Con precisión forense, en medio de un huracán de cámaras, un periodista pregunta a Josep Borrell: “¿Ha visto la saliva?”. El ministro de Exteriores, traje gris en los pasillos enmoquetados del Congreso, trata de dar explicaciones sucintas para no protagonizar un espectáculo de varietés. Escoltado por decenas de micrófonos, logra abandonar el edificio en unos minutos, pero en el camino deja la anatomía del salivazo: “Ciertamente, se ha girado y me ha escupido”. No le ha dado tiempo a identificar al autor, "un diputado de Esquerra Republicana". A sus compañeros de grupo les dice: "Creo que es calvo".

Vídeo: vea el momento en que Jordi Salvador (ERC) escupe a Josep Borrell en el Congreso Redacción | Agencias

En la descripción encajan dos diputados: Salvador y Capdevila. Es el primero el que, en el vídeo, aparece haciendo el gesto del escupitajo. Los separatistas, al mismo tiempo, exigen que los servicios audiovisuales de la Cámara publiquen la imagen del momento exacto: "Borrell deberá rectificar". El propio Salvador, a los suyos, les dice que se había remetido a un "bufff" y una "mueca". Pide "la cámara lenta".

Jordi Salvador, exdirigente de UGT, licenciado en Geografía e Historia, es diputado desde 2015. Su nombre saltó a la palestra el pasado septiembre, en los prolegómenos de la Diada, cuando grabó un vídeo para revelar en qué hotel se alojaba el dispositivo de la Policía Nacional.

La escena imprescindible para comprender la turbulencia es la siguiente. Miércoles, sesión de control al Gobierno en la Carrera de San Jerónimo. Gabriel Rufián, de ERC, fiel cazador de minutos de oro, pregunta al señor Borrell. “¿Qué piensa usted de que llamemos fascistas a Ciudadanos cada vez que nos llamen golpistas?”. A partir de ahí, en un delirante combate de esgrima, se vierten estocadas como estas. Rufián, a Borrell: “Militante de extrema derecha, ¡hooligan!”. Borrell, a Rufián: “Usted sólo es capaz de producir una mezcla de serrín y estiércol”.

Rufián quiere estirar la discusión fuera del tiempo reglamentario y la presidenta de la Cámara, Ana Pastor, lo expulsa. En un gesto de solidaridad de cara a la galería, el de ERC se larga acompañado por todos los diputados de su grupo. Y ese es el momento. Borrell señala enérgicamente a un hombre de americana negra y blusa granate cuando pasa por delante de su escaño, de camino a la puerta. El sujeto en cuestión se llama Jordi Salvador.

Volvamos a Borrell en el pasillo. Nube de cámaras. “¿Lo han visto ustedes, ¿no?”. Pero nadie lo había visto. Los cámaras habían revisado compulsivamente las imágenes del suceso y ninguno había captado el vuelo de la saliva. “Me ha escupido, no lo he podido identificar”. Borrell sabe que “es calvo”, pero no brinda un apellido. Salvador, al que había señalado, encaja con la descripción.

“Estas cosas no deberían pasar. Yo he sido presidente del Parlamento Europeo. Allí no se tolerarían comportamientos como este”, sigue caminando hacia la salida. “Se puede ser crítico, pero el insulto permanente como argumento hay que desterrarlo. Nos pagan para que debatamos, no para convertir esto en un cenagal”. Con un “ya vale, ya vale”, un “por favor” y una sonrisa se despide de la prensa Borrell.

Postdata: cuando el ministro de Asuntos Exteriores alcanza la luz del sol que no ha salido este miércoles en Madrid, se abalanza sobre él un periodista extranjero. En un inglés de té con pastas, le pregunta por el Brexit, quizás ajeno al escupitajo y al torbellino que acababa de rodear al socialista. Santo Job, Borrell responde en inglés durante cinco minutos.

Epílogo: los diputados de Esquerra Republicana dan una rueda de prensa. Hay que esperar unos minutos porque quieren aparecer todos en la foto y no entran en el plano. Ahora sí. Empieza Joan Tardà, portavoz. Pide al Congreso que ofrezca a todos los medios de comunicación las imágenes del momento para “demostrar que no hay escupitajo alguno”. Tardà declina que responda el propio Salvador, que posa detrás: “Yo hablo en nombre de todos. Borrell debe rectificar”.

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