ideas”, mantienen—. La desintegración de la unión de la derecha, que comenzó en los últimos años de Mariano Rajoy como líder del PP, pasa factura. Y el miedo ya no va tanto por que su electorado se decante por otras formaciones políticas, sino por que ese voto no se traduzca en escaño alguno para el centroderecha como consecuencia de la fragmentación.

El PP aspira a gobernar en cada rincón de España gracias al apoyo del Ciudadanos y de Vox. Y aunque los de Albert Rivera reniegan de utilizar a la formación radical como llave, en Génova saben que, en muchas plazas, no se entendería si apoyaran al PSOE. Sobre todo, si recogen el voto de aquellos que deseen cambio.

La situación catalana insufla vientos de cola. Está por ver en qué queda el Consejo de Ministros previsto para este viernes en Barcelona, pero en el entorno de Casado lo prevén explosivo. La tensión se incrementa y en el PP dan por hecho que, a estas alturas, tome Moncloa la decisión que tome, jugará a su favor.