Nieves y Mari Carmen ya eran pareja cuando decidieron presentarse juntas a las oposiciones para entrar en la Guardia Civil. Por aquel entonces, la primera tenía 25 años; y la segunda, 27. Ambas estudiaron durante meses, apoyándose la una en la otra. La alegría fue enorme cuando supieron que las dos habían aprobado al mismo tiempo. Y que irían juntas a la academia y también a su primer destino.

"Mari Carmen fue un gran apoyo -dice Nieves-, la academia es un sitio militar, muy cerrado, son seis meses intensos y tenernos allí mutuamente fue un apoyo muy importante". Las dos eligieron iniciar su andadura en la Comandancia de Madrid. Nunca se han separado desde entonces.

Nieves y Mari Carmen trabajan hoy en una unidad de Seguridad Ciudadana (USECIC) de la Comandancia de la Guardia Civil en Palencia, su tierra natal. Allí crían a su hija y allí residen desde hace años, cuando regresaron, también a la vez, de sus inicios en la capital. "Pedimos siempre la misma comandancia para estar juntas". 

Ahora, 13 años después de que accedieran al Instituto Armado en 2008, ambas cuentan con 38 y 40 años respectivamente, están casadas, tienen una niña de 15 meses y no se avergüenzan de nada de lo que han vivido hasta ahora. Hablan abiertamente de ello, dicen, para que pueda servir de ejemplo a otros compañeros.

"Llegados a este punto, si lo que hace falta es dar visibilidad a nuestra situación para que se entienda que esto es algo normal, pues estupendo", dice Nieves. Tanto es así que acceden a relatar a EL ESPAÑOL su historia, coincidiendo con la semana del Orgullo LGTBI.

En el seno de la Benemérita suele hablarse del orgullo que sus miembros sienten por servir a España. Para ellas, este es también, de algún modo, su otro gran 'orgullo'. El suyo no ha sido, sin embargo, un camino de rosas. Durante sus primeros años ambas prefirieron mantener en secreto su relación. No contarle al resto de compañeros que salían juntas, que compartían casa y que se querían.

No se lo revelaron a nadie en Madrid, el primer lugar en el que trabajaron tras salir de la academia, ni tampoco en los primeros años destinadas en Palencia. "Los primeros cinco años de trabajo no lo contábamos. La familia y los amigos eran conscientes, pero no dábamos a nadie más datos concretos de nuestra vida personal". 

Fue antes de contraer matrimonio cuando empezaron a plantearse su porvenir en ese sentido. Entonces dieron el paso de contarlo abiertamente, de actuar con normalidad, de no esconderlo a todos los que estaban a su alrededor: "Cuando teníamos en mente la idea, uno o dos años antes de la boda, dimos el paso de hablar del tema con naturalidad y empezar a llamar a las cosas por su nombre. Llegó un momento que empezamos, con los demás, a hablar en plural de nosotras. No ya solo de mi pareja, sino en femenino la una de la otra".

Dice Nieves que ya nunca más se escondieron en la comandancia: "Hubo gente que nos mostró indiferencia, pero en términos generales no podemos tener queja con los compañeros. Planteamos la situación con normalidad, no dejamos que se nos comieran. No hemos dejado en ese sentido que nos atacasen por ahí".

Semana del Orgullo

Hace unos días les pidieron desde la Asociación Unificada de Guardias Civiles (AUGC) escribir un texto en el que reflejar su historia siendo colectivo LGTBI y guardias civiles al mismo tiempo. "Por un lado, nos alegró la idea de que nos eligiesen para dar visibilidad dentro del Cuerpo".

Pero por otro, explican que al pensar sobre ello surgía en ellas un sentimiento como de "rabia" al ver que este apoyo desde las instituciones solo se visibiliza en esta semana concreta del año. "Es ahora cuando todos se visten 'orgullosos' de los colores del arcoíris, y que el resto del año volvamos a nuestra intimidad y nos mantengamos allí, sin hacer mucho ruido, porque la sociedad piensa que ya 'bastante' hemos conseguido y que 'qué más queremos', si ya se nos 'respeta'".

"El problema es que la realidad -continúa Nieves- nos dice que la mayor parte de las personas LGTBI no son visibles en su lugar de trabajo o solo con determinadas personas. Y que una situación tan simple como hablar de tu pareja e hijos en ese contexto, para personas LGTBI puede resultar muy incómodo si no se está en un ambiente laboral apropiado".

Ambas cuentan cómo han tenido, a nivel personal y a nivel laboral, que "derribar muchos muros", luchar contra prejuicios establecidos o librar batallas que en muchas ocasiones ellas mismas daban por perdidas.

El inicio de la relación

Las dos agentes se conocieron en la universidad. Ambas estudiaron en el campus de Palencia de la Universidad de Valladolid. Las dos habían estudiado para Educación Física. "Estuvimos un año que no sabíamos lo que íbamos a hacer -recuerda Nieves- y mi hermano, que es también guardia civil me comentó que aquel año saldrían muchas plazas y que por qué no lo intentábamos".

Ambas se matricularon y se prepararon por su cuenta con la idea de que no aprobarían a la primera. Ninguna de las dos tuvo que recurrir a una segunda convocatoria.

Las dos han ocupado desde entonces puestos en unidades tanto operativas como de investigación en el seno del Instituto Armado. Destinos complicados, explican, de compaginar con la maternidad. Tanto es así que ambas han optado, tras ser madres, por un puesto más liviano en el seno de las unidades de Seguridad Ciudadana de la provincia.

Nieves y Mari Carmen, con su hija. Cedida a EL ESPAÑOL

Engendraron a su hija recurriendo a la fecundación in vitro. Nieves dio a luz el 28 de febrero, justo antes del primer estado de alarma, en los inicios de la pandemia. Ambas pudieron disfrutar de los primeros meses volcándose en la niña. La parte negativa, que la familia no pudo verla ni disfrutar de ella hasta pasados los tres meses del confinamiento.

"Hemos formado una familia. La defendemos allí donde vamos y nadie nos va a decir ni a juzgar nuestra labor como madres con nuestra niña porque las dos seamos mujeres. Nuestro proyecto de futuro va mucho más allá".

Ya son quince años de relación y cuatro desde que se casaron en 2017. A día de hoy se sienten afortunadas por la respuesta a su alrededor. "No podemos quejarnos. Aun viviendo en una provincia pequeña, la gente mayor es también comprensiva. Siempre nos han dicho que olé, que hagamos lo que queramos".

Creen, eso sí, que todavía hay cosas que cambiar. "Muchos nos ven todavía como dos amigas con una hija. Vas a un hotel y te siguen dando camas separadas. Tenemos anécdotas muy dispares, como cuando cogimos el permiso por nacimiento de nuestra hija y aún nos preguntaban quién de las dos se acogía al permiso de paternidad".

Dicen que quizás para mucha gente, su situación y la familia que han fundado pueda resultarles todavía como algo "extraño": "O que piensen que en otra época sería incompatible o impensable. Pero, ¿acaso la profesionalidad que demuestras en tu trabajo depende de la elección de tu vida personal y familiar? Nosotras creemos que no".

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