Sentada junto a su marido este lunes por la noche, una diputada amiga del PP vio en la tele a Rita Barberá a la hora del telediario y le notó "una cara malísima". La senadora fallecida había llegado esa mañana temprano a Madrid desde Valencia para declarar en el Tribunal Supremo ante el magistrado Cándido Conde-Pumpido, el ex fiscal general socialista al que finalmente había decidido no recusar.

Conde-Pumpido se mostró amable y compasivo con ella cuando se cayó al subir al estrado y le ofreció posponer la declaración.

Barberá rechazó la oferta e insistió en declarar. La llamada telefónica de Mariano Rajoy para darle ánimos la había reconfortado. Con el presidente del Gobierno- vía secretaria general del PP, María Dolores de Cospedal- había pactado siete semanas antes su salida del partido tras ser investigada por supuesto blanqueo de dinero en el grupo popular cuando era alcaldesa de Valencia.

"Hacemos esto para que no te perjudique a ti y tampoco al partido", le había explicado Cospedal, que tardó día y medio en septiembre hasta convencerla de las bondades de esta solución. "Yo no he metido la mano en la caja y no me da la gana de salir como una cerda corrupta", le había dicho Barberá a Cospedal, que hablaba en nombre de Rajoy.

Al final quedó satisfecha con el acuerdo cerrado con Rajoy. Tras su declaración el lunes, estaba aún más convencida de que su causa sería archivada “porque a nadie la empapelan por mil euros”, según el relato de personas cercanas a la senadora. Después de comer el lunes se encerró en su habitación en la tercera planta del hotel Villa Real y ya casi no salió de allí hasta el miércoles por la mañana: lo hizo envuelta en una sábana blanca, ya cadáver, en una imagen desoladora por su crudeza.

EN LA TERCERA PLANTA

El martes se empezó a sentir mal. Canceló su asistencia a la sesión de control del Senado y no contestó cuando el senador valenciano Pedro Agramunt la llamó para confirmar la cena que tenían pendiente esa noche con el exministro José Manuel García-Margallo. Su hermana María José vino desde Valencia para acompañarla y se instaló con ella en el Villa Real, un hotel de cinco estrellas gran lujo situado en la Plaza de las Cortes, en el que se quedaba siempre que venía a Madrid. El hotel hace un importante descuento a diputados y senadores, y está prácticamente enfrente del palacio del Congreso en la carrera de San Jerónimo.

El miércoles a las ocho y media de la mañana, un diputado salió de su habitación en la tercera planta del hotel y se encontró con la policía y el director del establecimiento junto a su puerta, vecina a la habitación que estaba ocupando la hermana de la senadora mientras Rita Barberá compartía la suya con otra persona. La noticia cruzó la calle rápidamente y en cuestión de minutos llegó a la Cámara, que se preparaba para iniciar la primera sesión de control en 13 meses.

Los reproches empezaron enseguida. "En su muerte se combina en un 95% un comportamiento hostil de los medios de comunicación con un 5% debido a la falta de respaldo de una parte mínima del PP", explican los más veteranos, que señalan sobre todo al sector más joven e inexperto. "Es que los de ahora no saben lo que es ir a hacer campaña con tu coche y pagarte tú la gasolina. Tampoco saben que Fraga compraba las flores que había que mandar de su propio bolsillo. Han llegado y se lo han encontrado todo hecho. Han pensado que todo fue siempre así y se han olvidado de que el PP es lo que es ahora gracias a gente como Rita", se lamentaba, con los ojos humedecidos, una diputada de la quinta de Barberá, que tenía 68 años.

LOS VICESECRETARIOS

De izda. a dcha: Fernando Martínez Maillo, Javier Maroto, Pablo Casado y Andrea Levy. PP

Algunos pusieron nombre y apellidos a los que en septiembre se mostraron más duros con Barberá: los vicesecretarios Andrea Levy, Pablo Casado, Javier Maroto y Fernando Martínez Maíllo, "niños que hoy se tienen que sentir mal porque se han comportado como una panda de párvulos de patio de colegio" menospreciando la figura de Rita Barberá, una mujer "incardinada en la historia del partido".

Esta acusación directa es relativa. El pasado jueves en la solemne apertura de la XII Legislatura nadie del PP quería dejarse fotografiar a su lado. Barberá entró sola en el Congreso y sola estuvo todo el tiempo. Algunos recuerdan cómo en un momento determinado, en el patio del Congreso, se la oyó llamar a voces a Margallo- "¡Margui!"- porque éste intentaba evitar el saludo público.

Este miércoles, Margallo acudió a Antena 3 para denunciar la actitud de compañeros del PP que "le han dado la espalda" y miembros del grupo parlamentario popular "que no se han portado bien con ella". También destacó Margallo que Barberá sufría una fuerte depresión por la que estaba medicada.

Celia Villalobos, una histórica del PP, pasó el día aguantando las lágrimas y denunciando públicamente que se intenten aplicar "las normas del partido a todos por igual".

Villalobos se refirió a Luis Bárcenas, el extesorero del PP "con 30 millones en Suiza y que se dedica a estudiar" como ejemplo de un comportamiento que nada tiene que ver con el de la fallecida.

PENA DE TELEDIARIO

La trágica muerte de Barberá, casi a las puertas del Congreso en un día señalado, ha reabierto el debate de la llamada pena del telediario. En el PP la consideran la tercera víctima de los juicios paralelos tras los suicidios de dos personas imputadas en al trama Gürtel: María del Mar Rodríguez Alonso, esposa del senador del PP Tomás Burgos, muerta el 20 de enero de 2015 en un hotel de Bilbao y el periodista Isidro Cuberos, ex jefe de prensa de Javier Arenas, que el 29 de octubre de ese mismo año apareció muerto en un barranco en Málaga. 

"Lo que peor llevaba Rita eran las cámaras siempre apostadas frente a su casa en Valencia", recuerdan personas cercanas. "Eso se le hacía muy duro. Eso, y que la pusieran a escurrir compañeros del partido".

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