Barcelona

Bienvenidos al limbo. Iba a ser un día histórico. La cuenta atrás llegaba a su fin. La expectación era máxima. Y el día pasó. Tras menos de dos horas de debate en el Parlament, Cataluña vuelve de nuevo a esperar que llegue su cita con la posteridad, ajustando el reloj, volviendo a ponerlo en marcha y preparándose, de nuevo, para el próximo hito. El procés sigue vivo. España, de momento, también. 

Carles Puigdemont se puso delante del atril, declaró la independencia y la suspendió inmediatamente. Todo duró exactamente 74 segundos. Y 34 de ellos fueron aplausos entre un momento y otro. Las miles de personas concentradas en las inmediaciones del Parlament no pudieron saborear una Declaración de Independencia tan efímera que apenas duró unos segundos. No pudieron ni llegar a digerirla.

Las frases clave fueron dos. La primera, la de la declaración: "Asumo, al presentarles los resultados del referéndum ante todos ustedes y ante nuestros conciudadanos, el mandato de que el pueblo de Cataluña se convierta en un Estado independiente en forma de república". 

La segunda, mientras asomaba el éxtasis en el paseo Lluís Companys y el Arc de Trionf de Barcelona, fue la de la decepción, la del agua fría de la ducha escocesa: "Con la misma solemnidad, el Govern y yo mismo proponemos que el Parlament suspenda los efectos de la declaración de independencia para que en las próximas semanas emprendamos un diálogo sin el cual no es posible llegar a una solución acordada". 

De 'indepes' a 'indepres'

En la calle, los ciudadanos independentistas que confiaban en asistir al primer día de la república catalana, comenzaron a mirarse unos a otros. Silencio. Incredulidad. Echaron mano del móvil. Los comentaristas de la radio tartamudearon sin saber muy bien qué decir. 

Puigdemont había hecho una Declaración Unilateral de Independencia (DUI) que ni era unilateral ni traía la independencia, por lo que se quedaba sólo en una declaración. 

Al acabar el pleno, los diputados independentistas firmaron un texto erigiéndose en "legítimos representantes del pueblo de Cataluña" con acusaciones muy graves al Estado y un articulado que proclama la república catalana, a pesar de que el propio president la había suspendido verbalmente antes incluso de firmarla. El texto fue rubricado dentro del Parlament, pero fuera del pleno, en un documento sin membrete, por lo que los independentistas se representaban legalmente a sí mismos.

La propia coordinadora del PDeCAT, Marta Pascal, aseguró que no significaba gran cosa. "Esto es una declaración política que se deriva de los resultados del 1 de octubre. El mismo president ha dicho que no tiene efectos ni validez jurídica porque no ha sido hecha en el Parlament", dijo en declaraciones a la Cadena SER.

Todos los grupos políticos, en mayor o menor grado, asumieron que la declaración hecha por Puigdemont en el pleno no es definitiva. Anna Gabriel, portavoz de la CUP, el partido de cuyos escaños depende la estabilidad del Govern, compareció más triste que enfadada porque el Parlament había "perdido una oportunidad". Después, su partido anunció que abandonaba indefinidamente la cámara autonómica y daba un ultimátum a Puigdemont, a quien le tasará el tiempo para dialogar.  

Una "no Declaración de Independencia"

La líder de la oposición, Inés Arrimadas, habló de una independencia "a plazos" o "en diferido" pero la consideró un "golpe a la democracia". Desde Madrid, el presidente de Ciudadanos, Albert Rivera, pedía que se aplicase ya el artículo 155 de la Constitución para no prolongar más la incertidumbre. 

Podemos y Catalunya en Comú, su marca en Cataluña, dijeron que Puigdemont no había declarado la independencia y alabaron su "sensatez" (dijo Pablo Iglesias) al "apostar claramente por el diálogo y la mediación" (dijo Ada Colau). Para el líder del PSC, Miquel Iceta, la declaración no se había producido y reclamó elecciones. Para Xavier García Albiol, líder del PP en Cataluña, el reloj no se había detenido. "Aun tiene una oportunidad. No la desaproveche”, dijo. El deber de Puigdemont es desistir, pero del todo, según él.

¿Qué va a pasar ahora?

Que Puigdemont no haya declarado la independencia con plenos efectos sólo puede entenderse como el resultado de muchas presiones internas y la difícil evaluación del día después, tanto para la consecución de sus fines como el suyo personal. El propio president de la Generalitat se detuvo ampliamente al recordar que Artur Mas, su predecesor, podría ver embargados todos sus bienes por organizar el referéndum, también ilegal, del 9 de noviembre de 2014. 

Puigdemont ha creído que lo mejor para el procés o para él y su equipo (es imposible saber qué ha pesado más) era prolongar la actual situación. Algunos ven en ella una trampa. Otros, una posible ulsterización, en referencia a la provincia británica al norte de Irlanda. En otras palabras: una cronificación del conflicto con dos legitimidades y, en el caso británico, con rivalidad policial. Otra opción es que el propio Puigdemont convoque unas elecciones para tratar de dar una legitimidad renovada y con garantías al proceso independentista. También podría provocarlas la CUP dejando caer al Gobierno. 

Consejo de Ministros y advertencia de Santamaría

En cualquier caso, eso son escenarios de mañana. Este miércoles, el presidente del Gobierno comparece en el Congreso de los Diputados y antes presidirá un Consejo de Ministros extraordinario.

Según la vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría, Puigdemont ha llevado a Cataluña a "su mayor nivel de incertidumbre", con un discurso de alguien que "no sabe dónde está, a dónde va ni con quién quiere ir". "Por tanto, ni el señor Puigdemont ni nadie puede sacar consecuencias de una ley que no existe, de un referéndum que no se ha producido y de una voluntad, la del pueblo de Cataluña, de la que una vez más quieren apropiarse".