Un dato desnudo, sin adjetivos: en Norteamérica existen alrededor de veinte cátedras de Historia de España. Francia y Alemania cuentan, cada una, con más de doscientas. Para más inri, todos los puestos académicos dedicados a la memoria de nuestro país pueden desaparecer cuando se jubilan los catedráticos que los ostentan. Stanley G. Payne, por ejemplo, dejó su posición en Wisconsin-Madison y nadie le ha sustituido. Lo mismo ocurrió en la Universidad de Toronto, que cuenta con una de las mejores bibliotecas hispánicas del mundo. ¿Por qué? Dinero. Nadie lo invierte y, mientras tanto, la difusión de la Historia española en Estados Unidos y Canadá languidece camino de la evaporación.

Esto contrasta, según explica un historiador norteamericano a este periódico, con “la eficacia de grupos étnicos y nacionalistas” que sí destinan, empresarial y gubernamentalmente, un grueso presupuesto a la transmisión de la Historia. Este miembro de la Association for Spanish & Portuguese Historical Studies (ASPHS) –cuyos informes recogen los datos mencionados– destaca, entre otras, la apertura de tres cátedras por parte de la Generalitat de Cataluña: Universidad de Chicago, Stanford y City University of New York.

No se trata de ideología, sino de rigor, cuenta a este diario Antonio Cazorla, investigador radicado en Canadá: “El estudio de la Historia de España se está desvaneciendo. Eso conlleva una degradación de la imagen del país. En los medios norteamericanos proliferan las opiniones mal formadas. El sectarismo encuentra su espacio en el debate público. Las leyendas negras y los clichés son posibles por culpa, principalmente, de la muerte de nuestras cátedras”.

Pero, ¿por qué cuando un catedrático se jubila no hay otro que le sustituya? Existen dos tipos de cátedras: las dotadas y las ordinarias. Las primeras se financian con un dinero externo a la universidad y eso garantiza su perpetuidad. ¿Cuántas de éstas dispone la Historia española en Norteamérica? Ninguna. Las ordinarias desaparecen con el retiro de quienes la dirigen. “Por eso nuestra enfermedad, si nadie invierte, seguirá siendo terminal”, dice Antonio Cazorla.

"Pronto no habrá ninguna en EEUU"

Todavía durante el mandato de Mariano Rajoy, decenas de historiadores redactaron una carta para dar cuenta de esta realidad al Ejecutivo: “Sabemos que llegó al ministerio de Educación y Cultura, dirigido por Méndez de Vigo, pero no hubo respuesta”. A continuación empezó una negociación con Marca España, donde entonces mandaba Carlos Espinosa de los Monteros, pero la moción de censura paralizó las conversaciones. Una delegación de historiadores desembarcó recientemente en Madrid para reanudar la charla con Irene Lozano, nueva responsable de Marca España: “Estamos muy contentos porque ha mostrado un gran interés”.

De la veintena de cátedras de Historia de España, sólo dos forman nuevos doctores: University of California-San Diego y York University (Toronto). Las ubicadas en Georgetown University y New York University son “rotatorias”. “Se utilizan para estancias en el extranjero, pero esos profesores están un año y se van. Además, el dinero que ganan no les permite vivir cómodamente en una ciudad como Washington”, narra otro historiador que ejerce en Norteamérica. “Ahora mismo la realidad es esa: pronto no habrá ni una sola cátedra de Historia de España ni en Estados Unidos ni en Canadá”.

Miembros de la ASPHS reiteran la “pluralidad” de su asociación: “Por nuestras cátedras pasan todo tipo de doctores. Nacionalistas, constitucionalistas…”. Pero el funcionamiento, por ejemplo, de las abiertas por la Generalitat “es absolutamente paralelo”, “no hay ningún tipo de sinergia”, “van a lo suyo”.

La ASPHS reconoce un “declive general de las Humanidades”, pero las cifras demuestran que en nuestro país es mucho más pronunciado que en el resto de Europa. La comunidad griega, por ejemplo, ya ha lanzado seis cátedras dotadas –a perpetuidad– en Norteamérica. ¿España? Ninguna.

Véase la lista de reputados catedráticos recientemente jubilados y nunca sustituidos: Edward Malefakis (Columbia University), Gabriel Jackson (UC-San Diego), Richard Herr (UC-Berkeley), Stanley G. Payne (Wisconsin-Madison)…

“Los grupos nacionalistas y étnicos tienen cada vez más influencia en el mundo de las ideas norteamericano. Un poder que España está perdiendo”, concluye otro de los autores del informe de la ASPHS.

¿Cuánto dinero cuesta una cátedra?

Pero, ¿cuánto cuesta una cátedra? ¿Cómo se articularía la inversión? Las fuentes consultadas mencionan dos opciones. La primera, de más calado, rondaría los cuatro millones de euros y funcionaría de la siguiente manera: esa cantidad se ingresaría en una suerte de depósito fundacional en la universidad destinataria, que generaría, aproximadamente, un 4% de intereses cada año. Con esos 160.000 euros resultantes se podría mantener la cátedra: 120.000 para el salario del doctor –sería alguien de gran prestigio, con el suficiente como para atraer tesis y alumnos–, 30.000 para becas y 10.000 para investigaciones y actividades.

La segunda alternativa costaría la mitad: 2 millones de euros. Pero tendría un impacto y una influencia considerablemente menor. El doctor o doctora al frente sería “junior” y los intereses generados por el fondo, lógicamente, se verían reducidos a la mitad. Alcanzarían los 80.000 euros anuales, de los cuales 70.000 se destinarían a los salarios y 10.000 a actividades e investigaciones. La atracción de tesis y estudiantes nada tendría que ver con la del primer modelo.

“Nuestras sensaciones tras reunirnos con el actual Gobierno son buenas. Parece que quieren movilizar a las grandes empresas con fuerte presencia allí y a las entidades públicas. Ojalá lo consigamos y recuperemos algo de oxígeno”, reseña Cazorla.

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