La mañana del 28 de septiembre de 2016, la misma en que comenzaron las dimisiones en la Ejecutiva Federal del PSOE que acabarían con el descabalgamiento de Pedro Sánchez, Jordi Sevilla estaba negociando con el ministro en funciones Cristóbal Montoro. Lo hacía por orden suya en una de las sedes del Ministerio de Hacienda en Madrid. Para Sevilla, esta es la prueba irrefutable de que el líder del PSOE seguía anteponiendo "los intereses de España" a cualquier otro cálculo político.

De la lectura de Vetos, pinzas y errores: por qué no fue posible el Gobierno del cambio (Editorial Deusto) -el relato de Sevilla sobre los meses en que fue responsable económico de la candidatura de Sánchez- se desprende que el líder socialista había llegado a la conclusión, tras el verano, de que lo mejor era mantener un elevado nivel de bloqueo político hasta que llegara el 31 de octubre de 2016 y se convocaran automáticamente terceras elecciones.

Un líder totalmente aislado

Pero esto no deja de ser una deducción del autor, porque, como revela, después de las elecciones del 26 de julio de 2016, Sánchez se aisló completamente, incluso de su equipo de colaboradores más cercanos. “Como no había ninguna negociación abierta, no se reeditó el equipo negociador creado cuando tras las elecciones del 20D buscamos la investidura de Sánchez. Pero tampoco Pedro mantuvo durante septiembre las reuniones del equipo que habíamos trabajado, durante julio y agosto, en el discurso y en el debate de investidura de Rajoy… mentiría si no dijera que se percibió un proceso de alejamiento respecto a quienes habíamos constituido, hasta entonces, su círculo político de confianza”.

El hermetismo de Sánchez fue tal que Sevilla admite que “hablábamos entre nosotros para confirmar que (Pedro) no hablaba con nosotros y que apenas si sabíamos cuáles eran sus intenciones”.

Luis de Guindos y Jordi Sevilla junto a Ana Pastor antes de un debate en TV. Victor Larena Efe

Sevilla cuenta que en septiembre apenas tuvieron dos conversaciones telefónicas y una reunión en la que se le encargó negociar con Montoro. La primera charla fue de intercambio de opiniones, pero en la segunda le preguntó por los rumores que circulaban sobre contactos secretos entre el PSOE, Podemos y los nacionalistas catalanes y Sánchez se los desmintió rotundamente.

La reunión de Sánchez con Álvarez-Pallete

El exministro también cuenta un episodio que se produjo en la cuarta planta de la sede de Ferraz, en la puerta del despacho de Sánchez, donde éste no le dijo toda la verdad. Una mañana le comentó que había estado con el nuevo presidente de Telefónica, José María Álvarez-Pallete. “Me sorprendió que no me hubiera dicho nada -cuenta Sevilla-porque yo solía acompañarlo en ese tipo de contactos y ante mi queja, recuerdo que insistió en que había sido algo protocolario, sólo para conocerse. Semanas más tarde conocimos todos que, al parecer, la reunión había tenido más contenido que la simple cortesía. Según reconoció el propio Sánchez en una entrevista en La Sexta era cierto lo que publicó El Mundo sobre esa reunión: 'Pedro Sánchez pidió ayuda a Telefónica para frenar la hostilidad de Prisa' contra él, aprovechando que Telefónica era un accionista importante del grupo de comunicación”.

El "turbio asunto" de la 'Operación Frankenstein'

Pese a esta muestra de falta de confianza, Sevilla no perdió la fe en su secretario general. De hecho, en el libro considera la denominada “Operación Frankenstein” -el eventual acuerdo de Sánchez con Podemos y con los nacionalistas catalanes para formar un gobierno alternativo- un intento de desestabilizarle. Sevilla lo califica como “uno de los asuntos más turbios ocurridos durante esos días”. Entre los medios que dieron vuelo “a esta estrafalaria teoría” cita a El Confidencial Digital que dirige José Apezarena, que dio la operación por consumada. También menciona al articulista de La Vanguardia Enric Juliana que aseguró que dicho plan existía, pero no era “inminente”.

Sevilla escribe: “Mientras se mantenían, supuestamente en el máximo secreto, estas complejas conversaciones para investir a un Sánchez poco menos que 'enloquecido', yo recibía, como ya he mencionado antes, el encargo de ese mismo secretario general para negociar con el gobierno del PP, en concreto sus ministros De Guindos y Montoro, dos problemas de gran trascendencia que estaban bloqueados como consecuencia de tener un gobierno provisional: la delicada situación de la CNMV y… la necesidad de modificar…. los objetivos de déficit para las comunidades autónomas”.

Los "seis portazos" de Pablo Iglesias al gobierno del cambio

El libro de Sevilla es más valioso como análisis de la época que como testimonio personal. Mientras en la primera faceta, el ex ministro va desplegando los análisis de la situación que iba viviendo en cada momento (y reproduce minutas, borradores de discursos y artículos que le hizo llegar a Sánchez), en la segunda se queda corto, ya que su exposición carece, por ejemplo, de detalles sobre cómo se produjo el encargo de Felipe VI a Sánchez para que formara gobierno y de las discusiones internas.

Pedro Sánchez y, detrás, Pablo Iglesias. GTRES

La primera parte de la obra es un relato argumentado que gira en torno a lo que Sevilla llama “los seis portazos” de Pablo Iglesias a la investidura de Pedro Sánchez. En él sostiene que el líder del Podemos es el principal responsable de que no se eligiera un gobierno del cambio encabezado por el socialista.

Sevilla es muy duro y crítico con las ambiciones personales y el cortoplacismo de los dirigentes de la formación morada. A su juicio, Podemos está reeditando los mismos males de la vieja política que prometió cambiar.

La negociación con Ciudadanos

Sevilla también ofrece una visión muy autocomplaciente del proceso de negociación con Ciudadanos que capitanearon él y José Enrique Serrano con José Manuel Villegas y Luis Garicano. La negociación es descrita con lujo de detalles y su versión es coincidente con la que ofrecen los delegados de Ciudadanos. La mayoría de los participantes coincide en que esa comisión forjó consensos importantes y creó una poderosa complicidad entre los de Rivera y los de Sánchez.

Luis Garicano conversa con Jordi Sevilla y José Enrique Serrano. Efe

Hay cuestiones conceptuales que no serán compartidas por todos los lectores. Algunas son interesantes. El autor culpa del bloqueo de la situación política a la “partidocracia”, a la que define como “anteponer los intereses de partido por delante del interés general”. Su definición resulta hasta generosa, porque en realidad el sistema partitocrático español lo que hace es facilitar que muy pocos individuos puedan controlar amplias parcelas de poder no sólo en sus partidos sino en toda la sociedad y que lo hagan prácticamente sin contrapeso.

También es discutible la afirmación de que "el cuestionamiento interno a sus liderazgos orgánicos" fue "el rasgo que todos los partidos tuvieron en común durante ese proceso de negociación". Eso es cierto en el caso del PP, del PSOE y de Podemos, pero no es así en Ciudadanos.

¿Por qué Sánchez se aisló?

La parte final resulta extraordinariamente farragosa, porque Sevilla decide narrar la caída de Sánchez no con sus propias palabras -como si él no hubiera asistido a los hechos o como si requiriera un notario externo que los convalide-, sino citando titulares y editoriales de los diarios españoles. Esto le resta autenticidad a la obra, pero, sobre todo, se pierde perspectiva. Además, Sevilla cita sólo diarios impresos lo que priva al lector de la rica oferta de la prensa digital, donde diarios como EL ESPAÑOL, El Confidencial, Voz Populi o eldiario.es tenían enfoques propios.    

Aunque el libro aporta algunas pistas, queda como gran incógnita por qué Pedro Sánchez decidió aislarse de su propio equipo tras las elecciones de julio. ¿Buscaba evitar que lo persuadieran en una determinada dirección? Lo cierto es que ese aislamiento propició que prendieran en su entorno todo tipo de especulaciones sobre sus intenciones y finalmente acabó convirtiéndose en víctima de su ambigüedad.