Por segunda vez en la historia reciente, María Dolores de Cospedal se ha dado de bruces con el legado de Federico Trillo. Y por segunda vez, ha desafiado la línea que éste había logrado imponer durante años en el Partido Popular. La primera ocasión fue con motivo del ‘caso Bárcenas’, cuando la secretaria general del PP decidió que había que romper con la sinuosa estrategia jurídica diseñada por Trillo para mantener protegido y callado al tesorero y evitar que Gürtel y sus ramificaciones dinamitaran al partido de Rajoy.

Tomás Serrano

Aprovechando que Trillo fue desplazado como embajador a Londres, Cospedal decidió que había que enfrentar a Bárcenas como lo que a su juicio era: un hombre que había abusado de la confianza del PP para enriquecerse en el cuarto oscuro de las finanzas partidarias.

Y la secretaria general se metió en un campo minado que tuvo un elevado coste de imagen para ella. No sólo porque comprobó que el ex gerente del PP aún contaba con las lealtades de quienes habían hecho la vista gorda ante el cuarto oscuro de Génova 13, o porque para muchos dirigentes la estrategia de Trillo les parecía la más acertada, sino porque se metió sola en el jardín de la “indemnización en diferido” de Bárcenas en una comparecencia que no hizo justicia a su título de abogada del Estado.

Bárcenas la había toreado y Trillo, desde Londres, siguió complacido el pulso pensando que su estrategia quedaba reivindicada

Aunque al final Bárcenas fue condenado por la Audiencia de Toledo, en sentencia confirmada por el Tribunal Supremo en julio de 2016, a indemnizar con 50.000 euros a Cospedal por vulnerar su derecho al honor al publicar los “papeles de Bárcenas”, en la memoria colectiva quedó la imagen de que el ex tesorero había plantado cara a la secretaria general del PP. Bárcenas la había toreado y Trillo, desde Londres, siguió complacido el pulso pensando que su estrategia -propia de “hombres que se visten por los pies”- quedaba reivindicada.

Es cierto que, a comienzos de 2013, Trillo en Londres era uno de los restos de una cúpula partidaria que ya no existía, pero todavía retenía la capacidad de hacerle la vida difícil a quien quisiera reescribir sus designios. Hasta finales de 2011, por ejemplo, siguió manejando la estrategia judicial del PP en Gürtel y otros casos, conectando a despachos de abogados con imputados y con quien hiciera falta. Y tenía línea directa con Rajoy y autoridad para pactar con el PSOE de Rubalbaca una amplia serie de cuestiones.

A Trillo se le atribuye el pacto con Rubalcaba en 2011 para que el diputado Gil Lázaro dejara de preguntar por el 'caso Faisán'

A él se le atribuye, por ejemplo, el discreto acuerdo que llevó al fin del denodado asedio que el diputado popular Ignacio Gil Lázaro mantenía contra Rubalcaba en las sesiones de control de la X Legislatura a cuenta del caso Faisán. Para conseguirlo, puenteó sin escrúpulos a la jefa del grupo parlamentario popular en el Congreso de los Diputados, a la sazón Soraya Saénz de Santamaría.

Ahora, Cospedal, convertida en ministra de Defensa, ha vuelto a chocar con la herencia de Trillo, esta vez con el ominoso caso del Yak-42. La ministra decidió este martes una rectificación mayor de una política mantenida por el PP desde aquel fatídico 23 de mayo de 2003 al asumir los errores denunciados por el informe del Consejo de Estado sobre la tragedia. Se trata de una política que fue validada por el propio Mariano Rajoy cuando hace pocos días recordó que “eso ya fue sustanciado judicialmente”, precisamente gracias a los buenos oficios del propio Trillo en todos los frentes menos en el que podía haber evitado el accidente. En 2009, el líder del PP defendió al ex ministro de Defensa asegurando que no debía “quedar inhabilitado para los siglos de los siglos” por “un error”.

Paradójicamente, la rectificación de Cospedal -que puede darle un nuevo aire a sus opciones políticas tanto en la estructura del PP como en el Gobierno-, coincide con una visita de la vicepresidenta Saénz de Santamaría a Barcelona para cumplir con su nuevo cometido de diálogo y acercamiento con los separatistas del Ejecutivo catalán. La presencia de Santamaría también supone, en cierta medida, la rectificación de una política de impugnación total del independentismo, como ella misma puso de manifiesto en una entrevista en la cadena Cope en diciembre de 2016. Una política que también fue validada de puño y letra por Rajoy hace no mucho tiempo.