La fiesta de este periódico ha sido como el CIS de Tezanos: realismo mágico. Políticos de todo pelaje se han fundido en corrillos con una sonrisa, como si el genio de la lámpara hubiera sorbido de un trago la tensión que ha agriado esta semana el debate en el Congreso.

El miércoles por la noche, el Gobierno revelaba haber roto “relaciones” con Pablo Casado y este jueves, bajo la luna del hotel Palace, hasta cuatro ministros socialistas –incluida la vicepresidenta– lucían cordialidad con su opositor en una sala cuadradota, de alfombra gris y sillas en las que nadie se sentaba. Porque había que saludar rápido, a modo de triatlón. Demasiada negrita, demasiado nombre propio. El acto estaba a punto de empezar.

Andrea Levy, morado de arriba abajo, “feminista, que no de Podemos”, llegaba la primera. Luego –el horario lo permitía– se iba al cine. Si Génova le encarga asaltar la alcaldía de Madrid, promete contarlo en EL ESPAÑOL. Pero para película la que se contaban Rivera y Casado en una esquina. En ese saludo off the record, que no trasciende, quizá el de Ciudadanos haya confesado al del PP que ha dejado el ping pong para intentarlo con el tenis. Lo primero se le dio regular y a lo segundo le está cogiendo el tranquillo.

Los políticos también hablan de eso. Y en lugares como este, cualquiera percibe que los pactos no son otra cosa que la capacidad para tomar una cerveza y ceder. ¿Qué es eso de romper relaciones? ¿De qué manera cristaliza? El saludo se mantiene, contaba Casado, que regalaba esta sorpresa: "Desde la discrepancia, Pedro y yo siempre nos hemos llevado bien”. Cualquiera lo diría. Además, a ojos del líder popular lo de la tribuna no fue para tanto. “A Rajoy le llamaron indecente”, resumía.

 “¿Pedro está muy enfadado?”

Rivera bromeaba, pero sólo hasta cierto punto porque la situación “es muy grave”. Con Sánchez no hay ni siquiera miradas tontorronas. No las ha habido desde que prosperó la moción de censura.  Y como Sánchez no ha pasado por el Palace esta noche, no ha podido rozar con Albert, ni tampoco ha disfrutado de esa pausa para la concordia, encarnada por algunos de sus ministros, receptivos con Casado. El líder de centro percibe mucho de escenificación en la bronca entre los rectores de PP y PSOE. Hablando en plata, y aunque él lo decía con otras palabras: “Teatrillo”.

El backstage de Los Leones de El Español

“¿Pedro está muy enfadado?”. Margarita Robles, al frente de Defensa, señalaba: “Es muy duro lo que dijo Casado”. A ojos de la ministra, Sánchez apoyó en su día a Rajoy con el 155 y lo de este miércoles “no es de recibo”.

¿Y Podemos? No ha aparecido ninguno. Ni siquiera Errejón, que podría haber tirado de transversalidad para estrechar la mano del presidente de Telefónica o de Francisco González, premiado esta noche por su aventura a bordo del BBVA. ¿Y Vox? Ay, Vox. Se habla de ellos porque preguntan los periodistas. Esto contaba un dirigente de Ciudadanos, que aseguraba que su preocupación nada tiene que ver con la que reflejan los medios. “En la dirección de nuestro partido no se habla de eso”.

En otra esquina de la sala, cuando quedaban pocos minutos para que se poblara el escenario, se reunían Begoña Villacís, Marta Martín, Melisa Rodríguez y Marta Rivera. Todas ellas naranjas. La alcaldable madrileña ha cumplido, pero ha salido pitando para acostar a sus hijas. Luego le ha seguido la escritora, que “tiene que estudiar”. Presenta este viernes la ley del mecenazgo.

Ay, la prensa. El ministro de Fomento, José Luis Ábalos, encontraba una buena excusa para no desvelar su orden de lectura de periódicos. Por tema de obras y trenes, le toca "mucho periódico regional". Meritxell Batet, de Política Territorial, confesaba leer en diagonal de vez en cuando, pero reúne un mérito nada desdeñable: a veces consume enteritas las cartas que Pedro J publica los domingos, "sí, larguísimas".

 Benzema, Varane, Raúl… ¡y hasta Roberto Carlos!

La ronda de besos y apretones de manos seguía y seguía, como un tiovivo endiablado, que sólo detendría el inicio de los discursos. Cuando el mejunje político se había asentado… entraban los jugadores del Real Madrid. Presentes y pretéritos. ¡Hasta Roberto Carlos! Y lo hacía con buen escolta: Álvaro Arbeloa. Recién nombrados embajadores de La Liga, no les ha quedado más remedio que acostumbrarse al traje. Arbeloa ya no puede entrar duro, por el suelo, pero se ha manejado bien en la entrevista acerca de los periódicos. Roberto Carlos se reía y se escapaba a por una copa de vino.

Afrancesados, en un aparte, charlaban Benzema y Varane. Gastaban las pocas risas que les quedan antes del clásico, que afrontarán este domingo en situación delicada. El año pasado, a esta misma fiesta, vinieron con Zidane. Pero esta temporada… Lopetegui no está para fiestas.

Una de las últimas cosas que hacía Ramos antes de levantar la estatuilla era dar dos besos a la vicepresidenta, Carmen Calvo. Les presentaba otro presidente, Florentino, que también manda mucho. Frente a la cámara, el central madridista mandaba saludos a los lectores de EL ESPAÑOL. Agradecía el premio y celebraba su asistencia el año pasado, cuando el galardón se lo llevó Rafa Nadal. “Y también Florentino, que logró otro”. A Ramos se le olvidaba. Pero es normal. El domingo espera el Barça.