“Obviamente la revolución tiene que seguir siendo de las sonrisas, pero también tendrá que enseñar los dientes, las grifas y los puños” decía Carles Riera, cabeza de lista de la CUP para las elecciones del 21-D, en una entrevista reciente [una grifa es una herramienta metálica de gran tamaño y similar a una llave inglesa utilizada para curvar varas de metal].

Pocas frases después, Riera definía el movimiento independentista como "pacífico". Unas cuantas más allá, describía a España como "un Estado franquista y fascista, política y sociológicamente, hijo de una reforma del antiguo régimen y no de una ruptura". Para rematar, calificaba a la Unión Europea de "institucionalidad económica y política absolutamente conservadora, cada vez más escorada a la derecha y la extrema derecha. Como proyecto democrático, es un proyecto muy fracasado". 

Es imposible encontrar más contradicciones, provocaciones, amenazas y violencia en el discurso de ninguno de los candidatos catalanes que en el de Carles Riera. Sin embargo, en los medios de comunicación catalanes el líder de la CUP (Barcelona, 1960) suele ser definido como una persona "tranquila y dialogante". Quizá confundiendo ética y estética, uno de los males habituales de las sociedades sociológicamente rurales, católicas y conservadoras como la catalana, donde las apariencias lo son todo y el odio fluye por corrientes subterráneas (no tan) ocultas a la vista. 

El caballero templario del secesionismo

De Carles Riera se suele destacar su apariencia de profesor universitario con gorra de tweed, su pasado en agrupaciones de corte religioso y su poso new age como terapeuta de la Gestalt. De su vida privada se sabe poco o nada. Su mujer murió hace quince años y vive en el barrio del Poble Nou de Barcelona junto a sus dos hijos, ya mayores. Pero no es la CUP el partido más amable del panorama político catalán para los periodistas y su filosofía contraria a los protagonismos personales hace que conseguir información de sus candidatos más allá de los datos que pululan por Google sea tarea poco menos que imposible. Y eso convierte a Riera en el candidato menos conocido de las elecciones catalanas del 21-D. 

Riera comenzó su andadura política en los años 80 como difusor del legado del sacerdote Xirinacs, condenado en 2005 por la Audiencia Nacional por enaltecimiento del terrorismo

Sí se sabe que Carles Riera comenzó su andadura política en los años ochenta en la Fundación Tercera Vía, germen de la Fundación Randa Lluís Maria Xirinacs, de la que fue director y cuyo objetivo era la preservación y difusión del trabajo del sacerdote catalán del mismo nombre. Xirinacs, independentista y teórico seguidor de las tesis de Ghandi, fue condenado en 2005 por la Audiencia Nacional a dos años de prisión y cuatro de inhabilitación por enaltecimiento del terrorismo. Tres años antes se había declarado "enemigo del Estado español y amigo de ETA y Batasuna" durante un discurso en el Fossar de les Moreres de Barcelona. Xirinacs murió en 2007, al parecer de muerte natural (aunque se llegó a especular con su suicidio). A su funeral acudieron 2.000 personas.

Amistades peligrosas

Los años ochenta fueron ajetreados para Riera. Fue entonces cuando asumió la portavocía de la Crida, el nombre abreviado con el que era conocida popularmente la Crida a la Solidaritat en Defensa de la Llengua, la Cultura i la Nació Catalanes. Nacida como respuesta al Manifiesto de los 2.300, que denunciaba el intento de convertir el catalán en lengua única de la comunidad y que fue firmado por Federico Jiménez Losantos, Amando de Miguel y Carlos Sahagún entre otros, la Crida pidió en su momento de mayor popularidad el voto para Batasuna y se negó a condenar los atentados de ETA y Terra Lliure, que justificó de forma más o menos explícita. 

Fue entonces, en 1987, cuando Carles Riera, como portavoz de la Crida, condenó el atentado de Hipercor por "indiscriminado" (aceptando implícitamente la legitimidad de los atentados contra objetivos "discriminados") y atribuyó parte de la responsabilidad de los asesinatos a la gerencia de los grandes almacenes y a la policía "por no haber desalojado a tiempo". Sólo un año después, Carles Riera participó en el décimo aniversario de HB en el Velódromo de Anoeta, donde se lanzaron vivas a ETA y se instó a la "lucha armada" contra el Estado español

¿Anticlericalismo, la CUP? 

Entre 2010 y 2015, Riera presidió el Centro Internacional Escarré para las Minorías Étnicas y Nacionales, más conocido como Ciemen. El Ciemen fue fundado en Viboldone (Milán) por el secretario del abad de Montserrat Aureli Maria Escarré. Su sede del monasterio benedictino de Cuixà, en el municipio francés de Codalet, fue uno de los principales centros de peregrinación para los jóvenes nacionalistas catalanes que, con el tiempo, acabarían desembarcando en CiU, ERC y, por supuesto, la CUP.  

Que la CUP tiene las mismas raíces clericales, conservadoras y xirucaires que la CiU de Pujol o la ERC de Àngel Colom, Carod Rovira u Oriol Junqueras quizá descoloque a los independentistas más jóvenes pero no sorprenderá a Carles Riera. Nadie mejor que él sabe de los estrechos vínculos y la trama de influencias que el clero catalán mantuvo y mantiene con el nacionalismo, y de cómo su supuesto y siempre bien publicitado pacifismo no ha sido más que el barniz con el que se ha pretendido embellecer la erradicación del castellano, la marginación del 50% de los catalanes y la implantación de un régimen clientelar capaz de controlar el sistema educativo, el empresariado, la policía autonómica y los medios de comunicación públicos y privados de la región.

El independentismo de Carles Riera tiene obvias raíces clericales y de ahí el tono monocorde y sermoneador de sus discursos, muy parecidos a los de una homilía dominical

Que el tono de los sermones políticos de Carles Riera, Oriol Junqueras, Marta Rovira o el mismo Josep Guardiola sean indistinguibles del de las homilías dominicales de cualquier párroco rural de la Cataluña profunda no es, en fin, casual. Tampoco lo son sus constantes apelaciones al pacifismo, la moderación, la hermandad y la mesura. Lo interesante, como siempre, es lo que dicen los líderes independentistas en la oscuridad del confesionario, cuando sólo les oyen sus consejeros espirituales.  

Guerras civiles independentistas

Carles Riera es considerado como un duro de la CUP, partidario de las nacionalizaciones de empresas privadas catalanas, de la desobediencia civil y del exterminio político de la derecha catalanista. "Hemos estado a punto de romper CDC y de despejar el espacio de la Unidad Popular en los países catalanes, pero alguien con urgencias intestinales o con muy mala baba ha optado por renovar la vía institucional" dijo en 2016 después de que la CUP diera su apoyo a Junts pel Sí, algo a lo que él se oponía con rotundidad.

Riera es miembro de Endavant, organización de línea dura estalinista a la que también pertenece Anna Gabriel y considerada la eterna rival de Poble Lliure, otra de las familias que integran la CUP. Su elección como líder de la formación no estuvo exenta de polémica. Poble Lliure acusó a Anna Gabriel de colocar a sus acólitos en las listas para controlar la formación (sus estatutos obligan a la renovación periódica de cargos con el objetivo de evitar enquistamientos, personalismos o malas prácticas) y Riera se opuso a la participación de la CUP en los comicios del 21-D al considerarlos ilegítimos por haber sido convocados por Rajoy al amparo del 155. 

La pureza ideológica de Carles Riera puede ser, paradójicamente, el mejor aliado de los constitucionalistas: nada que no sea la independencia unilateral será lo bastante bueno para él

Riera ha prometido no dar su apoyo a ninguna formación política que no se comprometa a implementar la república catalana unilateralmente y a negarse a dialogar bajo ninguna circunstancia con el Estado. Eso descarta obviamente a los tres partidos constitucionalistas (PP, PSC y Ciudadanos) pero deja también en una posición difícil a ERC y Junts per Catalunya, cuyos líderes se encuentran inmersos en procesos penales que podrían verse agravados de persistir en la línea de unilateralidad defendida por la CUP. Paradójicamente, la pureza ideológica de la CUP puede convertirse en la mejor aliada del constitucionalismo. 

Suele decir Carles Riera que ahora, a los 57 años, es todavía más radical que cuando tenía 18. Teniendo en cuenta que a esa edad Riera colaborara con organizaciones que pedían el voto para HB, cargaban los muertos de Hipercor a la policía o defendían el legado de religiosos que se decían "amigos de ETA", cabe plantearse a qué se refiere en concreto el líder de la CUP cuando habla de enseñar los dientes, las grifas y los puños "pacíficamente". Lo sabremos a partir del 21-D.