Boadella. Sólo eso. O todo eso. Depende de quién lo mire. El dramaturgo escribe, dirige y protagoniza el recién estrenado Sermón del bufón. En el escenario, oscuridad y una luz en el centro que persigue al único actor: el propio Boadella. “Es una autobiografía, no sólo busquen aquiescencias políticas”, advertía antes de empezar. Pero el nacionalismo catalán se lleva el grueso, quizá porque le rodeaba de cerca y ahora él lo rodea de lejos. “Mi teatro es ingenuidad al lado de su farsa”, confesaba a este periódico antes de empezar.

La sala negra de los Teatros del Canal, llena. Este miércoles era el primer turno de los cuatro consecutivos. No quedan entradas para el resto. Antinacionalista, ha utilizado el nacionalismo para definirse. En un proyector, ante su cara de circunstancias, dos periódicos catalanes le tachaban de “puerco”, “miserable” e “hijo de puta”. Con sonrisa maliciosa, recibía justo después a dos medios de “derechas” que hacían lo contrario: “Boadella es un genio a la altura de Gaudí y Dalí”.

La “marrullería” de la tribu

El estreno coincidía con el juicio del caso Palau, con Millet tirando de la manta. ¿Coincidencia? “¡Es que es imposible no coincidir con alguna marrullería o necedad de los notables de mi tribu!”, respondía a EL ESPAÑOL.

Tribu. Boadella no ha mencionado Cataluña. Ha escogido “chusma regionalista” y “régimen”. Ellos fueron quienes le llamaron bufón, un “linaje” que él aceptó con gusto y que acaba de convertir en sainete.

Lo de esta tarde ha sido emborracharse con y de Boadella. Lo ha dicho él. Por la falta de pudor, lo explícito y el argumento certero, muchas veces incrustado en la diana secesionista. En un homenaje a Stevenson, se ha desdoblado en una especie de Jekyl y Mr. Hyde, siendo “Albert” el niño travieso y aficionado a las “putadas” y Boadella el de las “cavilaciones” y la “madurez”. Porque también ha habido rejonazos para el propio autor: siendo un bufón a veces trata de pasar como ilustrado, se ha recriminado.

Disfrazado de Pujol

Envuelto en una americana ostensiblemente grande, ha imitado a Jordi Pujol, en uno de los instantes más celebrados por los asistentes. Ha elegido la escena de su primera vez, cuando “el padre de la patria prometida” le desvirgó culturalmente en su despacho de Banca Catalana.

Boadella en plena representación. J. Villanueva Teatros del Canal

Boadella acudía como director de Els Joglars. Iba a negociar el pago de una Letra. “Claro, la fantasía, el divagar, pero ¿esto quién lo paga?”, le decía el expresident. Al final, tras mucho discutir, le espetó: “¡Ustedes no hacen cultura catalana! Esto podría ser andaluz o sueco”. Entonces Boadella se dio por vencido, aunque su alter ego le decía: “¡Qué maravilla! El teatro necesita gobernantes ridículos”.

En ese proyector, que de vez en cuando, surtía el monologo de recuerdos y obras pasadas, también ha aparecido aquella obra que selló la colección de enemigos nacionalistas del actor: los hijos de Pujol con un millón de euros en maletines que se caían al suelo y quedaban al descubierto. “La realidad siempre acaba superando a la ficción”, decía a EL ESPAÑOL antes de empezar. Y a esto se refería. “El millón se quedó muy corto”.

El erotismo de estar en busca y captura

Boadella critica al nacionalismo por uniformar y convertir en pensamiento único la política y la cultura. Un arma de doble filo, que algunos utilizan en su contra: él también convierte la crítica al nacionalismo en un monotema. Aunque El sermón del bufón no es sólo eso. Es mucho más, con oxígeno, música y anécdotas de por medio, que acaban trazando en un par de horas la dilatada carrera de este hombre que calza setenta y pocos.

Albert Boadella sobre las tablas de los teatros del Canal. J. Villanueva Teatros del Canal

También ha habido hueco para el Boadella antifranquista, que fue encarcelado por poner en escena a unos militares borrachos firmando una condena de muerte. El mismo que convirtió en kétchup la sangre de Cristo y recibió decenas de homilías en contra. “No saben el poder que tiene el erotismo cuando se está en busca y captura. Prueben, es mejor que las pastillas de Sánchez Dragó”, ha invitado.

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