Inés Arrimadas y Ciudadanos ganaron las elecciones de diciembre de 2017 en lo que fue una de las mayores sorpresas de la historia electoral catalana. Para ello, eso sí, hizo falta una participación del 79% y la movilización de muchos sectores de la sociedad no afectos a ningún partido en concreto pero asustados ante la amenaza evidente de un conflicto civil.

El famoso suflé que no dejaba de subir y subir venía acompañado en esta ocasión por la insurrección de octubre y la aplicación del artículo 155. Ahora bien, incluso así, los independentistas ganaron en escaños. Se mantuvo el equilibrio de bloques en el voto, sí, pero el reparto desigual en zonas rurales marcó la diferencia.

En 2021, el suflé está en mínimos. La pandemia del coronavirus ha sido el monotema informativo del año y parece que lo demás no existiera. De la clara desmovilización del electorado da buen ejemplo que las encuestas barajen una participación del 55-60%. Hablamos de entre 20 y 25 puntos menos que en la anterior convocatoria, y eso, habitualmente, es el contexto ideal para todo tipo de resultados electorales inesperados.

Varias personas hacen cola para hacerse una prueba PCR antes de las elecciones. Efe

Cuando todo el mundo vota a los suyos, más o menos los tenemos ubicados. Cuando de repente millones se quedan en casa, es muy difícil acertar quiénes exactamente van a mantener la tensión participativa y quiénes están hartos ya de tanto votar para acabar con la amarga sensación de bloqueo continuo.

Con todo, se puede intentar contemplar escenarios y es lo que vamos a hacer. La mayoría de los sondeos coincide en presentar unos resultados que son más o menos idénticos a los de 2017 pero con el voto de Ciudadanos dividido en tres: el que consigue quedarse Carrizosa, el que se va a Salvador Illa, y el que prefiere opciones más claramente beligerantes con el nacionalismo catalán como VOX.

Es raro que todo sea tan sencillo como eso. Insisto en que un 55% de participación sería sinónimo casi seguro de hecatombes y sorpresas descomunales, pero aun así, juguemos un poco con el futuro:

- Escenario 1: El independentismo arrasa

Es una posibilidad que hay que tener en cuenta aunque las encuestas no lo hagan. Prácticamente todas dan mayoría absoluta a la unión de ERC, Junts per Catalunya y las CUP, pero mantienen una cierta sensación de igualdad con el constitucionalismo en cuanto al porcentaje de voto. Recordemos que en las dos últimas convocatorias autonómicas, las más decididamente plebiscitarias en su convocatoria, el constitucionalismo ha conseguido más votos que el independentismo, aunque sea por los pelos… e incluyendo a En Comú Podem dentro de un bloque en el que probablemente no se sienta del todo cómodo.

¿Puede eso cambiar este año? Decididamente, sí. El independentismo lleva en constante movilización casi nueve años, desde la famosa Diada de 2012. No solo es un movimiento ruidoso sino que su constancia es tremenda. No se cansa. Las únicas elecciones que realmente le importan son estas.

En un escenario de baja participación, es posible que sean ellos los que salgan a votar de todas, todas… y consigan así un mayor porcentaje de los votos. Aparte, hay que ver cómo afecta la amenaza de la pandemia entre los grupos de mayor edad, muchos de ellos emigrantes de los 60 y 70 con vínculos afectivos claros con España y que esta vez pueden preferir no arriesgar su salud. No hay sensación de urgencia ni de emergencia como en 2017 y eso puede ser letal para el constitucionalismo.

Además, no hay asteriscos que valgan: si el independentismo gana sobradamente en votos -pongamos un 53-54%- y en escaños -pongamos unos 75 entre las tres fuerzas-, tarde o temprano intentarán una vuelta de tuerca en términos de presión al estado.

- Escenario 2: La división del voto favorece al constitucionalismo

El gran riesgo para el independentismo se llama PDECat. Se trata de una escisión de Junts per Catalunya incómoda con el mesianismo de Carles Puigdemont. No renuncian al independentismo, pero huyen -en principio- de personalismos.

En caso de una baja participación, es posible que lleguen al 3% requerido en Barcelona para conseguir escaños. Si se quedan en un 2,5% y además consiguen porcentajes similares en Lleida, Girona y Tarragona, no solo no conseguirán representación parlamentaria sino que ese porcentaje, de alguna manera, lo “perdería” el independentismo al no ir ni a Esquerra ni a Junts.

Las encuestas no se ponen de acuerdo sobre si conseguirán superar esa barrera o no. La última vez que hubo una escisión en la antigua CiU (2015, con la candidatura de Durán i Lleida), la parte escindida quedó fuera del Parlament.

Preparativos en un colegio electoral. Efe

- Escenario 3: El PP se queda muy por debajo de Vox o incluso sin representación

Este rumor se ha extendido mucho últimamente: encerrado entre Ciudadanos y VOX, el PP perdería su representación parlamentaria en Cataluña. Me parece imposible, sinceramente. El PP tiene suficiente base y estructura al menos en Barcelona como para llegar al 3% de los votos. Otra cosa es quién va a tener la iniciativa en la derecha españolista, que no es poca cosa.

Casi todos los sondeos hablan de empate con el partido de Ignacio Garriga, pero, obviamente, el impulso de un partido relativamente nuevo que se ve por primera vez con opciones de entrar en el Parlament y la polarización de los últimos años en Cataluña, pueden impulsar a muchos votantes potenciales de VOX a salir a votar mientras quizá los del PP no sientan esa misma urgencia. El buen papel de Alejandro Fernández en los debates probablemente ayude a un resultado decente, pero no se puede descartar lo contrario.

- Escenario 4: Una victoria de JxC tan rotunda que obligue a ERC a respaldarle

Es curioso que, con los años, la opción más “posibilista” dentro del independentismo catalán sea precisamente ERC. Esta es la tercera convocatoria en la que encabezan los sondeos hasta la última semana. No hay que descartar que sea la tercera convocatoria en la que, al final, quedan por detrás de la antigua Convergència.

Si atendemos a los factores anteriores -baja participación, ventaja de los extremos polarizados-, desde luego el mensaje de Junts es mucho más directo y menos ambiguo. Mientras se habla de una facción de ERC que vería con buenos ojos un tripartito con PSC y ECP, Laura Borràs directamente promete una nueva declaración unilateral de independencia.

Si esa opción sale mayoritariamente respaldada de estas elecciones, y es muy posible, olvídense de experimentos: ERC tendría que seguir por el camino enfebrecido de sus socios actuales de gobierno sin contemplar ninguna otra opción

- Escenario 5: Una victoria del PSC que solo sume con ERC y ECP pero que obligue a hacer presidente a Pere Aragonès

Una cosa es que Salvador Illa sea el candidato más votado, otra muy distinta es que sea el que más escaños consiga -a Maragall le costó varias convocatorias ante Puyol por la infrarrepresentación de las zonas urbanas- y otra aún más complicada es que presida la Generalitat. Esto no es 2003.

Incluso en el caso de que ERC considerara que sus votantes van a entender un pacto con el exministro de Sanidad del gobierno de España, el mismo gobierno que “no hizo nada” por evitar que buena parte de sus líderes pasaran dos años en prisión, es muy improbable que en el pacto aceptaran a Illa como presidente. Casi descartable.

En ese caso, sí, podría darse la situación en la que el PSC, apelando al posibilismo y la “reconciliación”, decidiera pactar para alejar a Junts de la presidencia… pero también se comiera el sapo de que su candidato, con más votos y más escaños, se tuviera que conformar con la consellería en cap.

- Escenario 6: Las CUP le comen terreno a ECP y refuerzan al independentismo (o al revés)

Hay un tipo de votante muy voluble en Cataluña y que es el que va dando mayor o menor representación a las CUP según la convocatoria. Hasta cierto punto, puede sintonizar lo mismo con el lado más antisistema de En Comú o antes de Iniciativa Per Catalunya, que con el populismo cupero. Es gente que se considera de izquierdas por encima de la patria, pero que tiene claro que su patria no es España. A partir de ahí, en determinados momentos se sienten más representados por unos u otros… o prefiere quedarse en casa porque “son todos iguales”.

Aquí es probablemente donde más oscilación de votos y escaños puede haber entre bloques. Es raro que alguien de ERC vote al PSC o viceversa. Puede pasar, pero es raro. Ahora bien, entre CUP y ECP sí puede haber transferencias importantes que alteren al menos el relato electoral y, si hay alguna anomalía, lleguen a determinar posibles gobiernos.

Preparativos en un colegio electoral.

- Escenario 7: El constitucionalismo gana las elecciones en votos… y en escaños

Si en el segundo escenario contemplábamos un posible triunfo constitucionalista derivado de los problemas del independentismo para convertir votos en escaños, aquí vamos a hablar directamente de una subida pura y dura, al margen de si es que el PDECat tal o cual. Lo he dejado para el final porque me parece muy improbable, pero, ¿quién sabe? No acabo de ver cómo la movilización constitucionalista va a ser mayor que la independentista, pero lo mismo es un prejuicio infundado.

Tendríamos que ver una transferencia ERC-PSC que hiciera a Illa el más votado, junto a un mantenimiento de Cs en torno a los 15 escaños y que la lucha VOX-PP no fagocite a ninguno de los dos partidos sino que movilice al electorado que, en buena parte, comparten.

Aparte, como decíamos justo anteriormente, ECP tendría que comerle terreno a las CUP. El problema, además, es que aquí no hablamos en absoluto de “un bloque”. Es imposible pensar que PSC, PP, Cs, VOX y ECP se van a poner de acuerdo en nada. No está claro hasta qué punto todos estos partidos están realmente comprometidos con la Constitución actual. Aunque no defiendan el independentismo, tanto ECP como sectores del PSC son como mínimo soberanistas. No están de acuerdo con VOX ni con el PP en nada.

Lo que sí podría provocar este escenario es que al menos las iniciativas más “salvajes” de un posible gobierno de ERC o de Junts se bloquearan sin necesidad de llamar a un juez para evitarlo. No sería poco.

Como decíamos al principio, serán unas elecciones con sorpresas. Si supiéramos las sorpresas de antemano, no serían tales. ¿Puede haber un octavo escenario que se nos esté escapando? Claro, y un noveno. La pandemia está eclipsando lo que pueden ser unas elecciones clave en demasiados sentidos y eso es peligroso. Veremos hasta qué punto el domingo por la noche.

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