Es otra mañana soleada en un poblado sin ley del far west llamado Badalona. Vuelan los cuchillos y las copas rotas en el salón, donde forajidos y lugareños pelean para ver quién manda en el pueblo. En mitad del alboroto, una bota con afiladas espuelas le pega una patada a la puerta de madera. Irrumpe en el bar un tipo de más de dos metros y una estrella en el pecho. Silencio. Todos quedan paralizados por el miedo. Hasta el pianista ha dejado de tocar. Nadie lo esperaba, pero el sheriff Albiol ha vuelto para imponer su ley.

Xavier García Albiol vuelve a mandar en Badalona. El sheriff ha pescado en río revuelto y se ha aprovechado de las desavenencias entre sus rivales (PSC, ERC, CUP y los comunes), que no han sabido ponerse de acuerdo. Se celebró el pleno de investidura y se impuso con 11 votos, ante la falta de acuerdo del resto de partidos. Albiol, eufórico, acabó el pleno entre lágrimas y besando el bastón de mando, saltándose así cualquier recomendación sobre contagios del coronavirus.

Enfrente, los grandes perdedores. Es decir, todos los demás partidos. Albiol, que fue el gran defenestrado del último descalabro nacional del PP, se refugió en su ciudad y ganó las últimas elecciones municipales. Pero una multialianza de siglas le arrebató la alcaldía en favor del candidato del PSC. Para recuperarla se tenían que dar una serie de factores altamente improbables. Pero, incomprensiblemente, los astros se alinearon a favor de Albiol: una pandemia mundial que hizo enloquecer al alcalde socialista, que se saltó el confinamiento, condujo borracho e intentó agredir a la policía. Puro far west. Tras su dimisión, todo apuntaba a que los partidos de la izquierda se entenderían sin mucho esfuerzo. Pero un quítame allá esas pajas, un poco de rencor acumulado y un par de flecos sin limar, impidieron el acuerdo..

Se acabaron matando, como se mataron en OK Corral, el tiroteo más famoso del lejano oeste. En aquella disputa, los forajidos, novatos y poco duchos en las armas, mordieron el polvo por los disparos del legendario marshall Wyatt Earp. Pero esto no es Tombstone, sino Badalona, que tiene a su Wyatt Earp particular en García Albiol, que vuelve a lucir la estrella en la camisa. El recién nombrado alcalde recibió la vara casi entre lágrimas y, para festejar su victoria, la besó, saltándose por la euforia cualquier norma de prevención del coronavirus. Y de fondo, un papel arrugado encima de una mesa: es el pacto del resto de partidos, a medio firmar: faltan cuatro rúbricas. Son las de Guanyem Badalona en Comú, el partido que no quiso sumarse. Son las 4 balas que mataron a la izquierda.

“Ha sido surrealista”

Las estadísticas están para romperlas y las normas para saltárselas. Ese podría ser el somero resumen del esperpento acontecido el martes en el pleno del Ayuntamiento de Badalona: Xavier García Albiol entró por la mañana en el pleno de investidura pensando que iba a salir de allí como jefe de la oposición, tal y como indicaban todos los pronósticos. Pero se vio por la tarde besando la vara de mando (literalmente; coronavirus aquí te espero) que le convierte otra vez en ‘el jefe’ de Badalona para los próximos 3 años.

El pleno más esterilizado de la historia Televisió de Badalona

“Ha sido algo surrealista”, confesaba Albiol a los medios a su salida del Ayuntamiento de Badalona. Ni él mismo se imaginaba salir de alcalde la mañana del 12 de mayo, el día del pleno de investidura. Un sobrevenido, porque nadie esperaba que el alcalde socialista Álex Pastor cometiese uno de los disparates más sonados de la cuarentena en España: se saltó el confinamiento, condujo borracho, se negó a ser identificado por los Mossos d’Esquadra, les amenazó, les insultó, les agredió y hasta les mordió. Su detención en el Eixample de Barcelona, el 21 de abril, puso fin a su carrera política.

Álex Pastor había sido el candidato elegido por el resto de partidos para evitar otros 4 años de Albiol. Socialistas, ERC, los comunes y las CUP habían pactado para evitar que Xavier García Albiol, el ganador en votos, volviese a ser proclamado líder de la corporación municipal. Porque Albiol (casi) siempre gana en Badalona. Es, sin lugar a dudas, el alcalde más carismático y polémico que ha tenido la ciudad en su historia democrática. El tercer municipio más poblado de Cataluña, uno de los motores socioeconómicos de la provincia, siempre le mostró su apoyo masivo. En 2011 ganó (y gobernó) con mayoría simple. En 2015 volvió a ganar pero no pudo conformar gobierno porque se conformó un bloque contra él. Lo mismo que pasó en 2019. Se impuso en las urnas pero sólo obtuvo 11 de los 27 concejales. Y sin apoyo de ningún otro partido, solo ante el peligro. Así, tuvo que ceder la alcaldía.

La travesía por el desierto

Albiol es un político distinto. Un exjugador de baloncesto (del Joventut de Badalona) de 2,01 metros de altura que se ha caracterizado por la dureza de sus discursos y postulados. Una actitud que no deja indiferente. Por una parte, consiguió así, con la mano dura, el voto de vecinos sin mucha afinidad ideológica con el Partido Popular. Por la otra, puso su nombre en la picota cuando protagonizó una campaña contra la inmigración llamada “Limpiemos Badalona”, con evidentes tintes xenófobos.

El pacto con las 4 firmas pendientes Álex Carrera

Esta atípica personalidad, junto a algunos roces internos en el partido, hicieron que la figura del sheriff cayese en desgracia. García Albiol fue el gran señalado en el último batacazo electoral del PP. Esa dureza ya señalada no convencía en algunos sectores de los populares, que necesitaban cabezas que cortar, igual que los indios. La de Albiol, tras los nefastos resultados del Partido Popular en Badalona, fue la más señalada. Y cayó en desgracia. Empezó ahí su travesía en el desierto, sin cantimplora y resguardándose de las flechas de los apaches.

En esa tesitura, Albiol emprendió una huida hacia adelante. Si su partido no le quería, él tampoco querría a su partido. Sigue siendo militante, pero escondió las siglas populares en su campaña para las municipales de 2019. Porque sabía que el crédito que tiene en su ciudad se lo debe a él mismo, a sus formas. Criticables o no, son las que han hecho que se convierta en el candidato del Partido Popular más votado en la historia de las municipales en Cataluña. En Badalona no votan al PP. Votan a Albiol.

Otra victoria insuficiente

Albiol ganó, como ganó en en 2015. Y como pasó en 2015, un pacto entre partidos de izquierda evitó que fuese nombrado alcalde. En el lejano poblado de Badalona, el poder es un baile de cuchillos. Unos se hacen la cama a los otros, que apoyan mociones de censura en una dirección y luego en otra. Un ball de bastons que se dice en catalán, y que conformó un gobierno con una fragilidad manifiesta, con el socialista Álex Pastor al frente. Albiol, en solitario, se quedó de jefe de la oposición.

Pero llegó el 21 de abril y el incidente de Pastor se lo llevó por delante para siempre. Quedaba un vacío de poder y se abría el plazo para que los respectivos candidatos jugasen sus mejores bazas. Empezaba la partida de póker en el salón, donde casi todos jugaban con las cartas marcadas. Y es que este nombramiento ya no dependía del electorado, sino de las buenas o malas artes de los políticos a la hora de pactar, Parecía, a priori, que las formaciones de izquierdas lo tenían controlado.

Albiol besando la vara de mando

Pero llegó la mañana de la verdad, cual duelo al sol. Y los vaqueros de izquierdas se la habían pasado bebiendo en el salón. Nadie hizo los deberes. No se pusieron de acuerdo, y el alba les sorprendió con los vasos de whisky llenos y lanzándose sillas a la cabeza. Se había alcanzado un pacto redactado por el PSC, para que el socialista Rubén Guijarro y la candidata de Guanyem Badalona en Comú (CUP) Dolors Sabater asumiesen el poder y se turnasen la alcaldía. Pero no se pusieron de acuerdo. Sabater no la firmó. Ni ella ni sus otros tres concejales. ¿El motivo? No estaban de acuerdo con los meses del reparto de tiempo en la alcaldía. No le valía partirse a medias lo que queda de mandato: ellos querían dos años y uno solamente para los socialistas. Como en la  fiebre del oro, la codicia los acabó aniquilando. Por el otro lado, el funcionamiento asambleario del partido les impedía improvisar. Si la asamblea no lo ha aprobado antes, no hay nada que hacer ni decisiones que tomar.

¿Quién manda más?

La propia Sabater se justificó después diciendo que la propuesta de acuerdo del PSC llegó sólo 20 horas antes del pleno y recordó que su partido asambleario no tenía margen para aceptar la propuesta. Se quejó también en el pacto de los socialistas "desapareció a última hora" una cláusula que permitía validar el pacto a través de la asamblea del partido posteriormente a la investidura. La imposibilidad de someterlo a votación a la militancia y el desacuerdo en el tiempo del mandato, han impedido finalmente el acuerdo. Una pelea de bar, de “a ver quién manda más”, que les impidió ver lo que se les venía encima.

Así, el sheriff la emprendió a tiros y se quedó solo. Él fue el único (junto a Dolors Sabater) que no llevó mascarilla durante el pleno. Así, sus gestos de emoción fueron mucho más evidentes. Lloró Albiol por haber recuperado su vara de mando, su estrella de sheriff. Ahora toca la armónica mirando de lejos la deriva del Partido Popular en España y se sonríe, sabiéndose vencedor de este western. Tras el tiroteo, le queda lo más difícil: gobernar en minoría. Un ejecutivo de 11 concejales con una extrema fragilidad, que tendrá que defender con uñas y dientes hasta el próximo mandato… o hasta la próxima moción de censura, que en los últimos años, en ese consistorio ya se han registrado dos. Porque Badalona es el far west y las pistolas siempre están humeantes, pero de entre el polvo y los tiros, siempre emerge el sheriff.

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