El separatismo, a diferencia de Pedro Sánchez, no hace vacaciones. Si el sábado el presidente Torra llamaba "fascistas" a los ciudadanos catalanes que retiran lazos amarillos de las calles y pedía "contundencia" contra ellos a los Mossos d'Esquadra en un artículo publicado en El Periódico de Cataluña, ayer domingo reconocía en una entrevista para el diario La Vanguardia que su familia cercana milita en los CDR, escuadrones de radicales separatistas sin adscripción política declarada y a los que se atribuyen todo tipo de altercados, como el acoso y la persecución de la que es objeto el juez Llarena en Cataluña.

"Vengo de Òmnium, de trabajar en la ANC, tengo a la familia en los CDR... Yo vengo de esta base independentista", aseguró Torra en esa entrevista.

Y todo eso, apenas unas horas después de que el presidente autonómico anunciara, durante una entrevista concedida a la Agencia Catalana de Noticias (ACN), que el próximo septiembre le pedirá a los catalanes que se preparen para asumir "grandes sacrificios" si es que quieren conseguir "la independencia plena de Cataluña".

De hecho, el president ha pedido "confianza" a los CDR en sus políticas y en los partidos. "Respeto su libertad de expresión, pero pido un punto de confianza y de respeto también por los partidos independentistas. No nos hemos desviado del mandato republicano que tenemos", aclara en la entrevista.

La beligerancia de Torra durante la última semana, sumada a su negativa a rechazar la unilateralidad y a la amenaza de convocar elecciones anticipadas si se condena a los presos catalanes o no se aprueban sus presupuestos, hace pensar en un otoño caliente en la comunidad.

La pregunta está en el aire. ¿Está Quim Torra preparando al separatismo para un enfrentamiento civil en Cataluña? ¿Son sus declaraciones de la última semana un globo sonda del Gobierno catalán destinado a comprobar la disposición del separatismo a asumir el riesgo de un conflicto en las calles?

Los simbolismos de Torra 

Quim Torra es un hombre aficionado a los simbolismos y suele desperdigarlos allá por donde pasa. Desde el dragón de Sant Jordi frente al cual juraron el cargo sus consejeros, y que Torra ha escogido también como imagen de cabecera de su perfil de Twitter, hasta el libro de mapas medievales sobre Cataluña Imago Catalonia que le regaló a Pedro Sánchez durante su reunión en la Moncloa, o sus ya habituales botellas de ratafía, un destilado alcohólico de nueces y plantas aromáticas que el presidente ha convertido en el licor oficial del separatismo catalán

Ninguno de esos detalles es inocente y sólo es necesario interpretar la realidad catalana tal y como lo hacen las elites políticas y sociales nacionalistas para dar con el mensaje oculto en ellos. A nadie se le escapa quién es el dragón al que lancea Sant Jordi en el peculiar imaginario de Quim Torra, por ejemplo. 

O que el objetivo del libro de mapas medievales de Cataluña no era otro que "informar" a Pedro Sánchez de cuál de las dos "naciones" es (o pretende ser) más antigua, eterna e inmutable que la otra

O que la elección de la ratafía, un licor bastante más popular en la Cataluña rural que en la urbana, es un desprecio al sector del cava, uno de los más emblemáticos de la industria catalana y al que los sectores más hiperventilados del independentismo consideran poco comprometido con la causa desde que José Luis Bonet, presidente de Freixenet y de la Cámara de Comercio española, se opuso abiertamente al proceso separatista. 

Pere Aragonès durante su toma de posesión como consejero, frente a la figura de Sant Jordi. EFE Barcelona

Pero ninguno de esos mensajes ha sido tan llamativo como la foto de Winston Churchill que Torra lució en el bolsillo de su americana durante la clausura de la reciente asamblea del PDeCAT. Una foto que él colocó de forma ostensible en su solapa, junto al sempiterno lazo amarillo y el pin con la bandera catalana, para que fuera vista por todos los presentes y fotografiada sin problemas por la prensa gráfica.

El mensaje, nuevamente, era obvio. Y su artículo del pasado sábado en El Periódico de Cataluña, o sus entrevistas más recientes para la Agencia Catalana de Noticias (ACN) o el diario La Vanguardia, lo corroboran: Quim Torra parece estar pidiéndole a los catalanes nacionalistas que se preparen para un conflicto civil que él considera inevitable. El nacionalismo catalán siempre ha tenido matices mesiánicos, pero con Torra han reventado todos los medidores. 

"Enormes sacrificios"

Ocurrió hace apenas unos días, durante la mencionada entrevista con la ACN. El presidente autonómico avanzó en ella que en septiembre, con la Diada convertida en eje de la vida política catalana, alertará a los ciudadanos catalanes de "los grandes sacrificios" que deberán hacer si quieren conseguir "una independencia plena". Con ese mismo objetivo, Torra les pedirá también "preparación y organización para defender la república" cuando llegue el momento. 

Las belicosas declaraciones de Torra provocaron el lógico revuelo en la comunidad. No hace falta ser un genio de la semiótica para ligar esa llamada a "grandes sacrificios" con la foto de Churchill y su famoso "sangre, sudor y lágrimas" —en realidad, la frase original fue "sangre, esfuerzo, lágrimas y sudor"— con la que el primer ministro británico alertó en 1940 a los ciudadanos de su país de los sacrificios que deberían hacer en su guerra contra la Alemania nazi.  

La identificación de Torra con el icono de la lucha contra los fascismos de la II Guerra Mundial no carece de contexto. En su artículo del pasado sábado en El Periódico de Cataluña, titulado Como un solo pueblo contra el fascismo, Torra llama "fascistas" a los ciudadanos catalanes que retiran lazos amarillos o simbología independentista de las calles y "agredidos" a los que cuelgan esos lazos. En la cabeza de Torra y en su paralelismo con la II Guerra Mundial, los catalanes no nacionalistas y el resto de ciudadanos españoles son los nazis y los catalanes independentistas, los británicos. 

Torra también pide en su artículo de El Periódico de Cataluña "contundencia" a esos mismos Mossos d'Esquadra a los que el nacionalismo ha intentado armar repetidamente con armas de asalto, apela a un "cordón sanitario frente al fascismo" e incita a "combatir conjuntamente esta lacra histórica que no acaba de morir".

Por si todo ello no fuera lo suficientemente obvio, el presidente por delegación de Puigdemont alerta en su artículo del peligro de que se esté "incubando el huevo de la serpiente", una expresión utilizada habitualmente para describir el ascenso del nazismo en la Alemania de los años 20 y 30 del siglo pasado

La paja en el ojo ajeno

El beligerante artículo de Torra, que no desentonaría en absoluto con los publicados en España durante los meses previos al 18 de julio de 1936, empieza de forma paradójica con una cita del libro de Rob Riemen Para combatir esta era. Sobre fascismo y humanismo. Una cita que parece demostrar que Torra no ha leído el libro de Riemen, puesto que este es una crítica nada sutil a los nacionalismos y los populismos europeos que tan bien representan líderes políticos como él mismo, Carles PuigdemontOriol Junqueras

La tergiversación por parte de Torra del mensaje de un libro claramente antinacionalista como el de Riemen parece dejar sólo dos opciones posibles. O Torra miente a sabiendas para arrimar el ascua del "peligro del renacimiento fascista" a su sardina, o Torra se ha alejado definitivamente del plano de lo real y ve fascismo por doquier excepto allí donde este es más obvio: en el seno de ese movimiento independentista que él lidera nominalmente.

¿O de qué otra manera puede interpretarse su alusión a "un solo pueblo", un término sólo utilizado ya por la ultraderecha xenófoba europea

Nada, en realidad, excesivamente nuevo. El discurso político nacionalista se ha deslizado de forma obvia hacia la ultraderecha durante los últimos meses espoleado por la respuesta apaciguadora de los Gobiernos del PP y del PSOE, incluso durante el periodo de aplicación del 155. Espoleado, también, por el hecho de que la única respuesta contundente al golpe de los pasados meses de octubre y septiembre haya corrido a cargo del Poder Judicial y del Rey Felipe VI. Y de ahí los ataques a la monarquía y el acoso al juez Llarena, ambos impunes por el momento.

Asalto al sistema de partidos

El elemento final de esa llamada de Torra a la lucha contra un imaginario fascismo españolista es la Crida de Puigdemont, un movimiento populista y de tintes caudillistas que el nacionalismo pretende macroniano y transversal pero cuyo referente más obvio es el peronismo. Un movimiento planteado como un órdago al sistema de partidos, en el que las adhesiones se producen a título personal —y no a través de organizaciones o partidos políticos— y que pretende captar a la inmensa mayoría de los votantes nacionalistas, tanto del PDeCAT como de ERC y la CUP, de cara a las elecciones autonómicas de 2019.  

Los planes de Torra no son un secreto para nadie. El presidente ya ha avanzado que el separatismo tiene por delante dos "ventanas de oportunidad" para la imposición de la independencia.

El primero, unas hipotéticas condenas "escarmentadoras" a los presos separatistas por parte del Tribunal Supremo. Si la condena es más dura de lo previsto, Torra y Puigdemont convocarán elecciones anticipadas con la esperanza de que la indignación ciudadana les dé una mayoría absoluta de votos en las urnas. Es decir, el clavo final en el ataúd de la Constitución en Cataluña

La segunda, las mencionadas elecciones autonómicas de 2019. Si el independentismo consigue en ellas una mayoría en votos —algo perfectamente factible puesto que los ciudadanos catalanes suelen obedecer a incentivos distintos en las autonómicas que en las generales o las autonómicas— el resultado será interpretado como un aval a una declaración de independencia unilateral. Y entonces empezarán los "sacrificios" a los que hace referencia Torra. 

A día de hoy, ninguno de los periodistas catalanes que tienen acceso a Torra le ha preguntado aún a qué clase de "sacrificios" está haciendo referencia. ¿Económicos? ¿Sociales? ¿Políticos? ¿Vitales? Todos han dado por sentado que Torra está hablando de forma metafórica cuando una de las características del proceso separatista ha sido, precisamente, su literalidad. Y es que todo lo que ha ocurrido hasta ahora ha sido anunciado por activa y por pasiva y de forma pública por los líderes nacionalistas. ¿Por qué debería ser ahora diferente?