"Hola, mi vida. ¿Sabes qué? En muchas ocasiones me han preguntado: si pudieras volver atrás, ¿lo harías? Ojalá hubiera podido evitar a mi familia y a ti todo este dolor. Pero aquello ya fue y de aquello me quedas tú, tengo conmigo a la personita que más quiero en este mundo, por quien vivo y lucho cada día. Esa eres tú, mi pequeña".

Desde que fue rescatada de la selva de Perú, la joven Patricia Aguilar recorre cada semana o cada 15 días la distancia que hay entre su casa de Elche y el despacho del psicólogo José Miguel Cuevas. Es experto en sectas y director del Programa de Adicciones del Ayuntamiento de Marbella, el único servicio público que ofrece atención a víctimas de sectas en toda España. 

Fue acudiendo a esas terapias poco después de ser rescatada de la secta gnóstica que la retenía en Perú, cuando se percató por fin de la telaraña que había tendido aquel hombre para captarla. Ya en la primera de las sesiones de terapia advirtió cómo lo que al principio ella creía que era una historia de amor -"me tenía totalmente enamorada"- acabó convertido en una relación en la que ella estaba por completo a su servicio. Un estrecho círculo del que resultaba imposible escapar.

-Patricia, ¿ha habido abusos sexuales?, le preguntaba el psicólogo Cuevas.

-Sí.

-¿Le tenías miedo?

-Sobre todo, tenía miedo a equivocarme. El error se pagaba con golpes. Él decidía cuántos. 

-¿Te humillaba?

-De muchas maneras, a veces explícitas (...).

Cinco horas después de iniciar aquella primera conversación, el tiempo pasaba volando, algo había cambiado en la joven. "No es la sala, soy yo. Es como si mi cabeza hubiera hecho clic. Y entonces lo veo".

-Lo tengo muy claro, he estado en una secta. 

El primero de los fragmentos de este reportaje es una carta que Patricia le escribe a su hija muchos meses después de escapar de Félix Steven Manrique, el autodenominado Príncipe Gurdjeff. La misiva es desvelada, como toda la intrahistoria de su secuestro y su permanencia en la secta que ese hombre terminó estableciendo en la selva peruana, en el libro 'Hágase tu voluntad', escrito por la periodista Vanesa Lozano y publicado en la editorial Alrevés.

La carta de Patricia Aguilar a su hija. Editorial Alrevés

El libro se une al catálogo 'Sin Ficción', una colección en la que se diseccionan con precisión de cirujano algunas de las crónicas de sucesos más sobrecogedoras de los últimos años. Por primera vez, tras muchos meses curándose por dentro, la reportera conversa largo y tendido con Patricia Aguilar sobre su experiencia, hilando dos historias contrapuestas: la heroica búsqueda de la joven desde España por parte de su familia y el relato de la sumisión a la que el gurú sometió durante largos meses a mujeres y niños en una charca para animales oculta en la espesura del bosque latinoamericano.

La huida

"Una cosa... ¿me dejarías ir contigo una vez cumpla los 18?". La frase fue escrita por la joven el 4 de abril de 2016 desde su casa de Elche. Faltaban ocho meses para que Patricia alcanzara la mayoría de edad. Al otro lado del teléfono, el mensaje era recibido por Félix Steven Manrique Gómez, un príncipe y mesías para ella y un presunto depredador sexual para la Justicia peruana. Un hombre 17 años mayor que la joven que se dedicaba a captar menores tanto en la red como en persona para convertirlas después en esclavas. En personas a su servicio, subyugadas con la amenaza de un inminente apocalipsis.

"Ya lo pensé bastante. En caso de que los cumpla y no estés conmigo, a menos que me prohíbas tú, al tener la más mínima posibilidad, me iría". Y así fue. Después de meses de lavado de cerebro, de conversaciones furtivas e incluso de mandar dinero (hasta 1.400 euros) a su captador al otro lado del Atlántico, Patricia tomó un avión y sin avisar a nadie se marchó de España rumbo a Perú el 7 de enero de 2017. Sólo un mes después de cumplir los 18. 

El gurú Félix Steven Manrique fue condenado a 20 años de prisión en Perú.

Aquel día arrancó un doble calvario. El primero para la joven, que terminó recluida en la selva amazónica, sin agua corriente ni comida y al cuidado de cinco menores. Y el segundo para su entorno, para su padre y su prima, que ante la inacción de la Justicia española, tuvieron que tomar las riendas de la investigación y convertirse en familia coraje. Noelia Bru, la prima de Patricia, y sus padres, Rosa y Alberto, removieron cielo y tierra para dar con su hija. Se convirtieron prácticamente en los principales investigadores del caso. Algo para lo que nadie está preparado. 

(...)

"Somos lo que vivimos. Nuestras viviencias nos forman como personas y aquello forma también parte de mí, pero ahora de un modo que ya no duele. Dar a conocer lo que pasó es la única forma de intentar que no vuelva a ocurrir. He confiado mi historia a la autora de este libro porque estoy convencida de que puede ayudar a muchas personas a superar situaciones para las que no se les ha preparado, que nadie les ha enseñado a afrontar".

"Recordaba los latigazos"

La carta de Patricia, escrita a mano en una cuartilla, sirve de epílogo a un libro que en el fondo trata sobre la manipulación mental, sobre cómo cualquiera de nosotros puede caer prendido en los métodos coercitivos más insospechados. Casi siempre en los momentos de debilidad.

Gurdjieff, junto con Patricia Aguilar en el aeropuerto de Chile. Cedida

"Patricia tiene una memoria prodigiosa, no sólo para relatar las situaciones pavorosas que ha tenido con este tipo", explica Lozano, la autora del libro. "Recordaba de forma fidedigna el número de golpes o latigazos que le había infligido este tipo. Me trasladó a mí en sus descripciones a los pocos paisajes que vio allí. Tenía una relación de confianza con ella".

-¿Le ha costado mucho abrirse a contar todo esto en profundidad?

-Ella lo dice en el libro -prosigue-, lo cuento dos años después porque me siento capaz. Pero sabe que le queda mucho camino por recorrer. Le cuesta, sobre todo, lo que tiene que ver con el capítulo de su vida en el que fallece su tío, eso le cuesta mucho. Es el momento clave, en el que se encuentra más vulnerable. Era quien le ayudaba en todo, esa tragedia la deprimió por completo, como cuenta en el libro. Fue entonces cuando Félix Steven dio con ella.

Era 7 de enero. Patricia dijo a sus padres, Alberto y Rosa María, que iba a pasar la noche en casa de unos amigos. Allí había una fiesta de cumpleaños. Era todo mentira. Patricia, en realidad, se había marchado a Murcia. El día 8 de enero, la joven, 18 años recién cumplidos, llegó a Madrid. Llevaba maletas, libros, también 6.000 euros del negocio de la familia. Iban a dar las 12 de la noche cuando Patricia se subió a un avión rumbo al otro continente, a una nueva vida. 

El libro habla de una búsqueda, de una lucha, de un hallazgo, también del regreso a casa. Cuando Alberto, su padre, volvió a verla por primera vez tras ser liberada por los dos policías peruanos que nunca cejaron en su empeño de resolver el caso, comprobó que no estaba sola. Una niña descansaba en sus brazos.

Alberto llamó a Elche para darle la noticia a su mujer. "Tiene un bebé. Rosa, somos abuelos". Era la pequeña Naomi. En la última página del libro, Patricia lo reconoce: es su bebé quien le ha salvado la vida.

"No ha sido fácil llegar hasta aquí, pero lo he hecho por ti. Tú me salvase. Hice por ti lo que no era capaz de hacer por mí. Escapé de donde muchos dicen que nunca se puede escapar para darte un futuro mejor que para mí ya creía perdido y que ahora también tengo gracias a ti. Y a mi familia, que ya es la tuya. Siempre estaré a tu lado, siempre lucharé por que seas feliz". 

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