Ni una OPA hostil al PDeCAT y ERC ni un movimiento populista de corte peronista. La Crida Nacional per la República (CNR) de Carles Puigdemont, que en apenas 48 horas de vida consiguió casi 30.000 adhesiones en Cataluña, es el instrumento con el que el expresidente pretende superar el viejo sistema de partidos y avanzar hacia la independencia. Y eso supone un órdago de máximo nivel al PDeCAT, el partido en el que se refugió en 2016 buena parte de la vieja Convergència para distanciarse de la corrupción del partido madre

Tan sorprendente ha sido la irrupción de la Crida en el panorama político catalán que la asamblea que celebra desde hoy hasta el domingo el PDeCAT es vista por muchos como el canto del cisne del viejo centroderecha nacionalista catalán. Las opciones son dos: o sumisión a Carles Puigdemont y su Crida o ruptura total del partido. Es decir el fin de la última encarnación de Convergència. 

La asamblea nace bajo la amenaza de la escisión. Carles Puigdemont ha amenazado con abandonar el partido si Marta Pascal, la coordinadora del PDeCAT, no da un paso al lado, y la etiqueta #Pascaldimissió se ha convertido en trending topic en Twitter.

 

El PDeCAT roza la ruptura

Los partidarios de Puigdemont ultiman a estas horas una lista para asumir todo el poder en el partido. Joan Ramon Casals, alcalde de Molins de Rei y líder del sector crítico del PDeCAT podría encabezar esa candidatura alternativa a la de Pascal si ésta no se somete a la Crida de Carles Puigdemont. También han apoyado ese llamamiento los presos Jordi Turull, Josep Rull y Quim Forn, además del fugado en Bruselas Lluís Puig. De momento, todas las ofertas de Marta Pascal para evitar el enfrentamiento (básicamente, cargos) han caído en saco roto

Las discrepancias entre Puigdemont y Pascal no son nuevas. Pascal representa, a los ojos de los sectores más rupturistas del independentismo, no sólo el vetusto pactismo convergente sino también ese sistema de partidos nacionalistas al que algunos medios y líderes de opinión catalanes acusan de no haber sabido canalizar el capital acumulado durante el 1-O para avanzar hacia la república.

La última afrenta de Pascal, registrar las siglas de JxCAT, una marca política que no le pertenece, ha sido la gota que ha colmado el vaso de la paciencia de Puigdemont y los suyos. La presión es muy alta. Hasta el responsable de Organización del partido, David Bonheví, ha perdido los nervios y contestado de malas maneras a los simpatizantes y afiliados que criticaban a Pascal y la dirección del PDeCAT en las redes sociales.

Pero… ¿qué está ocurriendo ahora en el independentismo?

"Todas las metáforas que habéis utilizado los analistas hasta el momento están desencaminadas", me dice una fuente muy cercana a los ideólogos de la Crida de Puigdemont. "La Crida no es un partido, o al menos no lo es a día de hoy, y su objetivo no es fagocitar al PDeCAT ni a ERC. Tampoco es un nuevo partido de centroderecha, una especie de Convergència 2.0. La Crida no es una OPA hostil a los partidos catalanistas, sino una herramienta que pretende, precisamente, superar ese viejo sistema de partidos" añade.

"La gente está muy desencantada con los partidos tradicionales. Ven sus luchas de poder, sus batallas partidistas por el control de TV3, sus tacticismos. Y todo ese rechazo hacia los partidos, toda esa energía acumulada, es una fuerza política impresionante, apartidista, que pretende aprovechar Carles Puigdemont con la Crida. La prueba de lo que te digo son esas 30.000 firmas que ha conseguido la Crida en menos de 48 horas. Es algo totalmente inédito en el panorama político catalán y español", continúa mi fuente.

Algo se mueve en el independentismo…

Algunas ideas se han repetido de forma machacona durante las últimas semanas. La primera es que no existe espacio suficiente en Cataluña para dos, e incluso tres, partidos independentistas. Esa división ideológica clásica, heredada del "viejo sistema de partidos", es, según los defensores de esta idea, la que permitió que un partido constitucionalista como Ciudadanos ganara por primera vez en cuarenta años de democracia las elecciones autonómicas en Cataluña.

Según esa teoría, el electorado independentista es mayoritariamente centrista, en un rango que abarca desde la socialdemocracia clásica hasta el liberalismo progresista de Emmanuel Macron. Allí donde no llegue el centrismo, dice la teoría, llegará el legitimismo puigdemontista, un gancho capaz de atrapar incluso a los votantes de la CUP. Y de ahí la conclusión de que una plataforma transversal y unitaria como la del expresidente, similar a la ANP de Arafat o el CNA de Mandela –en palabras del ideólogo de Puigdemont Joan Colomines– lograría romper esa inercia y conseguir una mayoría aplastante en todas las elecciones venideras. 

La segunda idea es que el autonomismo ha sido definitivamente superado. Ni las promesas de un nuevo Estatuto, ni de un tramo más o menos del IRPF, ni de una quita de la deuda, satisfará ya a un independentismo que vive mentalmente instalado en la idea de que la república no es a día de hoy efectiva pero sí real. Ni siquiera la promesa, más o menos velada, de futuros indultos logra hacer mella en un separatismo que ya da por amortizados a los presos, aunque nadie se atreva todavía a defender esa idea en público y los lazos amarillos continúen inundando las calles catalanas. 

"¿A quién le estáis preguntando para saber qué ocurre? ¿A Artur Mas? ¿A los viejos convergentes? ¿Al aparato del PDeCAT? ¿Al PSC? ¿Al PP? ¿A Ciudadanos? No saben nada. No tienen más información que tú y que yo. Hay que preguntarle a los ideólogos, a los que tienen contacto directo con Puigdemont" acaba mi fuente.

…pero está por ver cuál es su fuerza real

Mi segunda fuente pertenece al segundo ejército en liza en la batalla por la hegemonía independentista: ERC. Allí, las 30.000 firmas conseguidas por la Crida de Puigdemont no impresionan demasiado. "El proyecto de la monja Forcades y Arcadi Oliveres consiguió 25.000 adhesiones en su momento. ¿Y qué? Las firmas no son sinónimo de nada, aunque periodísticamente puedan ser escandalosas. Fíjate que con cada nuevo show consiguen menos gente (y mi hipótesis es que se trata de gente que lo firma todo, siempre)" me dice. 

"Es obvio que la Crida de Puigdemont es la enésima refundación de Convergència. Pero esta vez hay una diferencia con las anteriores: no lo hacen sólo para evitar que ERC crezca y se haga con la hegemonía del catalanismo (en sentido amplio), sino que ahora hay una pelea a muerte en el mismo espacio del centroderecha. El objetivo final es fagocitar a ERC o arrinconarla, pero para conseguir eso primero tienen que matarse entre ellos. Están a matar, aunque lo intenten disimular". 

La fuente del nerviosismo, según él, es el temor a las próximas municipales. "Están muy nerviosos por dos cosas: porque el lanzamiento de la dichosa Crida no ha tenido el impacto que esperaban y porque el congreso del PDeCAT de este fin de semana se anuncia sangriento. De fondo, tienen un problema gordo: las municipales. Y ahí tienen la ayuda de la ANC y de sus listas unitarias, y de Graupera y su propuesta de primarias. Saben que, a poco que baje el ruido sobre el tema nacional, están muertos. Y por eso rebuscan en su chistera para sacar su enésimo conejo". 

Para acabar, le pregunto sobre la idea de un movimiento "de país" que aglutine a derechas e izquierdas alrededor de un liderazgo casi caudillista como el de Puigdemont. Es decir, el Mandela al que hacía referencia el ideólogo Colomines. "¿Mandela? La madre que los parió. Con Mandela no puedes conseguir la alcaldía de Sabadell, de Badalona o de Sant Vicenç dels Horts. Un movimiento transversal en la Cataluña de hoy te deja sin cintura. Necesitamos saber cuántos hiperventilados hay en Cataluña en realidad. Estoy hasta las narices de tanta 'jugada maestra', de que todo obedezca a un plan y de que todo nos beneficie. El tema es que aquí hay unos cuantos a los que se les acaba el momio y ya no saben qué hacer para seguir teniendo las llaves de la caja. Y parece que por primera vez en cuarenta años se les empiezan a ver las costuras", finaliza.

Los tres bandos en liza

La división del sector independentista en tres bandos parece, a tenor de lo visto, leído y escuchado, un hecho. El primero de esos bandos es el revolucionario. Es aquel que considera el 1-O una revolución y que pretende avanzar hacia la independencia por la vía del enfrentamiento callejero. Es la opción de la CUP y los CDR. 

El segundo bando es el pragmático. Es el que, sin renunciar a un futuro asalto a la independencia, defiende el repliegue, el pacto con el Gobierno central y la retirada a la cueva para poder lamer las heridas con calma. Es la postura mayoritaria a día de hoy en ERC, entre la vieja Convergència y en Òmnium Cultural. Este bando tiene el apoyo del PSC y, por supuesto, del Gobierno de Pedro Sánchez. Son acusados de "autonomistas" y su enemigo común es Ciudadanos

El tercer bando es "el mágico". Es el que considera el 1-O como un acto de creacionismo político que dio lugar a una realidad nueva y que pretende avanzar hacia la independencia mediante la creación de estructuras de Estado y la conquista de la realidad sin necesidad de una legalidad previa que lo avale. Es el bando de Puigdemont, JxCAT, la ANC y buena parte de los medios de prensa catalanes. Es el bando que defiende las primarias independentistas transversales y las listas "de país". Dan por descontado el hartazgo del "pueblo" y el descrédito del sistema de partidos. Según a quién preguntes, se identifican con Macron o con Mandela. No con Perón, al que consideran un dictador. 

Este fin de semana se verá cuál es la fuerza real del bando "mágico". Si no puede ocupar el poder en el PDeCAT, será improbable que pueda alzarse con él en el resto de Cataluña. Si lo consigue… se verá