Cuando el 15 de julio de 2019 a las 11 de la mañana Álvaro Martín salió de la comandancia de Arenas de San Pedro (Ávila) dirección a Los Galayos, en la Sierra de Gredos, nada le podía hacer pensar que acabaría a más de 125 kilómetros en Toledo ocho horas más tarde y debiendo casi 14.000 euros.

En ese espacio de tiempo a Álvaro le cambió la vida, y estuvo apunto de perderla. Desde hace 18 años es guardia civil destinado en el Grupo de Rescate e Intervención en Montaña, conocido como GREIM. Antes estuvo en el Grupo de Acción Rápida en el País Vasco, en la lucha antiterrorista. No son muchos los integrantes de esta unidad, apenas 200, pero todos los hemos visto en los telediarios cuando un excursionista se pierde en mitad de la montaña o un helicóptero tiene que aproximarse a milímetros de una loma nevada para recoger a un alpinista.

Aquella mañana salió, junto a otros dos compañeros, a realizar ejercicios de entrenamiento. En el GREIM no se descansa: cuando no hay vidas que salvar ponen la suya en juego practicando para cuando llegue el momento

11 de la mañana, un sol de justicia en el típico julio en Ávila. Ante los agentes de la Benemérita, 300 metros de pared vertical a escalar y muchas horas por delante. Empiezan a tirar cuerdas y seguros y comienza la práctica.

Todo va bien hasta que a los 40 metros de subida Álvaro coloca su mano sobre una roca con la mala fortuna que esta se desprende. A partir de ahí todo es un infierno hasta el día de hoy. “Recuerdo perfectamente los dolores”, afirma en conversación telefónica. 

Ingreso en el Hospital

El guardia civil se precipitó al vació durante 16 metros eternos que en realidad pasan en unos segundos. Quedó suspendido en el aire hasta que sus compañeros pudieron descender hasta a él, desatarlo de la maraña de cuerdas que lo sujetaban y ponerlo en una camilla a la espera del helicóptero. Cuando llegaron al hospital, eran las seis de la tarde.

“Me estuvieron hablando todo el tiempo, me mantenían consciente. Los que llevaban el helicóptero se metieron contra el viento y repostaron de emergencia con tal de sacarme lo antes posible”, recuerda.

El Eurocopter 135 puso rumbo a Toledo, al Hospital de parapléjicos, el mejor de España en su especialidad. Pero al llegar allí una ambulancia lo recogió y lo llevó al Virgen de la Salud, a apenas un kilómetro, por el riesgo vital que corría.

“Pasé tres días en la UVI, y luego otros 7 en planta. Me fracturé el esternón, el pie izquierdo y el tobillo, que me provocó un esguince de grado 3 en el pie derecho, y tuve una fisura en la vértebra C6”, resume Álvaro con entereza, como si hubiese sido un día más en la oficina de aquel julio. Pero la realidad es que estaba hecho un cristo: vendas, collarín, inmovilizado totalmente, cables de máquinas por todos lados. 

Álvaro señala el lugar del accidente.

La mayor sorpresa para él no fue seguir vivo (“en este tipo de accidentes o te quedas parapléjico o te mueres, lo mío fue un milagro”), si no que estando aún en cama lo llamasen de Asisa, la aseguradora a la que acudió a través del Instituto Social de las Fuerzas Armadas (ISFAS).

Al otro lado del cable telefónico, y a ocho horas de ser operado del pie, le dicen que se tiene que ir a una clínica de Quirón. “¿Cómo me voy a ir de aquí en el estado en el que me encuentro? Al menos esperad a que salga de quirófano”, les pidió. “Tú sabrás”, fue la respuesta que obtuvo.

La aseguradora explica que, según el concierto que mantiene con el ISFAS, costeó el ingreso de urgencia vital en el hospital, es decir los tres días de UVI. Una vez superado ese trance, Asisa le ofreció trasladarlo a un recinto concertado por la entidad, pero "el asegurado rechazó voluntariamente esta posibilidad y decidió continuar su tratamiento en el hospital Virgen de la Salud" por lo que la empresa entiende que no le corresponde asumir el coste del tratamiento posterior.

La Comisión Mixta Nacional de ISFAS con Asisa será la que, tras una nueva valoración completa de las circunstancias, tendrá que tomar una decisión definitiva sobre este caso.

Cuenta atrás

A los dos meses de salir del hospital recibió la factura por parte del sistema de salud de Castilla-La Mancha. “Entregar a la aseguradora”, rezaba el escrito. En Asisa le dicen que no se hacen cargo de los 13.754 euros por no haber acudido a la clínica que ellos querían. La sanidad pública siguió reclamando el dinero a Álvaro hasta que, viendo que no pagaba, decidió pasarle el pago a través de Hacienda.

Álvaro está reincorporado a su puesto desde marzo. Con más o menos normalidad en estos tiempos que corren, pero trabajando. En pleno estado de alarma intentó recurrir y presentar alegaciones para explicar que una roca decidió desprenderse de una montaña de 300 metros mientras trabajaba y que casi se mata, pero la burocracia fue más fuerte que sus intenciones y ahora tiene hasta el día 13 de este mes para abonar los casi 14.000 euros.

“Hacienda no entiende, si no pagas te retienen la mitad de tu nómina durante un año, y si no tienes nómina tu casa y si no de quienes te avalen. Lo único que quiero es que mi mujer y mi hijo no tengan preocupaciones y no les falte nada”. Cuando los agentes de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad mueren o se quedan inválidos reciben una compensación económica ellos o sus familiares, lo que popularmente se conoce como una paga. Pero Álvaro, que se salvó y ha vuelto al tajo, no recibirá nada.

Con 'crowdfunding'

Un viejo amigo de cuando perseguían etarras en el País Vasco sabe bien cómo funcionan esas compensaciones y quiso ponerle remedio. Él se quedó sordo tras un atentado: “Me dijo de hacer un crowfunding para poder hacer frente al pago y ya veríamos luego”. Por ahora ha recaudado 6.000 euros, pero sólo le quedan 10 días para recabar el resto del dinero.

Álvaro tiene una cosa clara: aunque pague, seguirá hasta el final para demostrar que no le corresponde a él asumir los gastos de un accidente laboral y que es la aseguradora la que debe hacerlo. ¿Y si consigue que se lo reembolsen? Junto a su mujer tienen a Darío, un joven de 12 años que sufre autismo. “Decidimos que si lo conseguíamos lo donaríamos a la Asociación TEA Talavera, donde tratan a mi hijo”, explica.

Desde que volvió a trabajar en marzo, Álvaro no ha parado. Hace una semana tuvo un nuevo rescate, en circunstancias muy parecidas a su caída. 200 metros de bajada con una persona colgada a la espalda.

-¿Se te vino a la cabeza tu accidente?

-Mientras bajaba no, pero una vez llegó el helicóptero se me vino todo a la cabeza y dije “uff” y me acojoné un poco pero bueno, siempre tienes que ser fuerte y tirar para adelante.