Han pasado más de cien años desde que Antonio Machado describiera España como un trozo de planeta “por donde cruza errante la sombra de Caín”. Y es posible que “sombra” sea la palabra clave de este célebre verso. Porque la tesis del cainismo español se ha proyectado de forma poderosa y duradera, buscando en el Duelo a garrotazos de Goya la ilustración de una presunta esencia nacional, tiñendo de negro y para muchas generaciones lo que supondría nacer español. España como fracaso, España como destino trágico, España como un lastre algo vergonzoso y del que convenía no hablar demasiado... salvo para quejarse. Una visión que, pese a todas las evidencias, se ha seguido invocando durante estas cuatro décadas de democracia.

Contra esta visión se han conjurado las cuarenta voces reunidas en La España de Abel (Deusto), un ensayo coral que pone en valor los logros de la España democrática, las distintas formas de vivir la identidad nacional y la superación de los estereotipos. “El cainismo es una actitud de desprecio hacia los consensos y una preferencia por una forma de política agonista, fundada en el conflicto”, explican los coordinadores del proyecto, el diplomático y ensayista Juan Claudio de Ramón y la politóloga Aurora Nacarino-Brabo. Es la piedra angular de un “malditismo que ha estado presente en casi todo el regeneracionismo de los siglos XIX y XX”, un pesimismo desde el que una parte de España se ha explicado a sí misma.

Los coordinadores son tajantes: “hemos querido dar la vuelta al tópico”. El aniversario de la Constitución anima a ello, como también lo hicieron los meses más críticos del procés separatista: “nos pareció oportuno que la generación de los que crecimos en democracia diese un paso al frente y asumiera la responsabilidad de reivindicar la convivencia plural. Creemos que, en las situaciones difíciles, es un ejercicio necesario y saludable que nos paremos a pensar en lo que sí nos une o nos identifica, que dediquemos un momento a pensar en lo que no hacemos tan mal”.

Un gesto generacional

Y a eso se dedican los cuarenta autores del libro. Escritores, periodistas, profesores, médicos, políticos; catalanes, madrileños, vascos, aragoneses, gallegos; de derechas, de izquierdas, de centro; y un generoso etcétera profesional, geográfico e ideológico. La mayoría nacieron entre finales de los setenta y comienzos de los noventa, y muchos de ellos son ya referentes en sus respectivas profesiones.

Cada cual aporta, en cualquier caso, su texto breve, su experiencia y sus reflexiones: desde el recuerdo de un verano en el camino de Santiago hasta el de un año Erasmus en París; desde un análisis de la banca y la crisis económica hasta una comparación entre el urbanismo patrio y el de EEUU; desde el 15-M hasta el aldabonazo del procés. Así, y en lugar del recurso habitual de juntar a protagonistas o espectadores ilustres de la Transición, los coordinadores han buscado “un gesto generacional que dijera: lo que vosotros lograsteis, una España en paz y reconciliada con su diversidad cultural y política, nosotros no lo vamos a malbaratar. Lo aceptamos en herencia, nos comprometemos a preservarlo y mejorarlo.”

Este imperativo de mejora asoma en muchos de los capítulos de este libro. Los autores no caen ni en el triunfalismo ni en la autocomplacencia: son plenamente conscientes de los retos a los que se enfrentan tanto el país en general como su cohorte de edad en particular. Sin embargo, animan a ser consecuentes con cierta fortuna generacional. “Según todos los indicadores objetivos, habríamos salido mucho peor parados de haber nacido en la mayoría del resto de países”, apunta De Ramón. “Nuestra prima de ciudadanía, el concepto de Branko Milanovic para significar esa parte de nuestro bienestar que debemos a nuestro pasaporte, vale mucho. Basta ver el sentido de los flujos migratorios para darse cuenta de ello. Nacer en la España de 1978 es algo que sólo desde la frivolidad se puede lamentar”. Porque si bien uno no tiene por qué sentirse orgulloso del azar de haber nacido español, “sí puede sentirse afortunado de serlo”.

Identidades duales

El libro contiene valiosos testimonios para comprender la evolución de la identidad española durante las últimas décadas. Entre lo que más valoran de España algunos de los autores está su leve exigencia en términos de identidad nacional, lo sencillo que resulta combinarla con otras identidades y preferencias. “La mayoría de españoles tienen un país grande y un país pequeño dentro del Estado, que conviven en un equilibrio más o menos estable,” apunta De Ramón. Nacarino-Brabo incide en los procesos que habrían facilitado ese equilibrio: “la España democrática, además de la España autonómica, es la España de la Unión Europea. La administración y la soberanía multinivel restan protagonismo de forma necesaria a la identidad nacional.” Pero destacan que esto “no es un juego de suma cero. Es muy fácil biográficamente sumar identidades, por más que el nacionalismo nos quiera convencer de lo contrario”.

Otro elemento recurrente es el papel de las experiencias en el extranjero. En esto se aprecian diferencias importantes con otras generaciones. “La anterior generación salía fuera de España y veía un desfase de bienestar y modernidad a favor del extranjero. A nosotros eso no nos pasa por norma”, señala De Ramón, quien también acaba de publicar Canadiana (Debate), un libro acerca de los años que vivió en Canadá. “Salimos fuera y vemos que en algunas cosas estamos mejor, en otras peor, pero que el nuestro es un país equiparable al resto de las democracias occidentales que antes parecían inalcanzables. Y cuando vemos que algunas cosas funcionan de hecho mejor aquí -la sanidad es un ejemplo recurrente- es normal que se nos quiten los complejos”.

¿El resultado? Según Nacarino-Brabo, pese a la pluralidad de testimonios “todos los coautores podemos convenir que España es un país razonablemente amable al que ir a nacer”. Para De Ramón, el libro muestra “que a izquierda y derecha domina en nuestra generación un sentimiento de españolidad tranquila y sin énfasis, ni para ensalzarnos ni para denigrarnos.” Un libro que no solo enseña el camino para soltar lastres históricos; también da fe de que muchos ya lo han conseguido.

La España de Abel se presenta este jueves en Madrid, en la Fundación Rafael del Pino. Además de los coordinadores, en el libro participan los siguientes autores: Daniel Capó, Aloma Rodríguez, Borja Lasheras, Katherine Robinson, Álvaro Imbernón, Ariane Aumaitre, Ramón González Ferriz, Ángela Paloma, Ricardo Dudda, Núria González-Campañá, Daniel Gascón, Verónica Puertollano, Andrea Levy, Roger Senserrich, Silvia Castellanos, Jorge Bustos, Laura Fàbregas, Josu de Miguel, Talía Liaño, Ignacio Peyró, Karina Sainz Borgo, Jorge Freire, Andrea Mármol, Pedro Herrero, Estefanía S. Vasconcellos, Jorge Galindo, Inés Calderón, Carlos Mayoral, Aintzane Conesa, Nicolás Menéndez Sarriés, Ione Belarra, Miguel Aguilar, Pilar Mera Costas, Manuel Arias Maldonado, Irene Milleiro, Ignacio Urquizu, Rocío Martínez-Sampere y Jorge San Miguel.

Portada de 'La España de Abel', ante el Congreso de los Diputados.